Capítulo 4 (final)

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—Estamos investigando la desaparición de una mujer. ¿De casualidad le suena el nombre Hannah Hanson?
—No, la verdad, no. Bueno, el nombre sí, conocí a una mujer llamada Hannah—le dijo Dave. El oficial asintió, le mostró la fotografía de Hannah que fue capturada por las cámaras de seguridad del restaurante.
—¿Ella?
—Sí, la solía ver en el restaurante donde iba a cenar. ¿Desapareció? ¿Cuándo?
—El sábado por la noche, el esposo dice que no llegó a casa. Encontramos su auto a un par de kilómetros de aquí y estaban todas sus pertenencias.
—¿Y hay algún sospechoso?
—Por ahora, no hay nada. Nos gustaría que nos llamara en caso de que tenga alguna información.
—Claro, oficial—el policía vio la cámara que se encontraba arriba.
—¿Esa cámara apunta hacia la carretera?—preguntó. Dave salió y observó la cámara, en efecto, sí.
—Sí.
—¿Podría otorgarnos la grabación de esa cámara? Así corroboramos las horas en que el auto pasó por aquí.

Hubo un silencio, Dave no sabía qué responder, miraba al oficial casi sin expresión alguna. Pero le helaba la sangre.

—Las grabaciones se borran luego de veinticuatro horas. No es de las que graban por una semana o más—mintió. El oficial asintió con la cabeza, decepcionado.
—Bien, es una pena. Lamento molestarlo, señor Brown. Mejor que se vaya cuidando, por si acaso.
—No es nada. Igual usted, gracias oficial. Espero que tengan noticias pronto.

Los oficiales subieron a la patrulla y se retiraron, Dave cerró la puerta, el corazón se aceleraba a mil por segundo. Hannah lo estaba mirando desde arriba. Ella había escuchado toda la conversación de los oficiales con Dave.

Él la vio y empezó a subir perezosamente por las escaleras, se lo notaba bastante exhausto, y no físicamente.

—Dave...
—Debiste huir, llamar a la policía y evitarte esto.
—Es mi decisión ahora, ¿verdad?
—Ahora lo es.
—Ya decidí.
—¿Qué?
—Sigo aquí.

Él suspiró hondamente, seguía sin comprender por qué precisamente ella seguía ahí. Se sentía enfermo, y de verdad se sentía como un psicópata.

—Estoy jodido, ¿no?—preguntó él. Hannah acarició sus mejillas.
—Hablemos de todo esto.
—¿Estoy jodido? ¿Qué es lo que me ocurre? ¿Por qué hago esto?—preguntó. Eran literalmente cuestiones que Hannah, más que nadie, podía responder.
—¿Crees que estás enfermo?
—Maté a mi mejor amigo, me arrepentí, le lloré, lo enterré. Secuestré a la mujer de la cuál estoy enamorado desde hace tiempo, estoy muerto por dentro. ¿Me preguntas si de verdad creo estar enfermo? ¿No te parece obvio?
—Creo que necesitas soltar lo que te hace sentir encerrado, Dave.
—Tú sabes de esto, ayúdame. Dame un diagnóstico, dame una respuesta.

Hannah sabía perfectamente que la única manera de ayudarlo era sabiendo la verdad. Pero para eso, él debía dar ese gran paso. Ella lo llevó a la habitación, él estaba confundido, quería una respuesta a su petición.

—Quiero que hablemos, y esta vez con la verdad, desde el principio. Sigo aquí porque quiero ayudarte, porque me... caíste bien, y de verdad... me interesa saber lo que sientes.
—Te diré la verdad, solo pregúntame.

Se hizo una pausa, Hannah estaba muy nerviosa. Él no sabía que Hannah se había metido al armario y tampoco lo dedujo al verla vestida solo con un camisón.

—¿Quién es Miare exactamente? ¿De verdad existe?—la pregunta fue directa. Hannah demostró su verdadero sentimiento a través de sus expresiones faciales: estaba muy triste. Quería saber la verdad que le aterraba. ¿Por qué Dave hacía todo esto? Pero debía entender el principio. Él bajó la mirada, Hannah vio caer una lágrima de sus ojos.
—No sé, no estoy seguro, ya no sé qué es real y qué no—respondió.

Crimen: La suplente | #1 (EN REVISIÓN | CORRECCIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora