DOS

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Se recostó sobre el respaldo del banco y dejo que su cuerpo se deslizara por el asiento. Cerro los ojos para sentir mejor el calor del Sol sobre el rostro. Podía notar como todo su cuerpo comenzaba a calentarse. Recorrió mentalmente cada centimetro y sus pies se relajaron dentro de las zapatillas de running. Aflojó los gemelos, cansados luego de correr los diez kilometros diarios. Lo mismo hizo con sus muslos, siempre habían sido objeto de miradas y piropos, firmes gracias al entrenamiento y la genética familiar heredada de su madre. Sin lugar a dudas Erika Shawn era la mujer más hermosa de la ciudad, o al menos eso aseguraba su padre. Incluso ahora que estaba por cumplir sus sesenta años Cloe la veía con la misma admiración que cuando era una niña. Algo había en ella, algúna clase de mágia que la volvía más bella con el paso del tiempo.

Una gota de sudor le recorrió el abdomen, y la devolvió de sus pensamientos. Descendia de entre sus pechos y le hizo cosquillas. La lycra del sosten deportivo era cómoda pero la hacía transpirar de más. Decidió dejar que la gota continuase su rumbl hasta perderse en su ombligo, sabía que Roy Sandler la estaba espiando desde la cabaña de los guarda parques y de alguna forma la reconfortaba. Hasta las personas más humildes necesitan una caricia a su ego cada tanto. No es que Cloe tuviera baja la autoestima, el hecho de cómo otros la vieras siempre la había tenido sin cuidado, los estudios y el atletismo fueron sus prioridades siempre y nunca se halló cómoda en el juego del coqueteo o las relaciones con los muchachos. Maia le repeochaba desde siempre que no aprovechara sus "regalos de la naturaleza".

-¡Yo debo pasar días recorriendo tiendas para encontrar el jean que me haga ver el trasero lo más redondo posible, mientras que tu lo logras con el pantalon pijama!- Le gritó entre lágrimas una noche de ira cuando Cloe intentaba levantarle el ánimo.

De alguna manera nos es difícil valorar aquellos "regalos" que la vida nos dió, cuando los hemos tenido desde siempre. Cloe por su parte envidiaba la facilidad de Maia para relacionarse con el mundo. A su amiga parecía no costarle en lo absoluto sumarse a un nuevo grupo, sea de estudio, de trabajo, en una colonia de vacaciones o en un crucero. Como tampoco le importaba acercarse provocativamente a hablar con un chico si le gustaba. Cosa que para Cloe siquiera era una opción. Los nervios hacían que se le trabaran las palabras, le costaba pensar con clarifad y sentía como su corazón se aceleraba. En el baile de graduación Mark, el chico que le habia gustado durante toda la preparatoria la invito a bailar. Sus rodillas se aflojaron y no pudo aceptar la invitación, el recordar como se quedo muda tan solo mirándolo todavía le generaba vergüenza. Sonrío al notarlo y abrió los ojos, era hora de volver.

La mañana se pasó en un abrir y cerrar de ojos, el escritorio de Cloe estaba lleno de pequeñas hojas adhesivas con anotaciones. Solía ser mucho más ordenada que eso pero el análisis de rentabilidad de Winston & Churchill era el trabajo más grande que le había asignado hasta el momento el Rey Arturo, como les gusraba llamar a Maia y ella al Sr. Ferguson Jr. el menor de los cinco hermanos Ferguson. Sin dudas una de las familias más influyentes de la ciudad.

- Maia, deberías saber que sin importar cuanto te esfuerces en rechazarlo, Mick seguira invitándote. Lo que no comprendo es por que no aceptas salir con el. Sin dudas es el mejor partido que has tenido en los ultimos años. ¿O debería decir en toda tu vida?
- Sabes que eso no es cierto, no pienso salir con una persona que usa medias a cuadros y se ata el pulover a los hombros. ¿Se cree que salió de una publicidad? Con el peinado siempre perfecto. Además odio el perfume que usa. No, definitivamente no podría.

Cloe apartó la vista de su trabajo por primera vez.
-Sabes que esas son la peores excusas que te he escuchado hasta ahora.

Maia iba a responder cuando se abrió la puerta del ascensor y vieron entrar a Mick. Cloe giro para ver a su amiga pero ya no estaba. Su silla había quedado girando y la punta del taco rojo asomaba detras del escritorio. Cloe reprimio una risa y le susurró a su amiga que regresara. Mientras Mick avanzaba hacia ella.

- Hola Cloe.
- Hola Mick ¿Que te trae por aquí?- Preguntó Cloe intentando disimular.
- Buscaba a Maia, pensaba que tal vez podríamos almorzar juntos. Pero veo que ya salió.
-Si es una lástima, salió temprano, pero estoy segura de que le hubiera encantado almorzar contigo.-
-Si... No estoy tan seguro. Si puedo serte sincero Maia logra desconcertarme, cuando estamos juntos por momentos creo que hay algo pero cuando intento invitarla siento que me evita. Realmente no se como manejarme con ella. - Sonrió por algún pensamiento que no dijo en voz alta y continuó.- Gracias de todas formas, no le digas que vine por favor.
- Bueno, puedes quedarte tranquilo que no se enterará por mí.

Mick saludó con la mano, dio media vuelta y volvió por donde habia llegado. Cloe miró a Maia que aún detras del escritorio se agarraba la cabeza.

-¿Hasta cuando piensas seguir evitando salir con el único hombre que te quiere bien? Una persona puede pasar su vida evitando el amor, pero realmente...¿ No vale lanpena arriesgarse?

- Si ¿Y que te rompan el corazón en mil pedazos? Sabes lo que le pasó a Terry, y a mi madre, y a mi tía y a la amiga de mi tía ¡Hasta a mi abuela la engañó mi abuelo!

-Maia, entiendo que parezca una maldición familiar, pero que ellas no hayan podido tener una pareja feliz no significa que tu no puedas lograrlo también. Míra Maia, un psicólogo podría analizar a cada mujer de tu familia y explicar por qué se han repetido las unas a las otras. Por qué todas han elegido como pareja a patanes, malnacidos, estafadores o mujeriegos. Pero ninguna de ellas errs tú.

Maia terminó de alisar su pollera, y no se animó a mirar a Cloe a los ojos. Simplemente tomó sus cosas y se fué.

Aquel día paso más lento de lo que Cloe hubiese querido. Hacía días que se quedaba después de hora en la oficina y esta vez directamente la habían echado. Harry el encargado de limpieza le avisó que la seguridad cerraría el edificio y que si no salía debería quedarse a dormir.

Llegó a su casa pasadas las diez de la noche, en la barra de la cocina la esperaba un plato de pasta fría. Lo calentó al microondas mientras su mirada se perdí por la ventana. Afuera el viento mecía los árboles y los arbustos que separaban su casa con la del vecino. Se sentó a comer y buscó en Netflix, Tipe Bold. "Un capítulo y a la cama", pensó. "Mañana será otro día".

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⏰ Última actualización: Jan 24, 2022 ⏰

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