Victoria

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"I am the ghost,
the ghost in the mirror that recreates,
painting your soul with every color you hate.

I am the voices that you hear
and the decisions you make.
I am the air that you breath
and I will never go away.

I will not carry you through.
Is that what scares you the most?"

Victoria siempre había sido una chica guapa, cualquiera con ojos podría notarlo, sin embargo, la rubia no podía verlo así. Siempre pasaba demasiado tiempo ante un espejo, memorizando cada mínimo defecto, por más inexistente que este fuera. Para ella todo era demasiado grande y ancho en su cuerpo, por lo que prefería no comer he inventarse cualquier excusa para no tener que hacerlo, pero nunca podía escapar de los horribles almuerzos familiares en la casa de sus abuelos. Cada domingo sin falta, ella y su familia tenían que presentarse en la casa de sus abuelos para comer grandes cantidades de comida- en palabras de Victoria-. La rubia sólo se dedicaba a mover de un lado a otro la comida en su plato, casi asqueada de la forma en la que tío John devoraba su comida y sin prestar mucha atención a sus demás familiares, que no paraban de parlotear a su alrededor.

Cubrió la mueca de desagrado con una falsa sonrisa en cuanto notó la mirada de su madre sobre ella.

—¿No te gusta?— preguntó, señalando la comida que yacía en el plato de Victoria.

La rubia rápidamente asintió, tratando de calmar a su madre.

— Me encanta— respondió después de un momento— sólo que... creo que ya he comido mucho hoy.

Luego giró el rostro, tratando de evitar la mirada de su madre. En su lugar se topó con los acusadores ojos de Ana, su prima. A pesar de que nadie más la estaba mirando, la rubia sentía los ojos de todos sobre ella, las voces a su alrededor parecían susurros lejanos.

— No es cierto— contrarrestó la menor en un susurro— A penas has comido.

Victoria trató de darle a su prima una sonrisa tranquilizante, que salió como una mueca nerviosa.

— Si he comido, An— murmuró la rubia.

Ana entrecerró un poco los ojos, sin creerle a Victoria.

La mayor enzanchó su sonrisa, llevando un bocado de comida a su boca. Su corazón latía con fuerza, Victoria contuvo las ganas de escupir la comida en de inmediato, aun así masticó y tragó la comida con lentitud, todo bajo la atenta mirada de su prima.

Victoria tuvo que comer un par de bocados más antes de excusarse con su familia, alegando dolor de estómago, en cuanto estuvo fuera de la vista de su familia corrió hasta el baño, se encerró en él. Al entrar lo primero que vio fue el espejo, y su reflejo en el, le devolvió la mirada una muchacha desgastada y pálida, con el rostro demacrado y marcadas ojeras bajo los ojos.

— Eres un asco— insultó a su reflejo— No puedes parar de comer, ¿No?

Sus azules ojos se humedecieron. La muchacha se acercó al retrete y se arrodilló ante él. Empezó a frotar los dedos contra la garganta, hasta que la primera arcada llegó, acompañada por un poco de su almuerzo, las risas de sus primos se oían del otro lado de la puerta mientras Victoria seguía frotando su garganta con aun más violencia hasta vomitar todo lo que había comido. El vacío volvió a su estómago, sintiéndose, de alguna forma, mejor con eso. La delgada muchacha intentó ponerse de pie, pero sus débiles piernas no aguantaron el peso, haciéndola caer de vuelta al suelo, un fuerte mareo llegó a ella, Victoria se recostó contra la pared, sollozando.

— Mierda— murmuró entre sollozos.

Lágrimas comenzaron a caer por su rostro. La muchacha restregó su brazo contra sus cansados ojos, secando las lágrimas, con dificultad se levantó del frío suelo, emfrentandose una vez más a su reflejo. Sus ojos ahora estaban rojizos y llorosos.

— Todo está bien— se dijo a sí misma, tratando de tranquilizarse.

Contuvo los sollozos que escapaban de entre sus delgados labios y se secó las lágrimas que continuaban saliendo de sus opacos ojos, salió del baño, fingiendo una sonrisa.

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