Bienvenidos a esta serie de historias cortas donde lo romántico y lo cursi será explorado en el reto de EsDeFanfics.
En este reto voy a abordar diferentes parejas de Voltron, algunas veces usaré Oc's o jugaré con el genderbend. ¡Espero que les gus...
Lance llegó a Nueva York por el sueño americano, desde entonces ha trabajado muy duro para alcanzarlo. Pero bastó una mirada para que todo cambiara en su mundo y sus planes.
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Lance siempre fue un chico aventurero, un bohemio que llevaba una canción en el corazón y una sonrisa en su rostro. Con su encanto hacía que todo el mundo se sintiera felíz y quisiera acercarse a él como una polilla se acerca a la luz. El inmigrante había llegado a la Gran Manzana cuando tenía dieciseís y, ahora con veintiun años, trabajaba duro todos los días para conseguir las estrellas.
El muchacho siempre soñó con ser un cantante, con poder mostrar su música a todo el mundo y que su nombre no se viera olvidado como muchos otros en la historia de la humanidad; consideraba que su destino estaba en la grandeza. Tal vez si era así.
Con tres trabajos lograba mantenerse al margen de las deudas y conseguía un poco para ahorrar. Estaba seguro que en un par de años debería lo suficiente como para grabar su propio disco y poder distribuirlo. Mientras se encargaba de repartir comida durante la mañana, atender la tienda de un amigo en las tardes y ser un camarero en un bar por las noches. A veces también compartía su música en las calles abarrotadas esperando recibir una propina o un aplauso; en muchas ocasiones simplemente eso le trajo problemas con los policias corruptos que buscaban sacarle dinero o joderlo por ser "mexicano".
Si, el sueño americano era una mentira en tantas maneras que estaba agradecido de encontrar buenas personas en su aventura, sino hubiera sido abusado o deportado hace demasiado tiempo. Eso no lo salvó de encontrarse con persobnas que abusan de su poder y privilegio, o peor aún, personas racistas.
Ahora, después de un largo turno nocturno en el bar, va en el metro para descansar el resto del día por esta ocación. Son las seis de la mañana en domingo, así que el metro va casi vacío, tiene su guitarra en su estuche sobre su hombro y una mochila con sus cosas en las manos. Está dormitando, sus ojos rojos y su piel fria por culpa de no dormir casi nada en dos días. Lo único que quiere es llegar a su departamento a las afueras de la ciudad, en un pequeño barrio lleno de inmigrantes como él y dreamers que buscan una mejor educación. Para cuando está caminando por las bellas calles de su barrio peligroso, la vida apenas comienza, las tiendas comienzan a abrir y el sol ya ilumina su camino. Ve unos cuantos amigos y los saluda, algunos hablan solo el español y otros hacen una extraña combinación.
Abre la puerta principal de su edificio y comienza a subir las escaleras, sus vecinos parecen ya ir despertando, al menos la mayoría. Para cuando entra al fin a su diminuto departamento compartido por fin se siente feliz. Deja sus cosas en el sofá viejo y se dirige a su cuarto sin saludar a su primo que se está sirviendo café en la cocina.
Por fin en su cama se permite cerrar los ojos y olvidar todo lo demás.
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