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Estoy corriendo en el bosque, saltando sobre piedras deformes y tratando de no resbalarme. La lluvia es cada vez más intensa, los árboles se cierran sobre de mí, como una bóveda suicida. Aún siento que alguien me persigue. Pero yo sigo corriendo, mis pulmones me están matando. El frío es insoportable. Y mis piernas me arden.
Me detengo unos minutos para apoyarme en un pino... pero en segundos escucho pasos que se aproximan. Cada vez más deprisa. Y antes de que pueda correr, una mano toma mi brazo y me detiene. Me rodea y me deja recargada en el árbol. Veo por fin a la persona que me ha estado persiguiendo todo este tiempo. Veo su rostro y puedo darme cuenta de que su mirada es intensa como la de un león, su cabello está pegado a su frente y se ve oscuro por la lluvia. Él acerca su rostro al mío, es mucho más alto que yo y puedo notar que ambos estamos temblando por el frio.
Con una mano, cubre mi mejilla y en el momento en que sus labios están por tocar los míos, veo como la imagen se va haciendo borrosa y escucho mi despertador. En el momento en que abro mis ojos, lo único que veo es oscuridad. Son más de las cinco de la mañana y se supone que hoy es mi primer día de escuela, de mi último año antes de ir a la universidad.
Me cuesta trabajo levantarme, pero debo apurarme o jamás llegare a la escuela a tiempo. Me ha pasado en los últimos dos años. Y ese error no lo cometo otra vez.
Lo primero que hago, es entrar al baño y ducharme, es mi única y excelente medicina para quitarme el sueño. Me gusta el café, pero no lo suelo tomar en días de clases, por lo que ducharme me despeja mejor que nada. Regreso a mi habitación y me pongo el uniforme, muchos lo odian, pero a mí me tiene sin cuidado. Ya que es mi último año.
Salgo de mi habitación y me tomo un desayuno rápido, antes de irme a la escuela.
Debo decir que no está nada lejos de mi casa, creo que irme caminando e irme en transporte es lo mismo. En menos de quince minutos estoy en la parada.
Cuando llego a la escuela, está igual que en mi sueño. Lloviendo. Es uno de esos primeros días que no se olvidan, porque además de un clima pésimo debo encontrar mis dos salones. Y digo dos porque tomo materias diferentes en dos salones. Por lo que los busco en el último edificio, que es de que se utiliza para los de último año.
Veo mucha gente por todos lados, la mayoría está cubriéndose de la lluvia, aunque algunos están caminando como si la escuela no estuviera tan oscura. ¡Por Dios!, aun no son ni las siete de la mañana y hace un frio horrible.
Cuando encuentro mis dos salones sé que estoy a salvo, lo que indica que estoy lista para entrar a mi primera clase, no conozco a la mayoría de mis compañeros aunque algunos fueron conmigo en primer año, no me gusta hablarle a tanta gente. Además en estos momentos tengo otras cosas en que preocuparme.
En cuanto las tres primeras clases terminan, yo salgo corriendo de mi salón para dirigirme al otro. Ambos están en la segunda planta, el primero es muy pequeño y el segundo es un salón gigantesco. Y eso se debe a que somos muchos en un mismo grupo y no nos soportamos.
Soy de esas chicas que no suele hablar con chicos, por eso tengo muchas amigas. Han pasado muchas cosas cuando se me ocurre tener un amigo. Así que no es mi mejor opción e intento alejarme de ellos.
Llego a mi salón y es todo un caos, cada quien ya tiene su lugar asignado porque este salón es el mismo del año pasado, pero eso no es excusa como para armar un caos, y una vez me instalo en mi lugar veo mi alrededor. La mayoría abrazándose después de unas largas vacaciones de verano en las que no se vieron. Yo quisiera ver a mis amigas, pero aun no es momento, saludo a unos cuantos y espero a que este día de clases termine.
Pasan unas cuantas clases más y es momento de regresar a casa. Los primeros días son odiosos, porque regreso a casa con sueño. Paso literalmente toda la mañana en la escuela y por la tarde me pasó haciendo mi tarea y pensando en que será de mí. No tengo definido mi futuro y me estresa no saberlo, no saber que estudiar o que universidad elegir. Tomo decisiones como una extraña.
En cuanto llego a mi casa me doy cuenta que no hay nadie. Mi madre llega en la noche y bueno en casa solo somos mamá y yo. Por lo que me paso el resto del día sola. Y no me extraña nada, estoy acostumbrada.
Me quedo observando a la nada y me doy cuenta que las cosas que pasan por mi cabeza son tontas porque me estoy preguntando qué es lo que él estará haciendo en este momento. Ya van varias semanas en las que no he hablado con él y tengo más tiempo sin verlo. Y eso hace que mi mente se atormente un poco más, pensando en el hecho de que probablemente yo ya no sea importante para él. Es estúpido, pero hay cosas que no se olvidan tan fácilmente y más cuando te dicen que hubo algo cuando tú pensabas que no existió nada. Porque así somos los humanos, escribimos nuestras reglas cuando nos relacionamos con alguien y siempre esperamos no salir heridos.
Al caer la noche ya nada tiene importancia, porque sé que esta semana y lo que queda del mes estaré muy ocupada pensando en la maldita escuela, bueno de algo sirve la escuela, de tener mi mente ocupada. En fin todo tarde o temprano tiene que pasar.
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Somos de mundos diferentes.
RomancePersona correcta, momento equivocado. - La frase que describe tu vida. He pasado por muchas cosas en un largo tiempo, he sufrido más de lo necesario y creo que la vida tiene algo en mi contra... pero por otro lado está el. Quien da un poco de luz a...