4. Anthony

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Al volver Steve, estaba en silencio, se lo notaba pensativo.

—Necesitamos tomar muestras de tu sangre, eres lo más cercano en este momento para poder intentar recrear el suero del súper soldado —le dijo Howard—. La Agente Carter lo guiará. 

Él aceptó, y caminó detrás de la mujer, seguido por su sobrina, quien al igual que él, estaba en silencio, intentando analizar todo lo que acababa de pasar.

Siguieron a Peggy hasta una pequeña enfermería, donde Clarisse, fue quien se encargó de extraer doce tubos con su sangre, para luego desinfectar con alcohol los puntos donde clavó la aguja.

—¿Tiene suficiente? —preguntó Steve, desenrollando la manga de su camisa

—Toda esperanza de reproducir el programa, está en su código genético… Pero sin el Doctor Erskine tardará años —se lamentó Peggy, una vez que la enfermera abandonó el cuarto

—Él merecía más que esto —dijo con pena

—Si funcionará solo con usted, él habría sido feliz —aseguró, leyendo unos formularios en su planilla, para luego sonreírle vagamente al hombre serio

Cuando terminaron con los exámenes de Steve, toda una comitiva de hombres de traje estaba esperándolo, para rodearlo y llenarlo de preguntas, y entre ello, el señor Stark le informó que sería llevado a un laboratorio.

—¿Puedo acompañarte? —le preguntó Brooke, quien odiaba la idea de separarse de su tío—. No quiero quedarme con mamá —suplicó

—No puedes, eres demasiado chica —nego Carter

—¿Qué?¿Cómo que no? —preguntó Stark—. Di que sí —le suplicó a la mujer—. Es que mira su carita —Howard hizo un puchero, y la niña lo imitó

—Está bien —terminó cediendo

Ambos celebraron por eso.

Esa misma noche, los cuatro partieron rumbo a un laboratorio secreto en donde seguirían con el proyecto que habían iniciado.

Un general del ejército, acompañado por otros hombres, estaban frente a Howard, quien estudiaba un submarino que habían rescatado del mar, donde quería huir el asesino del doctor.

—Hydra es la división científica nazi —dijo Peggy a los hombres de traje—. Su jefe es Johann Schmidt, pero tiene ambiciones más grandes

—Hydra es casi un culto, veneran a Johann Schmidt, lo creen invencible —dijo

—¿Y qué hará al respecto? —pregunto el senador

—Hablé con el presidente temprano, desde hoy el S.S.R. fue reasignado…

—Coronel —Peggy lo interrumpió

—Llevaremos la lucha a Hydra, prepárese Agente Carter y usted, Stark, nos vamos a Londres —informó—. Y vean que hacen con la niña —pidió, mirando mal a Brooke, quien hasta el momento había estado callada a un lado del técnico

—Señor, si va a ir a buscar a Schmidt, quiero ir —pidió Steve

—Los experimentos van a Alamo Gordo —le respondió de mala manera

—Pero el suero funcionó —se defendió

—Pedí un ejército y solo te tengo a ti… No es suficiente —sentenció

—Con todo respeto al Coronel, creo que olvidamos el objetivo —dijo el otro hombre—. Te he visto en acción, Steve —añadió—. Más importante, la nación te vio —exclamó—. Muestrales… Los reclutas llueven desde lo del nazi y el niño que salvaste… Un gran soldado, un símbolo así no se debe ocultar —lo tomó del hombro y lo alejó del grupo, hablándole al oído

Brooke seguía sentada a un lado de Howard, quien le había indicado que se mantuviera callada en presencia del Coronel, quien no era conocido por su paciencia.

—Supongo que esto es todo —susurró entre dientes

A Brooklyn no le gustaba estar con su madre, porque la mujer no sabía tratarla y no le tenía paciencia; por eso desde que era una bebé había sido criada por su padre y su tío. Incluso el mecánico y la agente, la habían tratado mucho mejor.

—¿Esto es todo de qué? —preguntó el hombre a su lado, encorvandose para estar más a la altura de la niña—. Cuando vuelva seguiremos siendo amigos —le aseguró—. Iba a dártelo en tu cumpleaños, pero creo que esta es una ocasión especial…

Howard se dio media vuelta en su silla, y revolvió entre sus cajones, hasta dar con un peluche en forma de carpincho que había comprado especialmente para la niña.

Brooke miró con emoción el peluche, pues amaba ese tipo de muñecos, y estaba asombrada porque era la primera vez que veía uno de aquel animal que tantas veces había visto en documentales. Se lanzó sobre los brazos del técnico, agradeciéndole por el regalo.

—¿Y cómo piensas llamarlo? —le preguntó, viendo como acariciaba el falso pelaje del muñeco

—Anthony —respondió ella, mirando al hombre—. Una vez leí que ese nombre significa que destaca en todo —añadió—. Y mira, está bonito y puede destacar —exclamó mirando con ternura a su peluche

—Anthony —repitió él—. Me gusta ese nombre.

Y así ambos pasaron el día jugando con Anthony, Tony, de cariño, mientras preparaban todo lo que el hombre debía llevarse a Londres, cuando partiera en la mañana.

—Espero que vuelvas pronto, tío Steve —se despidió la niña, sin querer soltar la cintura de él

—Bueno, entra a la casa —le decía su madre, parada desde el umbral de la puerta

—Te amo mucho, tío.

—Y yo a ti, Brooke.

Y así, ambos se despidieron, con la esperanza de encontrarse pronto.

Brooklyn Barnes • 𝐁𝐔𝐂𝐊𝐘 𝐁𝐀𝐑𝐍𝐄𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora