Capítulo 1

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Un año después de lo sucedido, Dave se encontraba en el patio trasero de su casa. Dicha casa quedaba a varios kilómetros del pueblo más cercano; a Miare le gustaba la tranquilidad, y el bosque alrededor le parecía una inspiración perfecta para sus pinturas. Bebía whisky con hielo, tenía barba y lucía completamente desaliñado. En la mesa, junto a aquella botella, se hallaba un documento del trabajo; él había sido despedido. Dave miraba constantemente hacia la piscina. A Miare le encantaba darse un chapuzón cada fin de semana acompañada de sus amigos: Mario y su esposa Jessica eran los más cercanos. Jessica era una buena amiga, pero no le caía lo suficientemente bien a Miare como para contarle sus íntimos secretos. Mario era una buena persona, siempre le fue leal a Dave; sin embargo, no sabía mucho de cómo hacer que una persona se desahogara con él. Dave lo detestaba de todas maneras; nunca sabía qué decir.

Un auto había aparcado frente a la casa de los Brown. El ruido del motor delató la presencia de Mario. Dave ya lo tenía registrado. Ignoró por completo la presencia. Mario tocó el timbre. Al no recibir respuesta, decidió darse vuelta e ir detrás de la casa. El auto de Dave estaba aparcado, así que él no habría ido a ningún lado.

—Dave. Soy yo—decía Mario.

Se acercó con una bolsa del supermercado; le había traído cosas a Dave. Él simplemente seguía mirando hacia la piscina, sin decir ni una palabra.

—Amigo—Mario dejó las cosas sobre la mesa y vio la carta de despido. La tomó con la diestra y luego la dejó de nuevo en su lugar. Se acercó a una de las sillas y se sentó, mirándolo solo a los ojos—. Hermano, no puedes seguir así. Debes mirar hacia adelante.

Dave lo miró a los ojos; se le veía confundido, Mario lo notó.

—¿Qué haces aquí?—preguntó Dave, sonando antipático, sin ganas. Miró su vaso de whisky y bebió un trago.
—Te traje carne, pescado, todo lo que te falta.
—¿Y Miare?

Mario suspiró; hablar de Miare lo tenía harto, también trataba de superarlo. Para Dave, las cosas son difíciles. Sus ojos empezaron a brillar.

—Ya hablamos de esto, amigo.
—Tú hablaste.
—Hablé contigo.
—¿Y quién te crees que eres?
—Soy tu amigo, Dave. ¡Soy tu maldito amigo! —vociferó.

Dave lo miró, observó las bolsas. Se puso de pie y se acercó a ellas.

—Tú sabes que aquí estoy—hubo un silencio. Mario se acercó un poco más tirando de su silla—. Jess está... preocupada por ti.

Dave bebió su whisky por completo, empezó a llenarlo de nuevo, le puso un cubo de hielo más. El resto se derretía ya. Le pasó el vaso a Mario.

—No, Dave. Tengo que conducir—rechazó él. Dave decidió beber.
—¿Cuánto te debo por lo que trajiste?—preguntó Dave, dejó el vaso nuevamente y se sentó. Mario negó con la cabeza.
—No es nada—respondió. Mario sacó un cigarrillo de su cajetilla y lo encendió. Era fumador desde joven—. Ahora que estás desempleado, ¿qué piensas hacer? No puedes estar así, Dave. Habla conmigo.
—¿Qué quieres que te cuente?
—¿Por qué te despidieron?

Dave observó su nota de despido y la leyó. No le había prestado atención desde que lo despidieron.

—Aquí dice que fue por faltas y bajo desempeño.
—Amigo, con todo respeto: No puedes estar así toda tu vida. Miare querría que siguieras adelante—a Mario le dolía ver a Dave de esta manera. Rendido ante el alcohol, sin cuidarse, sin hacer nada al respecto.

Hubo varios segundos de silencio. Dave se puso de pie y decidió irse adentro, dejando todo lo que estaba afuera. Mario se sintió bastante ofendido, sin embargo, ha hecho demasiado por él. Se puso de pie y decidió retirarse, dejando todo allí.

Crimen: La suplente | #1 (EN REVISIÓN | CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora