—¿Quería hablar con nosotras, señor Ayanokouji? —preguntó secamente la monja de mayor edad.
Las que pidieron por las almas de todos los humanos hace tan solo unos segundos antes, ahora mismo se encontraban frente a frente con cierto castaño que miraba fijamente a la que parecía ser la líder de todas las monjas.
Y que mejor forma de honrar la presencia de personas tan santas... que prender un cigarro frente a ellas.
—Sí. —afirmó expulsando el humo de su boca.
—¿Con todas nosotras? —preguntó la monja de la izquierda.
—Sí. —respondió al instante.
—¿A las seis y media de la mañana? —preguntó tratando de ocultar su fastidio.
Vivir como una monja de por si conllevaba un gran sacrificio. Pero recibir a alguien con el renombre de Ayanokouji Kiyotaka... era realmente para poner nervioso a cualquier persona que tuviese algo que ocultar.
—Sí. —respondió dándole otra bocanada a su cigarro.
Algo en su voz, parecía decir que estaba fastidiado por algo.
—Aquí no fumamos. —informó la líder mucho más fastidiada.
—Maldición... pues yo sí.
Las tres monjas se miraron entre sí, era un insulto para la casa del señor, pero nada podían hacer contra él, especialmente si parecía tan cortante como lo era.
Pero la monja líder no se rendiría fácilmente.
—Ni utilizamos ese tipo de lenguaje.
—Ni yo juzgo a los inocentes. En cambio ustedes sí. —respondió con el mismo tono de voz.
Mirándolas de forma sombría, las tres monjas presentes no tardaron en darse cuenta de la evidente molestia que desprendía el castaño, quien a esas horas de la mañana, casi sin luz del sol, parecía cualquier cosa menos un operador del bien ni de la justicia. Aunque este no lo era de igual manera.
Cuando el humo de su cigarro llegó a sus fauces. La monja líder quiso apresurar la salida del castaño de la casa del señor. Por lo que haría todo lo posible para despejar sus dudas.
—¿Puedo preguntar cuál es el motivo de esta reunión?
—Son financiados por mi organización... Ustedes están al cuidado de las niñas huérfanas del sur de Tokio, ¿correcto?
—Sí. Y estamos realmente agradecidas.
—Ya veo... Pues resulta que cierto informe llegó de mera casualidad a mis manos... —dijo deslizando un portafolio frente a la monja superior.
—¿De qué es el informe?
—Testimonios... —respondió volviendo a su cigarro— Testimonios de niñas...
—¿Con quién ha hablado? —preguntó cogiendo el portafolio.
—Ustedes solo les permite hablar con Dios...
—¿Dios es su testigo? —preguntó tratando de desprestigiar aquel informe.
—Dios existe. —le interrumpió el castaño dejando colillas por el piso— Y también existo yo. Esto es Tokyo, y yo estoy aquí. Estamos mucho, mucho más a mano que Dios... Y para su mala suerte he oído cosas horribles de este lugar.

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Malos pasos
FanficLuego de muchos tropiezos en su vida, Ayanokouji Kiyotaka se encuentra en un punto en el cual poco le interesa mantener su tranquilidad y serenidad. Ha vivido muchas cosas. Y cuando menos lo quiere, su pasado encarnado en cierta mujer vuelven a su v...