El rayo de sol.

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Un rayo de sol se acomodaba en mi rostro, iluminando la mitad de mi cabellera y dejando apreciar los tonos marrones y rubios que se entrelazaban en ella, emanando una cálida sensación.

La calle estaba repleta de personas tomadas de la mano, cada una con su pareja y sonrisas en sus rostros. Todo parecía estar en calma, mientras yo permanecía con una expresión neutral en mi semblante.

De repente, una sensación de tranquilidad me invadió, mi alma se fusionó con mi cuerpo y me quedé observando a mi alrededor.

Algunas personas notaron mi presencia y sus miradas curiosas me incomodaron. Tal vez era mi vestimenta, que destacaba bajo la luz del sol: una camisa de color verdoso con una chaqueta negra adornada con detalles metálicos, pantalones oscuros de un gris desgastado, zapatos negros con rayas blancas, y como accesorios, dos anillos y una cadena cromada que le daban un estilo moderno y vanguardista.

Las parejas continuaban su camino como pequeños androides con sentimientos, mientras yo recordaba aquellos tiempos en los que pensaba que estaba dormido, soñando despierto mientras caminaba. Trataba de salir de la "matrix", de abrir los ojos, pero mis esfuerzos eran en vano. ¿Estaba en la realidad? No lo sabía.

La neutralidad en mi rostro contrastaba con el ambiente de enamorados que me rodeaba. No parecía encajar en esa época del año, pero tampoco sabía si era algo normal.

De repente, me encontré con una amiga. Lo primero que noté fue su cabello negro, con un flequillo teñido de rojo fuego.

¡Qué milagro verte! - dijo ella, y levanté mi mirada para apreciar sus ojos castaños con una sonrisa.

¡Qué sorpresa verte también! - respondí, dándole un abrazo.

Caminamos juntos y charlamos animadamente durante un buen rato.

¡No me lo puedo creer! Eso es magnífico - exclamó ella.

¿Qué te parece si vamos por unas empanadas? - propuso.

Está bien - sonreí asintiendo con la cabeza, mientras admiraba sus ojos brillantes.

Después de unos treinta minutos, encontramos un puesto de comida y entramos para comprar algunas empanadas.

Disculpa, señora, ¿me presta el baño un momento? - le pregunté a la dueña del puesto.

Claro, está al fondo a la derecha - respondió amablemente.

Mi amiga esperó afuera mientras yo entraba corriendo al baño. Me ajusté los pantalones y tiré de la cadena antes de salir. Lavé mis manos y noté que había una peinilla, así que la usé para arreglar un poco mi cabello. Luego la dejé en su sitio y salí rápidamente del baño.

Muchas gracias, señora - le dije con una sonrisa antes de marcharme.

De nada, joven - respondió amablemente.

—Por aquí cerca hay un parque, ¿vamos? —dijo ella.

— Claro, pero primero espera aquí. —Corrí a una tienda cercana, cerca del punto en el que estábamos, entré.

—Buenas, sí, claro. —Busqué la bebida que le pedí y me la dieron con dos vasos, pagué y les dije:

—Muchas gracias.

—De nada. —Me respondieron muy amables.

Saliendo con la bebida y dos vasos me acerqué.

—¿Te apetece un poco?

—Sí, por favor.

—Aquí tienes. —Entregándole el vaso lleno.

Me serví un poco y en unos instantes empezamos una nueva conversación, camino al parque. Me sentía cómodo escuchándola hablar.

Normalmente me siento cómodo cuando las personas hablan, esto genera en mí algo que me permite perderme y aventurarme en mis pensamientos, tratando de imaginar cómo sería ese momento... creo que esa es una nueva personalidad que he creado sin darme cuenta.

A la luz de la noche suelo ser un escritor de medianoche. Convierto mis días en poesía, melancolía, tristeza. Hasta los pequeños detalles me gusta llamarlos artes, con pequeños intervalos de desastre.

—Esta época suele ser un poco apagada. —dijo ella.

—Para mí siempre está apagada. —dije.

Minutos después de hablar cháchara, miré al cielo alzando mi vaso.

—Felices son aquellos afortunados en el amor, por mí, que se vaya a la mierda. —Soltando un suspiro cabizbajo, tomando lo que quedaba del vaso.

Me miró y soltamos algunas risas...

Un día como el del amor y la amistad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora