◾️ Volúmen I : Primer año◾️

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Volúmen I 

«Hospital de River Hill, primer año»

—¿Doctor, estoy bien? —el chico tose con fuerza, la palma de la mano está llena de una flema con sangre.

El doctor se mantuvo en silencio un momento.

—Me temo que no, Jean —el doctor era un hombre mayor, con el pelo ralo y cubierto de canas, su cara estaba llena de experiencia—. Te hemos detectado cáncer de pulmón.

El chico se quedó mirando al doctor, no sabía que decir. De sus ojos color cafés brotaron unas lágrimas rápidas, las cuales limpió con el dorso de la mano. Estaba allí, en la cama del hospital, recostado sobre la almohada, mirando al doctor, pero pensando en todo lo que le faltaba por vivir, en todo lo que le faltaba por sentir.

El chico seguía sin hablar y su rostro estaba demacrado por la noticia.

—¿Te encuentras bien? —preguntó el doctor.

—Sí, sí —dijo volviendo en sí, se había perdido en su mente—. ¿Qué tan grave es? —dijo temiendo la respuesta, la sabía desde antes de preguntar, pero quería estar seguro.

—Estás en fase terminal —dijo el doctor e hizo una pausa—. Te queda un año de vida.

La respuesta del doctor le entró a Jean en los oídos como una daga directa al corazón, sentía la respiración pesada, los músculos de la cara los tenía cogestionados, la mirada perdida nuevamente, y el viaje por los recuerdos de su corta vida.

Todo fue viniendo a su mente, desde que era un chico y sus padres perdieron la vida en un accidente de auto, cuando estaba con su abuela en las tardes de domingos, o cuando fue por primera vez a la secundaria.

Los recuerdos dolían, dolía saber que no volvería a crear nuevos recuerdos, solo sabía una cosa con certeza; la vida es un asco.

—¿Cómo? —fue lo único que pudo decir, seguía en shock.

—Verás, debido a el defecto genético que heredaste de algún familiar, se te aceleró con mucha velocidad el cáncer, es la primera vez que veo un caso así. Debo admitir que nunca imaginé que un joven de veinticuatro años, que no fuma, se ejercita y come saludable, llegase a tener cáncer pulmonar en fase terminal. Lo siento mucho, Jean —agregó el doctor.

Jean se perdió cuando el doctor empezó a hablar sobre el defecto genético, no tenía fuerzas para prestar atención a nadie, solo quería estar solo, en paz.

—¿Me has entendido? —agregó el doctor.

—Sí, claro, gracias doctor.

Tuvo que pasar toda la noche en el hospital. Le era imposible pensar en siquiera dormir, su cerebro solo se podía centrar en la horrible noticia que había escuchado. Con la cabeza en la almohada y la vista en el techo, dejó salir algunas lágrimas en silencio.

Se sentía solo, sin esperanzas y arruinado. Finalmente quedó dormido y soñó, soñó que todo era una simple pesadilla y se iba a terminar en cuanto despertase.

A la mañana siguiente le dieron de alta. Con calma, recogió todas sus pertenencias y salió del hospital.

«¿A qué espero, nadie va a venir a recogerme?», pensó mientras estaba con su maleta parado en la entrada del hospital, miraba la calle y las personas que caminaban por las aceras, sentía envidia de esas personas.

Cogió un taxi que lo llevó hasta su apartamento. Era en el tercer piso, no se sintió con ganas de subir las escaleras, así que tomó el ascensor.

Sed de mentiras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora