Capitulo 1

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No importara cuanto lo intente, no importa cuanto desee cambiarlo, nada podría nunca alterar el resultado, fue nuestra la culpa de la tragedia que nos arrebató aquello que amábamos, te arrebato a Anastasia, te arrebato a tu hijo, te quitaron todo lo que amabas y lo único que hice fue dejarte caer en ese horrible infierno. No importa cuánto me esfuerce, sigo viendo tus ojos esperando que te dijera que hay una forma de resolverlo todo, de que no te dejaría lidiar con todo tu sola.

Arrasaría el mundo por ti y por Ana, por Mary y Yuri, pero todo empezó a derrumbarse más rápido de lo que podía manejar, e hice lo que considere correcto. Que queda de nosotros en el ahora, que tanto perdimos de nosotros aquel día, que tanto queda de nosotros. Nunca me vi como un humano, sino algo un poco menos que un monstruo, a veces me pregunto qué tanta razón tendría mi madre sobre mí.

La luz del sol me daba justo en los ojos, despertándome del estupor del mediodía, había recibido demasiadas heridas y necesitaba recuperarme.

Logré escapar antes de causar una gran conmoción, en mis manos tenía la dirección del bar conocido como la llama de Prometeo, la llave para empezar a solucionar los problemas que habían comenzado a perseguir a Esme, tenia que lidiar con ello lo más rápido que pudiera, y por toda la información que conseguí, desde Nepal a Alemania.

El bar es un nido de información de todo tipo, y con un alcance sin precedentes en el mundo político, pues quien lo dirige parecía tener contactos en cada estrato de la sociedad. Sin duda era la oportunidad para enfrentarme a quienes cazaban a mi protegida y amenazaban la poca familia que le quedaba.

Mientras caminaba por las calles de Pléyades siguiendo las indicaciones, podía ver el esqueleto de los rascacielos que un día se alzarían por toda la ciudad, a través de ellos pasaban los pocos rayos de luz entre las oscuras nubes y la polución. Poco a poco, el nacimiento de una ciudad comercial libre de gobiernos estaba comenzando, un gran proyecto que se inició después de la tercera guerra mundial.

Cada día había más gente atestando las calles, más comercios y edificaciones se hacían visibles, grandes compañías compraban el terreno para sus nuevas sedes en la ciudad. Pero ya había visto las zonas mas oscuras de este proyecto, y la rabia sangrienta, lentamente se extendía por los recónditos espacios olvidados de una ciudad en pleno nacimiento.

Entre giros, cruces y callejuelas, lentamente me acercaba al mayor tesoro que proporcionaba la ciudad, poco a poco se podían ver los viejos edificios extremadamente deteriorados, al punto de desmoronarse, las calles llenas de baches y huecos, las aceras quebradas y terriblemente agrietadas, farolas dobladas por la corrosión y viejos choques. Un grafiti adornaba un trozo de pared solitario que separaba a un terreno baldío del resto de la calle con un mensaje. "Bienvenidos a Oldtown".

Desde los destartalados comercios, a las abandonadas edificaciones, apenas se podía notar algo de vida, este sitio era un tétrico pueblo fantasma, que me daba la bienvenida, un semblante de algo maravilloso que con las tragedias y años quedo como un lúgubre reflejo de su antiguo ser. Pero finalmente, entre la trágica apariencia de esta parte de la ciudad y las ausentes señales de vidas, había llegado a mi destino.

Un letrero de madera, tenia escrito "La llama de Prometeo, bar y hogar de dioses" Las paredes de madera oscura, vidrios polarizados y vitrales con rosas adornaban el exterior, un pequeño mesón solitario de madera tenia un jarrón simple que dentro de el contenía una rosa roja.

No dude mucho, solo tenia que entrar, solo debía hablar con el dueño y hacer un trato, ya había hecho varios en el pasado, no era tan difícil. Apenas me acerque a la puerta, el aroma del ron era notable desde fuera, casi como su hubieran tirado una botella al pie de la puerta.

Tome la manilla y la gire, la puerta se abrió chirriando mientras lo hacía, hasta que finalmente estaba dentro del bar, antes de oír una pistola ser amartillada, apenas pude vislumbrar una silueta sentada en la barra. No tuve tiempo para reaccionar, un terrible dolor al costado de mi cabeza, el desvanecimiento repentino y el sonido de un disparo, todo fue demasiado rápido.

No se cuanto tiempo me tomo recuperarme, el tiempo variaba, la herida de mi cabeza se había cerrado, aun así, mi rostro estaba manchado de mi propia sangre, sentía todo mi cuerpo entumecido, no podía oír más que un horrible zumbido en mi oído derecho. Oía susurros, mis ojos apenas podían diferenciar luces y sombras. Aunque mis sentidos estaban hechos un desastre mi capacidad para hablar aun servía, y no pude evitar soltar un comentario inconscientemente.

–Su suerte para los problemas es contagiosa. –dije en lo que supongo fue voz alta, pues los susurros se detuvieron en seco. –Si estoy vivo, no están locos. Siempre causo esa reacción.

–¿Como es posible? Te dispare en la cabeza, deberías estar muerto.

La voz era masculina, temblorosa en su tono, posiblemente estuviera asustado de ver a un muerto hablarle.

–Y fue un buen tiro, no tuve ni tiempo de reaccionar.

Oí algo caerse violentamente, al tratar de moverme me di cuenta que estaba en una silla, amarrado tanto en las muñecas, como por los tobillos.

Mi vista ya estaba mejor y podía ver tres siluetas a mi alrededor, dos hombres y una mujer, quien estaba sentada justo delante mío. Apenas podía ver los detalles, apenas podía notar los colores, pero estaba seguro de que sus ojos eran dorados, como si fueran oro puro. Su sola presencia me causo nervios, a pesar de mi condición, me empecé a sentir inquieto ante la presencia recién descubierta de esta mujer.

Hubo silencio por varios minutos, mientras mi vista volvía a ser la de antes podía notar mas detalles, como que sus ojos dorados me observaban vorazmente, como un depredador que miraba a su presa, sus cabellos Bermellones, parecían un mar de fuego. Pero lo mas aterrador era su sonrisa, sentía que en cualquier momento me podría devorar.

Habían pasado años, décadas desde que me había sentido nervioso, pero ella logro traer un montón de sensaciones olvidadas por la experiencia y el sufrimiento, el miedo primordial a lo desconocido era lo que me hacia temblar ante su presencia, solo podía preguntar una cosa ante toda la incomodidad que crecía en mí.

–¿Quién eres?

La pregunta, me hizo anticipar todo tipo de respuestas por parte de ella, pero su voz rompió todas las expectativas con una sinceridad en una respuesta paulatina y calmada.

–Soy Apollyon, la dueña de la flama de Prometeo. Un placer conocerlo señor Bern Krause, o debería llamarlo "El perro de caza de los Boldayeva". Lo estuve esperando.

Su siniestra sonrisa helo mi sangre, ante mi estaba un abismo insondable y el comienzo de una nueva pesadilla para mi y todos aquellos relacionados a Esmeralda.

La llama de PrometeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora