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La primera vez que Jay desapareció a Jungwon no le importó mucho.

Había pasado ya una semana, una donde cada día descubría algo nuevo de Jay. Se podría decir que el rubio leía mucho o le gustaban los cuentos clásicos. Durante esa primera semana recibía diferentes apodos o era llamado por nombres de personajes; aunque nunca dejaba de ser el príncipe que venía a rescatarlo o ser él quien debía ser salvado.

El miércoles llevó su camiseta roja y fue llamado Caperucita toda la tarde.

El jueves había olvidado la mochila en la casa de Niki donde había ido antes de aparecer en el lugar, había Sido llamado Pinocho. Según Jay le estaba mintiendo y no había ido a la escuela.

—Te convertirás en un burro si no asistes a clase.

—¿Y tú vas a la escuela?.

—Tengo una institutriz. Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.

El viernes habían compartido una tarta hecha por la madre del menor, ensuciaron con migas todo el asiento. Así fue como Jay los nombró a ellos como Hansel y Gretel, para después quejarse porque eran hermanos y no amantes.

—Seria más divertido, ambos perdidos en el bosque. Así no tendrían necesidad de entrar a la casa de la bruja.

—Amantes o no, tendrían que buscar donde vivir.

—No si quedan haciendo travesuras.

—Tendrían frío.

Por algún motivo, cuando dijo aquello Jay palideció y cambio de tema.

El fin de semana se lo pasó en el jardín del chico; era agradable hablar con Jay y sus ocurrencias lo hacían aún mejor. Pasaban horas hablando o caminando por el lugar, corrían hasta que sus cuerpos les pedía un tiempo de descanso, o hasta que la mente del chico tímido le reclamaba que se comportara.

Miraba los rosales con admiración y cariño, las flores estaban en su máximo esplendor y sabía que si no las animaba ahora, muy pronto se marchitan.

No escucho cuando una persona paso por su espalda y con sus brazos lo tomo de la cintura levantandolo del suelo, soltando un grito sorpresa.

—¡Te atrapé ratoncito!.

—¡Jay otra vez no!.

Había olvidado que hacía ahí desde un principio, estaban corriendo, jugando al juego favorito del rubio. “Atrapar al ratón” la primera vez que lo habían jugado le había parecido tonto y sin sentido, aún así se divertía cada vez que Jay gritaba “Soy el gato” Corriendo por el gran jardín.

Lo bajo despacio aún con una sonrisa, lo miro a los ojos. Jungwon nunca sabía cómo reaccionar a esas miradas que le daba el chico, como cada vez desde el primer día se quedaba segundos largos mirándolo fijamente. Se perdía en el tiempo y sus mejillas se enrojecía, hasta que el rubio volvía a la realidad y hablaba.

—¿Quieres algo de comer?.

—Esta bien.

Volvió a desaparecer dentro de la casa y tiempo después salió otra vez para llevarle al menor algo que comer. Cómo lo hacían estos últimos días, se sentaban en la banca blanca más alejada, la cual dejaba ver más detalles del jardín. Disfrutaban de una merienda, unas galletas y un jugo de naranja natural.

Algo que había notado extraño en Jay, era que a pesar del calor nunca se quejaba. Nunca tomaba algo fresco, no usaba hielos en sus bebidas y aunque quisiera invitarlo nunca antes lo había visto salir de su hogar.

Aún así, prefería dejar sus curiosidades ocultas.

—¿Crees que mañana hará frío?.

La pregunta de siempre, cada vez que el sol amenazaba con irse de ahí o alguna nube oscura intentaba esconder la luz del cielo. Una vez más, le respondió como venía haciéndolo.

—No creo, no pronosticaron nada.

Pero esta vez, la sonrisa de siempre no llegó. Es por eso que tomo su mano e intento hacer que se relajara, para su sorpresa funcionó.

Jay tenía razón, aquel día hacía frío. Según las noticias era debido al cambio de clima, el verano estaba a punto de terminar y el frío llegaba de a poco.

Como venía haciendo esos días intentó abrir la puerta que siempre estaba abierta, según Jay era una forma de avisarle a su tío y trabajadores que el estaba en el patio, nunca lo entendió hasta ese día. La puerta estaba cerrada y no había ningún timbre o algo que lo ayudará a preguntar si había alguien en casa, golpeó la madera de la puerta y espero. Se sentía ansioso y algo preocupado, el semblante serio con el que el rubio lo había despedido el día anterior mientras miraba el cielo, no le daba una buena señal.

Un papel blanco sobresalía por una de las bisagras de la puerta, pudo notar la tinta azul con la que alguien había escrito y la tomo.

“Lo siento Jungwon, hoy no podremos jugar. Mañana lo intentaremos"

Pero la pequeña ola de frío se había extendido más de lo planeado, después de todo nadie manejaba el clima ¿Verdad? Y con todo eso, Jungwon no había visto ni una vez la puerta abierta ¿Jay tendría alergia a los cambios climáticos? Es decir, el también la tenía pero muy leve ¿Había engripado? Esperaba que no fuera nada grave.

Esa tarde salió el sol y el día estaba ideal para pasear por un parque con tu pareja, con las manos entrelazadas y compartiendo el tiempo juntos mientras se miraban con dulzura o eso creía el pelinegro. Debía dejar de ver tantas series tailandesas. Se levantó más temprano de lo habitual, el sol en su ventana le daba la bienvenida a un nuevo día.

Mentiría si dijera que se encontraba temeroso con su estado, faltaba solos unos centímetros para ver si la puerta por fin estaba abierta. Tomo aire de sus pulmones y con un ligero empujón la puerta se abrió.

Corrió por el camino de piedras hasta donde un merendero, que hasta ese momento no se había dado cuenta que estaba ahí, Jay estaba con una señora grande que le hablaba y este la escuchaba atentamente. La señora lo vio y le dijo algo al chico frente a ella, este se dió la vuelta y al ver la persona parada cerca de ellos, le sonrió.

Jungwon corrió hasta donde él, abrazándolo por el cuello para no volver a perderlo.

—Te extrañe.

—Solo fueron unos días ¿Qué harás en el invierno?.

—¿Qué?.

—El invierno Jungwon, no estaré aquí cuando llegue.

. ⸙ ° ✧ Primavera ── JayWonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora