||Lucifer||

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Lucifer esperaba pacientemente que Diavolo saliese de aquella reunión con los ángeles. Después del primer éxito con Melanthe (en su opinión, demasiado exitoso), Diavolo habia querido aumentar el número de humanos en el intercambio y, por ser justos, el de ángeles.

Los humanos habían llegado hace algunos días, tres. Además de Salomon y Melanthe, eso hacían cinco humanos que potencialmente podían morir para el día siguiente. Con lo entusiasta que estaba Diavolo, no quería ser él el que arruinara la fiesta.

Era una receta al desastre. Eso era seguro.

Sus dedos trazaron las líneas en su brazo que él tanto conocía. Desde su nacimiento llevaba grabada en su piel una espada demasiado familiar para él y a la vez extraña. Una katana rodeada de flores, para ser exactos. Algunos tatuajes de almas gemelas indicaban cómo se conocerían ambos. Otros llevaban marcado en la piel alguna característica que remitiera a sus compañeros.

Él realmente deseaba que la espada japonesa no fuera el primer caso y conociera a su compañero eterno justo cuando este intentaba matarlo. Sería casi trágico. Aunque debía admitir que para él podría ser gracioso que su compañero intentase matarlo. Interesante el solo pensamiento que tuviese la habilidad para hacerlo.

En el Devildom, había una regla primordial respecto a los compañeros si estos resultaban ser humanos o ángeles. No podían atacar o ser devorados si se tenía conocimiento que fueran compañeros de un demonio. Era una ley absoluta. Diavolo se había encargado de que se promulgara en el consejo demoníaco, debido a la gran desesperación y dolor del demonio que llevaba a la locura cuando este perdía a su pareja. Siendo humanos, algunos demonios habían muerto por mano propia, semanas después de que sus tatuajes se hubiesen desvanecido, prueba de que el humano había muerto.

Lucifer a veces se preguntaba si la razón por la que no había conocido dicha persona era que no era un demonio. El solo pensamiento lo hacía estremecer del disgusto, especialmente si era un ángel. Los humanos eran débiles y morían por casi todo. Los ángeles... Ah, simplemente ni siquiera quería pensar lo que pasaría si era uno de esos seres.

"Lucifer..." Diavolo lo llamó desde la puerta con media sonrisa. El futuro rey de los demonios parecía querer terminar esa reunión pronto, los ángeles estaban preocupados por los humanos y por sus propios pares, y eso sólo los hacía un poco irritantes. "¿Podrías hacer que traigan a los humanos para que puedan disipar todas las dudas y preocupaciones posibles? "

"Por supuesto." Él salió de la habitación rapidamente tecleando a sus hermanos. Melanthe probablemente estaría con Beel. A Solomon le envió directamente un mensaje para que se acercara al salón del consejo. En cuanto a los tres novatos, mandó a Mammon y a Satán, aunque ninguno de los dos parecía dispuesto a cumplir con lo que mandaba.

Se acercó a la ventana más próxima que daba al patio. Era el camino más directo al edificio del salón así que era el más probable que sus hermanos, Solomon o los humanos tomarían para llegar allí.

Solomon fue el primero en llegar con una sonrisa afable. Siempre que estaba a su alrededor sentía que el humano buscaba formas para forzarlo a hacer un pacto con él. Eran ojos codiciosos que ansiaban más poder.

"Me crucé con tus hermanos al venir, al parecer uno de los chicos faltaba." Solomon miró por la ventana junto con él. "Oh, mira allí vienen Beel, Melanthe y otra humana."

Sus ojos captaron el movimiento y, por uno segundo, Lucifer sintió que dejaba de respirar. Todo el universo se detenía frente a la chica en uniforme que trataba de llevarle el paso a Beel. Sintía su corazón latir tan fuerte dentro de su pecho que temía que Solomon fuese a escucharlo y conocer el extraño efecto que tenía la humana en él.

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⏰ Última actualización: Aug 04, 2022 ⏰

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