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Este capítulo va a ser más largo que los demás por ser el último, disfruten ;)




Dicen que todos debemos ser agradecidos por todo lo que nos pase, ser agradecido por las cosas buenas y por las cosas malas. Ya que agradecemos por la felicidad, ¿Pero por qué no agradecer también por la tristeza? Eso es lo que nos hace sentir humanos, después de todo. Agradecer por la tristeza, agradecer por un corazón roto, agradecer por una porción pequeña de comida, agradecer por no tener nada.

Eso es agradecer por estar simplemente vivo y habitando en esta tierra.

La vida nunca ha sido justa con nadie, porque de eso se trata. La vida no ha sido justa porque nosotros tampoco hemos sido justos con ella. Reclamándole por nuestras desgracias y miserias, insultándole en cada oportunidad. Y sin nosotros darnos cuenta, resulta que la vida siempre ha sido justa.

Porque... ¿Qué le ven de justo dejarse insultar y reclamar por algo que no le compete? Lo que sucede en nuestro destino son las consecuencias de nuestras decisiones. Por esa simple razón, la vida es justa. Porque mientras nosotros más le reclamamos, más la insultamos, la despreciamos por nuestros errores, ella se defiende, devolviendo lo mismo.

Está siendo justa.

Porque no es su culpa, es la nuestra. Aunque nos duela admitirlo.

Y a pesar de querer descargar nuestra impotencia sobre algo o alguien tan inocente como la vida misma, se debe saber una cosa; que como nosotros, las palabras nacen y mueren. Como alguno de nosotros tiene momentos de esplendor, y como otros, su brillo se extingue antes de nacer. Por tanto no importa si decides seguir creyendo si la vida es justa o no, somos humanos. Nunca admitiremos la verdad, nunca admitiremos lo que nos duele, no demostraremos lo emocionante. Nos contendremos. Y cuando nadie se lo espere, simplemente explotaremos como un festival de fuegos artificiales en un cielo despejado.

Es nuestro destino. Un destino que nosotros creamos, y no podemos cambiar aquello.

A nadie le interesa si agradecemos lo bueno o lo malo que el destino nos entrega. Es incierto y un poco tonto.

O al menos eso era lo que Jeon Jungkook creía antes de pisar el castillo de Lotus, en donde vivió diez años, antes de decidir salir al mundo y enfrentarse a él.

Lotus.

Flor de Loto. Recordaba esa historia, y le parecía irónico que el nombre de ese castillo trajera consigo un significado tan importante que había marcado su vida en un punto.

Era el significado de ese orfanato. Amor, alegría y agradecimiento.

La coincidencia le parecía tan tonta como la vez en donde Yoonah le habló sobre la reencarnación. Sabía que su alma planeaba su vida, pero no se tragaba el cuento de que algún día volvería, como su viejo yo, a buscar el propósito que había perdido. Jungkook ya no vive por propósitos, lamento decepcionarte. Vive, simplemente por vivir. Vivir el ahora, el mañana y el pasado. Así de simple. Hace mucho había trazado una línea con los planes que quería cumplir, pero así mismo como una vez los hizo, así mismo los desechó.

Se reía un poco al leer lo que un niño de nueve años –que era él- escribió en una servilleta de aquella vieja cafetería. Había escrito aprender sobre el mundo, aprender a hablar sin escupirle a la gente, saber perdonar, quizá, sería mucho pedir amar incondicionalmente. Oh, pero grata era la sorpresa que ese punto ya lo había hecho a esa edad, años más adelante. Debería tacharlo de la lista.

Currency - KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora