La Creación del mundo

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Marduk contempló el cuerpo sin vida de Tiamat sin saber qué hacer con él, hasta que decidió partirlo en dos mitades y con ellas creó el cielo y la tierra. Después, para subrayar su legitimidad como sucesor del trono de Ea, Marduk construyó su palacio en el cielo, Esharra, por encima de donde su padre había levantado su residencia en lo alto del “apsu”. A continuación dirigió su atención al cielo y creó las constelaciones, enseñó a la luna su ciclo mensual y creó las nubes de lluvia con la saliva de Tiamat. Acto seguido dio forma a la Tierra con la mitad superior del cuerpo de Tiamat. Para ello hizo que de sus ojos fluyeran el Tigres y el Éufrates, y convirtió sus pechos en sendas montañas de las que fluían torrentes de agua dulce. En recuerdo del combate que mantuvo con la diosa, convirtió en estatuas los cuerpos de los once monstruos de Tiamat y los colocó a la entrada del templo de Ea.

Los dioses estaban encantados con los cambios que Marduk había introducido y no dudaron en reafirmar su condición de soberano de todos los dioses. Así, si en un principio le habían otorgado dicho título como simple medida de emergencia, ahora reconocían su indudable capacidad para llevar a buen puerto el gobierno del universo. Marduk, a su vez, les ordenó construir una ciudad que hiciera las veces de palacio y de templo, y se llamaría Babilonia. Además decidió dar vida a una nueva criatura: «Déjenme poner sangre junta y unos cuantos huesos. Déjenme crear un salvaje primigenio al que llamaré Lullu, ‘el hombre’. Dejen que haga el trabajo más penosos de los dioses de manera que estos puedan holgar a su gusto». Entonces Marduk reunió a todos los dioses y les pidió que dijesen el nombre de aquél que había liderado la revuelta contra Tiamat. Todos señalaron a Qingu, a quien como castigo cortaron las venas. De la sangre que brotó, y siguiendo las ingeniosas instrucciones de Marduk, más allá de todo entendimiento humano, Ea creó la humanidad.

A pesar de haber creado al hombre para cavar las acequias de los campos, los dioses terminaron la construcción del palacio y el templo de Babilonia con sus propias manos. Una vez concluidos, se celebró un banquete en el cual adoraron las armas con que Marduk había derrotado a Tiamat y recitaron los cincuenta nombres del dios, cada uno de los cuales aludía a algún aspecto de su personalidad, de su culto o de sus hazañas.

En ocasiones se menciona un mundo subterráneo donde moraban los muertos, si bien no en las mismas condiciones que los vivos.

ENÛMA ELISHEl:  Mito mesopotámico de la creaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora