UNO

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Los últimos días del invierno iban dejando sus rastros derribando las pocas hojas secas que quedaban en los árboles. En la ciudad las estaciones pasaban desapercibidas para la gran mayoría. Solo unos pocos poseen la sencibilidad suficiente como para apreciar el cambio en los tonos del pasto, los brotes que tímidamente comienzan a aflorar en las ramas de los árboles y arbustos. La calidez de los rayos de Sol en el rosto. Poco a poco el mundo muda sus ropas y se prepara para la nueva estación.
Cloe amaba la primavera tanto como el otoño. Ella se sentía viva en las estaciones más sutiles. Aquellas donde las emociones eran suaves, sin el frío intenso del invierno ni el calor sofocante del verano. Disfrutaba enormemente de perderse entre los senderos del parque principal y sentarse bajo algún árbol a leer o escribir.

El parque principal era el corazón de la ciudad, con una extención de casi cinco hectáreas, se asemejaba a un pequeño bosque surcado por senderos que lo recorrían como venas. Angostos pasajes que se perdían entre viejos y hermosos árboles de hojas verdes en todos su tonos, rojas y plateadas. En su centro el paisajista del rey Aldo Tamagno había imaginado un lago con una pequeña isla que con el tiempo se convirtió en un santuario para centenares de aves.

La vida en Saint Louis giraba en torno al parque Central. Al inicio de cada primavera, en el extremo Norte junto a la gran fuente, el alcalde daba sus discursos de verano y ahí mismo se festejaba el concurso de Navidad. Sin dudas esa era la fiesta preferida de su familia. El armado de un inmenso árbol navideño era un tema de chismes para todos, la decoración estaba a cargo de la asociación de damas de la ciudad. Planificaban durante tres meses antes todo, vada borlaz cada adorno, todo era pensado y elegido con detalle. La mamá de Cloe estaba dentro del consejo de Navidad, amaba pasar las tardes con aus amigas planeando las fiestas.

Para Cloe el parque representaba mucho, era el lugar favorito de sus padres, allí se conocieron, allí se enamoraron y ella presume que tambien fue allí donde la concibieron.

Su padre luego de recibirse de guardaparque fue designado como cuidador adjunto del parque y con el paso del tiempo el viejo Jack tuvo que jubilarse y lo dejó a cargo. Sin dudas su amor fue transmitido tanto a ella como a su hermano Claud. Claud pasó literalmente toda su infancia en el parque, junto a sus dos mejores amigos. Al terminar el colegio ingresó al cuerpo de guardaparques y hacía menos de un año que había logrado recibirse con honores lo que le valió la posibilidad de elegir a donde quería ser asignado. La decisión la tenía tomada desde los ocho años y sin pensarlo solicitó ser adjunto de su padre. Ahora ambos vivían el sueño de sus vidas y se dedicaban a cuidar el Central Park de Saint Louis. Asi era como lo llamaban entre ellos.

-¡Cloe! ¿Donde dejaste las revistas de National Geografic?

-Las dejé justo donde estaban. Debajo de tu cama.

Claud solía levantarse dos horas antes de lo necesario para salir al trabajo. Sin sacarse el pijama hacía cincuenta flexiones de brazos, doscientas abdominales y treinta flexiones más colgado de una barra que había instalado en el marco de su puerta.
Luego se daba una ducha y se cambiaba. Al salir del baño se cruzaba con la peor versión de una Cloe recién despierta que pacientemente esperaba tras la puerta medio dormitando contra la pared. Claud sabía que no debía hablarle a esa extraña persona hasta que su verdadera hermana no saliera del baño renovada, con la cara lavada y su hermosa sonrisa. Cualquieta que intentase interactuar antes con Cloe podría salir gravemente herido.
Ambos desayunaban juntos. El adoraba prepararse un café con leche con dos tostadas de pan integral que llenaba a rebalsar de queso untable y a las que luego les agregaba copos de maiz, rodajas de manzana y pera. Nadie entendía como esa combinación no lo dejaba todo el día sentado en el baño. Pero el insistía en que aquello era el desayuno perfecto de todo guardaparques. Una fuente saludable de energía que le permitía estar alerta. Mientras desayunaba leía y releía su colección de revistas de la National Geografic, y aquella mañana no encontraba el número que su hermana le había pedido prestado la tarde anterior que trataba sobre el impacto ambiental de la pesca indiscriminada, la cultura Olteca en México y las técnicas de composición de los más grandes músicos de la historia. Por esto último es que Cloe quería leer la revista. Ella amaba la música, tanto como su padre y su hermano amaban el parque central.

Cloe salió apurada, fiel a su estilo, cinco de cada seis veces salía corriendo. Temia llegar tarde a su trabajo, y aunque nunca lo hacía, todos los días parecía que no lograría entrar en horario.
Horacio Ferdguson era un jefe severo, justo en muchos aspectos pero inflexible respecto la puntualidad. Más de un empleado había perdido su puesto por llegar menos de cinco minutos tarde más de una vez. "Solo hay dos opciones, se llega temprano o tarde, la puntualidad no existe." Solia repetirle a cada empleado que no llegaba antes de su horario.

Trabajar en Ferguson & Ferguson era un privilegio sin dudas. Todos los años en el mes de Octubre se abría la recepción de solicitudes, o los "Juegos del hambre". Como lo llamaban los internos. Durante un mes todos los alumnos del últmio año de las carreras de Derecho, Contabilidad, Finanzas y Administración de Empresas de las mejores universidades, hacían colas eternas para postularse a una única vacante como interno para cada área de la conpañía. Solo cuatro puestos para más de seiscientos postulantes. La competencia era a muerte. Muchos estaban dispuestos a todo con tal de conseguir aquella oportunidad. La recompensa sin dudas era grande. La mejor compañia de Saint Louis, co sedes en más de quince países en tido el mundo, sistema de sueldos y promociones como ninguna otra. Y sin dudas llevar en la hija de vida una referencia de F&F era la llave maestra que abría la puerta a cualquier empresa del mercado. De hecho F&F se había visto en la dificultad de tener que aumentar los beneficios para mantener a sus recursos más valiosos ya que estos eran buscados por la competencia que no dudaba en contratar a los mejores heads hunters contratados para ofrecer lo que sea necesario con tal de conseguir reclutarlos.

"8:59" Cloe revisó su reloj cuando lasnpuertas espejadas des ascensor se abrieron en el septimo piso de la Watter Tower.

-Hola Mai.- Cloe tenía una única amiga de toda la vida y juntas habían logrado ingresar a F&F contra todas las estadísticas. Maia cumplía años el mismo día de Cloe y eso era todo lo que tenían en común. Mientras Cloe era tímida e introvertida, Maia era su opuesto, le costaba no ser el centro de atención. Allí donde iba de un modo u otro se las arreglaba para convertirse en el centro de la atención y hacerse amiga de todos en minutos. De algún modo Cloe aportaba algo de paz a la vida efervesence de su amiga. Mientras a Cloe los pies no le respondían ante la música, Maia era una excelente bailarina y adoraba arrastrarla a las pistas de baile. Salidas nocturnas y fiestas de todo tipo eran la primera aficion de Maia. Y algo que Cloe no lograba comprender era cómo lograba llegar siempre temprano al trabajo.

-Hola Cló, Justo a tiempo.- Maia le sonrió mientras le ofrecía una taza de café.- El rey esta en su oficina, preguntó por vos. ¿Era hoy el día de tu entrega?.

-Si, espero que se encuentre de buen humor. La semana pasada a Richard lo mandó a rehacer un trabajo de dos meses porque las conclusiones no le parecían consistentes. Ya revisé todo varias veces y creo que esta bien, pero no me quedaré tranquila hasta que no haya salido de esa oficina.

-No seas tonta, siempre lloras y luego todo sale major que bien.

-Sabes que eso no es verdad.

-¿No? Dime la ultima vez que te fue mal en una presentación.

- La entrega de Mc Fellow. Estuve quince días trabajando veinte horas al día y el tipo jamás se presentó.

Maia puso los ojos en blanco.

-Cloe, no te fue mal. Simplemente no te fue.- Ambas rieron.

Maia sabia ponerla de buen humor cuando más lo necesitaba, era una de las cosas que Cloe adoraba de su amiga. Siempre tenía un comentario que lograba sacarla de su ensimismamiento y hacerla reir.

-¡Cloe Patterson! Hasta que hora tengo que esperar por ese trabajo. Traiga su intelecto a mi oficina por favor.

Cloe hizo una mueca a Maia quien le guiño un ojo.

-Anda vamos. Frente alta.





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