Capítulo 10

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Aquella pequeña aniquiladora de exmaridos iba a ser su esposa y él la convertiría en su mujer. Aquella cosita sedienta de venganza obtendría lo que deseaba de Leo, que le entregaría a Kai en una bandeja de plata con una manzana en la boca. Y Leo llevaría su propia justicia un paso más allá.

Jennie, su hijo, la familia de Kai... Sería de Leo.

—Estoy organizando una celebración esta noche en La Cantera —se situó detrás de su escritorio y la aprobación que leyó en la mirada de ella le produjo una satisfacción puramente masculina—. Estoy bastante seguro de que el hecho de que te vean anunciando nuestro compromiso en una reunión pequeña de gente respetable ayudará a mejorar tu imagen. ¿Tú no?

Ella se sentó enfrente de él y pensó un momento.

—Estoy de acuerdo —cruzó las piernas—. Sí. ¿Y cuándo será la boda?

—¿Te viene bien el viernes en el ayuntamiento?

—Por supuesto —sonrió ella.

Leo pulsó el botón del interfono.

—Donna, ¿mis hermanos están por aquí? Me gustaría que vinieran.

—Los llamaré.

Era importante que su prometida conociera a sus hermanos antes de que la prensa se congregara a su alrededor esa noche. Por suerte, su eficaz ayudante los introducía en el despacho pocos minutos después. Ambos sonreían con amabilidad.

—Donna —dijo Leo—. Ten el coche preparado en tres minutos.

—Enseguida, señor.

Leo tomó a Jen del brazo y la adelantó un poco.

—Ya conoces a Bambam, ¿verdad?

—Sí, parecía muy amable.

—No lo es —Leo la acercó a Julian—. Julian John, Jennie Kim.

—Es un placer —musitó Julian, estrechándole la mano.

Leo bajó la cabeza hacia ella.

—Tampoco es amable.

Jen sonrió.

Y cuando Leo vio su sonrisa, pensó: «Soy hombre muerto, igual que Kai».

Cuando Leo la guiaba a través de los pasillos de la planta ejecutiva del San Antonio Daily, Jen pensó con alivio que aquello no iba nada mal.

Cierto que todavía no habían comentado su plan en detalle, pero no importaba.

Jen sabía muchas cosas de Kai. Piedras grandes que cruzar en su camino.

Estaba deseando verlo tropezar.

—Son mis hermanos, pero me vuelven loco. Es algo químico —comentó Leo.

Los empleados los miraban fijamente desde sus cubículos. Jen frunció el ceño.

¿Sabían que pronto se casaría con su jefe? ¿Sabían que era una farsa?

—¿Tu ropa está en el coche? —preguntó Leo.

Ella le lanzó una mirada nerviosa. Quizá simplemente les extrañaba ver a su jefe sonriendo a una mujer.

—Sí.

—Excelente —él asintió sonriente—. Me parece que aquí se especula mucho sobre ti —comentó.

Jen asintió, pues había llegado a la misma conclusión. Pero ahora le preocupaba algo más.

—¿Adónde vamos?

Propuesta de matrimonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora