Nuevas Amistades

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     Hacía horas que allí se encontraba, sentado en una solitaria habitación, con no más que una mesa cubierta de cerveza, esperaba pacientemente a aquellos con los que nunca había cruzado vista, pero que compartían un mismo interés. Su expresión fría como la de cualquier asesino experimentado, fijaba sus ojos ciegos sobre aquellas manchas de sangre seca sobre la pared de aquella taberna de mala muerte. A pesar de ser un hombre alto, al menos comparado con los pocos humanos que habitaban esas tierras, se trataba de un guerrero ágil y veloz, sin dejar de lado su fuerza inhumana, que supera la de cualquier otra bestia sobre el planeta central. Su rostro flaco y pálido imponía presencia, y sus ojos vendados por una tela negra, intrigaban a quien se atreviera a verlo a la cara. A pesar de tantos rumores que se contaban en noches frías para aterrorizar a tanto niños como adultos, muy poco se sabía de él, aunque sus formas maquiavélicas y despiadadas eran bien sabidas y temidas. Sus prendas daban indicio de un hombre sencillo, telas de colores marrones cubrían ligeramente su cuerpo y no daban mayores indicios de protección, más bien de comodidad. El tabernero bien conocía los rumores de aquel hombre, y a pesar de ser un minotauro dichoso en el arte de la guerra, como cualquiera de su etnia, titubeaba a la hora de dirigirle la palabra.

- Señor -dijo el cantinero con respeto- han arribado aquellos a los que espera.

- De ser así -respondió el enérgico hombre- tráigame sus más finos licores! y tome una moneda por su buen servicio. Sepa que estos acompañantes míos son temidos por sus formas brutas, o al menos eso espero, por esto confió que serán tratados como corresponde, por su propio bien. Haga pasar al primero.

Y con estas palabras entraba una dama de pelos dorados y robusto cuerpo, un arco se visualizaba a sus espaldas, sin embargo su carcaj se encontraba vacío. Con su fina voz se dirigió hacia el cantinero, en una forma totalmente burda e irrespetuosa, el cual le indico la ubicación del cuarto, tal como se le había indicado. Al entrar al cuarto exclamó en tono de pregunta si aquel era el hombre que solicitaba su servicio, está al encontrar una respuesta satisfactoria, apoyo su arco a un lado de la mesa junto a la plateada armadura, que por sus abolladuras y rasguños alardeaba batalla.

- Sea mi invitada y tome asiento por favor, no me imagino las insufribles travesías que pasó usted para llegar a estas remotas tierras -exclamó el hombre con cierto tono de burla-.

- Déjese de palabrerío -dijo impaciente- para que trabajo me necesita, no voy a aceptar alardes de un hombre del que desconfió.

- Primero déjeme preguntarle su nombre -dijo el hombre- ,aunque me temo que esa pregunta no será recíproca, ya que tal nombre nunca se me fue dado, por lo que podrá llamarme como le plazca.

- Adela -respondió, seguido de un generoso sorbo a su bebida- arquera del trigésimo cuarto mundo.

- Perfecto! -dijo-.

Antes de siquiera empezar a conversar, un hombre con robusta hacha en mano, irrumpió en la habitación de forma agresiva con el ceño fruncido y claras intenciones de iniciar un pleito. Esta acción no resultó impune, ya que rápidamente Adelea, nuestra nueva invitada, tomó un cuchillo que se hallaba en la mesa y rápidamente se dirigió hacia la garganta del desconocido. Sin embargo nuestro anfitrión no se quedó de brazos cruzados. Con un movimiento fugaz fue capaz de detener aquella daga e inmovilizar al barbudo hombre, irruptor de la velada. Todos allí presentes, incluyendo el cantinero, quedaron boquiabiertos ante tal demostración de velocidad y tenacidad de su anfitrión, generando una atmósfera tensa, hasta que este último interrumpió con un despreocupado comentario.

- Ja!, que interesante personalidades con las que me encuentro. Verdad cantinero -dijo calmado mientras todavía contenía la situación- Sabrán que no me interesa tener algún herido siquiera antes de empezar nuestra aventura, por eso les pido que bajen la armas y acepten estas bebidas.

El Hijo Del Séptimo MiembroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora