Capítulo Siete.

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Esa mañana, la casona del duque, fue un caos

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Esa mañana, la casona del duque, fue un caos.

Partiendo por los pasos apresurados del personal, los médicos entrando a toda velocidad y un duque ansioso al otro lado de la puerta del dormitorio principal.

No debía estar tan nervioso. Había pasado por cosas peores como cuando estuvo en la guerra y derrotó a miles de enemigos, sin embargo, ahora estaba a punto de desmayarse por la espera.

Su amigo del alma, Theophilus de Hains y su esposa, ahora, Althaia de Hains se encontraban en la muralla contraria viéndolo caminar de aquí para allá y de allá para acá.

Podían entenderlo.

—Ya lleva una hora ¿No? ¿Por qué no se escucha nada?

—Relájate, Rowland, solo espera un poco más.

—Dios santo, me voy a volver loco.

—Quizá sería mejor que se desmayara— susurró el conde a su esposa.

—No seas así, quizá en un futuro tú también estés en esa situación.

—No— negó y acarició el rostro de Althaia— estaría a tu lado, tomando tan fuerte tu mano que sentiría, de alguna forma, menos fuerza porque te la estaría dando a ti. Sin duda estaría susurrándote cosas hermosas para calmar tus ansias.

—Promételo.

—Siempre, amada mía.

Cerró los ojos un segundo, disfrutando de las caricias de su esposo, sin embargo, se obligó a abrirlos para prestarle atención al duque nuevamente.

—Es una lástima que Phoenix no haya permitido tu entrada, Rowland.

—Debería estar ahí con ella— el duque restregó sus manos en su rostro y miró a su cuñada— pero Phoenix no quería que viera ese lado de ella. Sigo sin entender a qué se refería, pero supongo que no quiero averiguarlo.

—Phoenix quiere mantener su imagen hermosa ante ti. — Althaia se rio— Aunque te aseguro que querrá que la acompañes para las siguientes veces.

Rowland imaginó cuatro niños de cabello oscuro y ojos azules corriendo por el verde de la casona o comiendo bocadillos a escondidas. Se volvería loco. Sin embargo, él sería muy feliz con esa locura. Sobre todo si su esposa aparecía en escena.

—Ella siempre será hermosa ante mis ojos— admitió en un susurro íntimo.

El grito dentro de la habitación los paralizó a todos. Era Phoenix, quien parecía estar poseída por algún demonio. Podía entender la negativa de su esposa al no permitirle acompañarla en ese proceso.

Luego le siguió el grito potente y llanto desesperado de un bebé. Su bebé.

Rowland pegó su oído a la puerta para no perderse ningún detalle. No veía nada, pero podía imaginar.

Una Oportunidad para Amar. | Crónicas de Dawling Town IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora