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El primer invierno llegaba y Jungwon no entendía por qué no podría ver a Jay.

Un cuadro dibujado con los más finos lienzos, o más bien con los pinceles que su abuela disponía, se encontraba frente a él en esos momentos. Aquella imagen le recordaba cada día de aquel frío invierno lo sucedido hace unos meses atrás.

Había gritado, intento despertar al mayor que yacía en el suelo. Su garganta aún sentía el dolor en sus palabras, no supo cuanto tiempo estuvo proclamando el socorro antes de que el Tío de Jay los encontrará en la puerta trasera. Intento explicarse entre llantos e hipidos de salían de su boca, para su suerte el hombre entendió y le dijo que no se preocupara.

Lo primero que hizo al llegar a su casa fue encontrarse con su Abuela quien estaba preocupada. Había pasado un largo tiempo desde que lo había visto desaparecer por completo de la casa que compartían..

Esa noche durmió en la cama de la anciana quien lo consolaba sin saber realmente lo que sucedía, su nieto no mostraba interés en querer revelar sus miedos.

Por esa razón había decidido dibujar en un gran cuadro las flores que esa noche descansaron en el pecho de Jungwon, no sabía quién se las regaló, pero sabía que significaba mucho más que unas simples flores bonitas. Como sabía que el invierno se avecinaba, no tardó en guardar las flores que pronto marchitaron y fueron guardadas hasta la eternidad en aquella imagen.

Ahí estaba Jungwon como todas las mañanas antes de irse a la escuela, observando el dibujo que le recordaba que faltaba menos para volver a verlo. Jay prometió volver en primavera.

—¿Me dirás quien te regalo las flores? Cada día pareces más triste.

Su abuela apareció con su delantal, había preparado nuevamente el desayuno, pero su nieto seguía perdido en la imagen.

—Es complicado.

—Si me dices, te diré que significan.

Jungwon no dijo nada, ese era el trato, si él le decía quien era la persona que se lo obsequió su abuela le explicaría el mensaje. Por alguna razón tenía miedo de conocer el mensaje que le dió Jay, prefería callar y pensar por qué sentía esa angustia en su pecho.

—Se llama Jay. Lo conocí hace unos meses.

Suspiró.

—¿Tu qué sientes por el?.

—¿A qué te refieres?.

La anciana no dijo una sola palabra, en su lugar le tendió un papel donde traducía el lenguaje de las flores.

—Si ese chico conoce el lenguaje de las flores, realmente tiene algo importante que decirte.

No había desdoblado el pedazo de papel que aún estaba en su bolsillo, no estaba listo para ello o por lo menos, no lo estaba mientras estaba en la escuela. Las horas pasaban y sentía que su bolsillo quemaba, la curiosidad lo abundaba.

Caminaba por el camino ya conocido, tardaba más en llegar en casa. Valía la pena, la esperanza de que Jay aún esté en la casa y lo viera caminar desde su ventana. Como cada tarde miraba por la que creía, y rogaba que fuera la habitación del mayor, y sonreía a modo de saludo.

Esa vez fue diferente.

Leyó lo que su abuela le había entregado; la primera era aquella flores azules que proclamaba la memoria de su nombre, una Dalia rosa que expresaba su gratitud y le decía que siempre iba a quererlo. La última no paso desapercibida y su corazón latía fuerte al leer la última frase.

“Las lilas son usadas para hacer una confesión de un amor tímido que está creciendo”

Freno su paso frente a la puerta donde por dos meses entraba, decidido dió unos pasos hacia atrás mirando hacia la ventana de siempre y con todas sus fuerzas gritó.

—¡Jay!.

Espero a que saliera, por lo menos su tío o un empleado que le pida silencio. Al no conseguir respuesta prosiguió.

—¡Dime qué estás ahí adentro Jay!.

Respiro profundo y soltó el aire en un grito nuevo.

—¡Te extraño! ¡Mucho! ¡No te imaginas cómo me siento!.

Sentía que su garganta le pedía que se detuviera. La ignoro.

—¡Te necesito! ¡Cambiaste mis tardes en dos meses! ¡Necesito escucharte hablar!.

Su garganta le imploraba que se detenga antes de que sea tarde.

—¡Quiero ver otra vez tu sonrisa!.

Sintió que su garganta quemaba y se irritaba. Con un último esfuerzo grito.

—¡También me gustas Jay!.

No debió haber hecho lo que hizo, su voz se quebró y quedó lesionada. Mezclar sus gritos junto al caos que el invierno provocaba en su garganta provocó aquello.

El médico le había dicho que intentara no hablar, si lo hacía no debía esforzar su voz o el daño en sus cuerdas vocales será irreversible. Así es como pasó unas semanas sin poder hablar, solo se comunicaba con señas.

Cada vez odiaba más el invierno.

Hasta que una llamada al teléfono de la casa llegó.

Su abuela esbozó una sonrisa y lo miro con los ojos brillantes, no entendía la felicidad repentina. Como siempre hacia, sonrió al verla así.

—Espere por favor.

Con una de sus manos le señalo que se acercara y dejara su plato de comida en la mesa.

—¿Puedes hablar?—

Negó, aún le dolía siquiera intentarlo.

—Pero si escuchar.

Le tendió el teléfono no sin antes decirle a la persona del otro lado de la línea que Jungwon solo podría escucharlo.

Coloco el aparato en su oreja y espero. Una risita conocida provocó que su pecho se estrujara con anticipación.

—¿Cómo está mi príncipe?.

Era él. Jay estaba hablando por teléfono.

—Debes cuidar tu garganta.

Volvió a reírse como siempre lo hacía. Risueño y lleno de vida.

—Jungwon, eres un cabeza dura. Te dije que no nos podíamos ver durante el invierno.

Podía sentir como el otro hacía un puchero con sus labios.

—Tambien te extraño y mucho, pero no por eso estoy gritando frente a tu ventana. Me despertaste y ni siquiera dijiste algo bonito como Romeo.

Su entorno se congelo, como el mismo invierno de la nieve que caía.

—-Volveré en la próxima primavera.

—¿Por qué no puedo verte en invierno?.

No supo como había salido la voz de su boca, antes de pensar ya había soltado aquello.

—Hasta la primavera.

Sonrió. Esperaría ansioso una nueva primavera.

—Feliz navidad.

Escucho como el sonido de la llamada siendo cortada y pronunció eso último.

—Me gustas.

Soltó con un último hilo de voz, dejando que sus sentimientos se llevarán consigo lo último que quedaba de sus cuerdas vocales.

💙


. ⸙ ° ✧ Primavera ── JayWonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora