Con las palmas sudorosas y su corazón palpitando, entró en la sala, escondiendo la mitad de su cuerpo detrás de la puerta corrediza de cristal. Nunca había estado tan asustado de enfrentar a sus padres. Pero era inevitable con el estado actual de las cosas. Necesitaba entender. Y enfrentar a su familia era lo mínimo por hacer.
Tomó valor y abandonó la puerta de cristal para entrar totalmente a la sala. El aroma a deliciosas tostadas flotaba en el aire. Pero en ese momento, lo único que le causó fue nauseas. Pero ahora, por lo menos sabía que la cocina estaba repleta. En la mañana, no usaban la larga mesa de la sala de estar porque no todos despertaban al mismo tiempo. Solo estaba allí para cenas, algunas tardes, y ocasionalmente cuando tenían invitados.
El sonido de una sartén y el repentino sonido del agua chocando contra el metal del fregadero lo sobresaltó. Su corazón enloqueció y sus piernas empezaron a temblar. Pero aun así rodeó la pared blanca para finalmente tener un vistazo de la cocina. Algunas facturas, pan tostado, una caja de cereales, una botella de jugo de naranja y leche, como así también una tetera humeante estaban aguardando en la encimera central. Pero nadie estaba sentado allí. Algunas pocas migajas esparcidas por el lugar le hicieron pensar que su familia ya había comido. Allí sólo estaba su madre frente al fregadero, dándole la espalda mientras limpiaba algunos vasos.
Donghae respiró hondo antes de subir el último escalón que daba paso a la cocina, y se dirigió hacia su madre. Aclaró su garganta, no para sorprenderla, y casi inmediatamente dijo:
—¿Mamá...?
La vio girarse para mirarlo de frente. El agua goteó de sus manos por un momento y entonces, pareció recuperar la conciencia y se apresuró a cerrar el grifo de agua y tomar una toalla para secar sus manos.
—¡Donghae! —exclamó—. ¿Cómo estás?
—Hmm... Bien, supongo —respondió el chico.
—¡Dios mío, me asustaste como el infierno anoche! —se apresuró a decir en tono ansioso—. ¡Tu amigo me dijo que no volverías anoche! Pero, ¿qué paso?
—No... No fue nada... Lo siento si te preocupé —se disculpó Donghae, bajando la mirada.
—Lo que más me preocupa, es saber qué pasó —respondió su madre con voz tranquila pero ansiosa—. ¡Si hubieras visto tu estado, estabas llorando y parecías completamente fuera de lugar!
—Mamá, yo... ¿A qué hora volví? —preguntó Donghae apresuradamente, mordiéndose el labio.
Sus recuerdos todavía se negaban a regresar. No recordaba nada más que su llegada a casa y algunas vagas imágenes de la noche.
—Alrededor de las 1:15 —dijo su madre—. Donghae, me gustaría comprender.
—Mamá, yo... Lo siento mucho... —Donghae pidió perdón nuevamente—. Anoche fue... un poco complicado...
Su mirada se dirigió hacia la encimera donde estaba dispuesta la comida para el desayuno, y plantó sus ojos en un paquete de bizcochos. No, definitivamente se sentía demasiado nauseabundo para comer algo. Y su madre pareció notarlo. Se acercó a él y puso una mano sobre su cabeza para acariciar suavemente su cabello. Donghae se sintió ambos, tranquilo y arrepentido. Pensó que no merecía tanta amabilidad y gentileza. Pero no sabía exactamente lo que había hecho; si era bueno o malo.
—Donghae, mi ángel... Bebiste anoche, ¿verdad?
Donghae giró hacia su madre con un rostro de sorpresa y pánico. Leyó tristeza, pero también comprensión en sus ojos. Se sintió aún más culpable.
—Mamá, yo... Yo no...
—Escúchame, no te culpo, ni siquiera sé con exactitud lo que pasó —lo interrumpió su madre mientras lo atraía hacia ella con un poco de presión en su cuello—. Pero... Si alguna vez necesitas hablar de algunas cosas, o si no te sientes bien, por favor habla conmigo sobre ello, ¿de acuerdo?
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Cielo e Infierno | Re-traducción |
FanfictionDonghae es un estudiante de preparatoria. Tiene algunos buenos amigos, buenas notas en la escuela, una familia cariñosa... Vive su vida tranquilo y calmado, contento con solo lo que tiene. Hasta que un día, un chico de su edad, cuya personalidad es...