Desconocido.
Me despierto al escuchar mi madre llamarme desde la cocina. Me levanto de la cama dando un bostezo ligero y camino al espejo viendo mi torso desnudo, tenia puesto solo un pantalón de pijama. Salgo de mi habitación bajando las escaleras hacia la cocina donde estaba Ana, mi madre, haciendo el desayuno. Me acerco y dejo un beso en su cabeza en forma de saludo.
—Hola madre.
—Buenos días, hijo. Ven a sentarte, pero primero, por Dios, ponte una camiseta—dice rodando los ojos al verme semidesnudo.
Suelto una risa corta yendo al patio donde había ropa tendida, tomo una al azar y me la pongo volviendo a entrar a la casa. Mi padre ya estaba en la cocina sentado con su rostro duro de piedra como de costumbre mientras lee el periódico igual que hace cada mañana y me siento junto a él en la mesa.
—Hola—le digo dándole una sonrisa corta y él me mira asintiendo con la cabeza en forma de saludo.
Mi madre llega a la mesa dándonos los platos de comida y empiezo a comer mientras ellos platica sobre un viaje que harían debido a su aniversario, que era pronto.
—El viaje es en una semana y como ya te hemos dicho varias veces. No queremos nada de fiestas, reuniones, gente desconocida ni tampoco que dejes la casa sola—
me dice mi padre mientras me mira y asiento lentamente bebiendo de mi café.—Sí, sí, nada de eso, ya me lo han dicho en todo éste mes—respondo suspirando y mi mamá me mira levantando una ceja.
—¿Te recuerdo la última vez que te dejamos sólo?—suspiro viéndola y niego lentamente pidiendo que no—Unos desconocidos teniendo sexo en el baño, rompieron la mesa de cristal de la sala y tu estabas dormido sobre ésta mesa cuando todos estaban destruyendo la casa—Mi madre habla alterada y cada vez que enumera las cosas abre los ojos cada vez más.
—En serio, no queremos más sorpresas cuando lleguemos—miro a mi padre cuando me habla y asiento sin decir nada. De todos modos, haría una fiesta. Pero no tan loca como la de la última vez, no quería que mi madre tuviera otro ataque de ansiedad al ver su casa destruida.
Subo a mi habitación para cambiarme e ir a la escuela ya que iba un poco tarde como normalmente hacia, llegaba tarde.
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Al llegar con un retraso de veinte minutos a la primera clase, no me dejó entrar la profesora de literatura. Me quedo en la parte de la cancha viendo a lo lejos algo aburrido. Saco mis audífonos poniendo música en aleatorio en mi teléfono. Observo los alrededores notando algunos estudiantes en las gradas, algunos hablaban y otros sólo estaban leyendo algún libro o hacia tarea, no me interesaba. En la cancha había una clase de deporte, algunos estudiantes corrían alrededor y otros sólo caminaban. Los minutos parecían ir lentos. Todo se sentía en un ambiente diferente. No estaba acostumbrado a esa sensación. Miro nuevamente a mi alrededor y la gente parecía ir más despacio, incluso mi musica, era como si el tiempo se estuviera deteniendo, menos yo. Me levanto de mi lugar mirando de un lado a otro algo confundido. En ese momento siento una mano en mi brazo sacandome de mi trance.
—Hey, ¿otra vez fuera de clase?—me dice la chica frente a mi y le sonrío al verla completamente bañada en sudor con sus mejillas rojas.
—Hola, Blair—le respondo quitándome los audífonos y sonrío negando—Sabes como es la de literatura, además me sirvió... Para verte.
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Ángel.
FantasySu ángel de la guarda, será más que eso. Pero no siempre el final es feliz.