Chapter two. Part I.

3 0 0
                                    


Heather y William fueron los únicos en el funeral de Dorothy, nadie la conocía realmente, nunca tuvo amigos, siempre fueron ellos tres contra el mundo y estaba bien así, siempre lo fue, pero ahora, eran solo ellos dos contra el mundo.

Luego del funeral fueron con el señor Peterson, alias el señor verruga, como solía llamarlo Will cuando eran pequeños. Peterson les dio un millón de papeles para firmar, asegurándose de que cada firma este en su lugar.

William se convirtió en el dueño de la fábrica y empresa del difunto marido de Dorothy, John.

Heather se convirtió en dueña de una granja, en donde solían pasar las vacaciones de invierno y de un viejo hotel llamado, Rooms, si, lo sabía. Un nombre gracioso para un hotel, que en su mejor época tenía cuatro estrellas y las mejores reseñas.

Ambos eran dueños de las tres casas a nombre de Dorothy, seguiría así, ya que ellos vivían en la cuarta casa con sus mejores amigos.

– Pronto será su cumpleaños -hablo Rose.

– ¿Sigue en pie el viaje? Podemos cancelarlo -menciono Freddie, mirando a los mellizos.

– No es momento de hablar de vacaciones -dijo Max.

– Max tiene razón -lo siguió Thomas.

Heather miro extrañada a Thomas ya que nunca había estado de acuerdo con lo que decía Max, pero no era momento para hablar de eso con su mejor amigo.

– No cancelaremos nada -dijo Will.

– Iremos -termino Heather.

– Odio cuando terminan sus frases, gemelos Weasley -bromeo Max.

– De hecho, ellos son mellizos, Max.

– Conozco la diferencia, gracias Thomas.

Todos en la sala comenzaron a reír, habían vuelto a tratarse como era costumbre. Heather se levantó del sillón y tomo la pequeña caja que se encontraba arriba de la mesa y salió al balcón, cerrando la ventana.

- ¿Por qué fuma afuera? - menciono Freddie – Sabe que puede hacerlo aquí.

- Necesita pensar – dijo Will.

Heather se sentó en los banquitos pequeños y las lágrimas comenzaron a salir, extrañaba a Dorothy, ella siempre fue la más cercana. En los últimos meses no habían estado muy unidas y era egoísta decir que la echaba de menos, pero ahora era distinto. No podía llamarla al móvil, porque lo único que escucharía seria la voz de la contestadora, ella nunca respondería otra vez, así que si, podría ser egoísta, pero la echaba tanto de menos que el pensamiento de no verla nunca más, la destrozaba por dentro.

Miro sus manos, el cigarrillo seguía intacto, tomo los fósforos de su bolsillo y lo encendió.

– Vuelves a fumar, ¿He?

– Lo siento.

– No te disculpes -dijo, quitando le uno para el -No preguntare como estas, eres mi mejor amiga y lo sé, solo fumaremos en silencio si es lo que quieres.

– Gracias. De hecho, quiero saber algo -dijo secándose las lágrimas frías de la mejilla.

– Dime.

– ¿Qué ocurrió con la chica de la fiesta?

– Oh no, no quieres saber.

Viernes por la noche. Una semana atrás.

– Vamos Thomas, puedes hacerlo -sonreía Max, mientras lo empujaba hacia la habitación.

Verlo tan entusiasmado con algo, provocaba que, por arte de magia, Thomas por fin tuviera confianza.

Room 9.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora