El fin

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Salió corriendo camino a su casa. Al entrar, se percató de que no había nadie, ya que no había luces encendidas. Su madre había salido a una cena de trabajo. Por el dolor se le olvidó. No pensaba en otra cosa, más que en lo sucedido hace unos momentos. Cuando entró sólo se recargó en la puerta, temblando. -Prometió jamás dejarme ir.-se dijo a si misma.

Hace unas semanas estaban felices, demostrando su amor el uno al otro, tanto con palabras como acciones; pero hoy fue todo lo contrario.
Estaban en un parque. Él no le tomaba la mano, hasta parecía querer alejarse de ella. Ya lo notaba raro días atrás, pero hoy estuvo completamente distante. Llegaron a una banca y se sentaron. Ella estaba preocupada por lo que él iba a decirle; en el fondo ella lo sabía, sabía que era el fin, hasta que él cortó el silencio.
-Lo siento -dijo él.
-¿Porqué?
-Por no haberlo dicho antes. Se que me quieres. Lo veo en tus ojos, todo el tiempo y lo agradezco, pero yo... No sé qué ocurrió exactamente, no sé qué falló, pero lo que siento ya no es como antes. Ya no logro verte de la misma manera. -Ella sólo pudo escuchar, porque si emitía palabra alguna se le cortaría la voz y solitaría en llanto. «Que te ardan los ojos, si quieres, pero no derrames ni una puta lágrima.» Se dijo para sus adentros y al final solo consiguió decir: -No lo sientas. Siempre falla algo en mí. - Y fue entonces cuando se alejó y echó a correr.

Era todo lo que pensaba, era todo lo que su retorcida mente le permitía pensar. Estaba devastada. Sentía un gran hueco en su pecho, como si una parte de ella muriera, se sentía vacía. Fue hacia su habitación, sentándose al borde de la cama. Miró a la ventana. Ya era como un reflejo involuntario. Siempre que llegaba tarde a casa, lo primero que hacía era mirar a través del cristal de la ventana para contemplar el cielo nocturno. Las hermosas estrellas, las cuales creía que cada una contenía una historia diferente. Algún deseo, alguna mirada desahogando el dolor del alma en cierta estrella. Y ahora una de ésas historias, sería la suya. Ella siempre tenía en mente una pequeña frase: "nada es por siempre", y no creyó momento más perfecto para encajar con ésta. Volteó a los lados como para asegurarse que estaba sola; y hasta entonces, se permitió llorar.

Nada es por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora