Rose

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Numb (Rose)
"Can't you see that
you're smothering me?
holding too tightly,
afraid to lose control
cuz everything that
you thought I would be
has fallen apart
right in front of you
(caught in the undertow,
just caught in the undertow)
every step that i take
is another mistake to you
(caught in the undertow,
just caught in the undertow)
And every second i waste is more than I can take!"

-Nunca seré cómo tú- Soltó Rose, en un siseo, justo antes de que el aire fuera cortado por la mano de su madre, impactando fuertemente contra su cara.

La expresión de Rose cambió rápidamente, pasando a una mueca de sorpresa ante el bofetón dado por su madre. Sin pensar mucho, la pelirroja devolvió el golpe, y, antes de que su madre pudiera reaccionar, corrió hasta su habitación, cerrando la puerta tras ella. Su corazón latía a mil por hora, la rabia y coraje continuaban aumentando, podía sentir los pasos de su madre del otro lado de la puerta y dio gracias a Dios, o quién fuera, que no podía pasar del pasillo. Tragó saliva con fuerza antes de sacar una botella de whisky de debajo de su cama y dar un largo trago, sintiendo cómo quemaba su garganta.

- ¡Rose Anderson, abre inmediatamente!- gritó, furica, su madre.

- ¡Largo!- gritó cómo respuesta Rose.

Continuó bebiendo de la botella con aparente tranquilidad, mientras oía los constantes golpes de su madre contra la puerta. Y deseó, en ese instante, desaparecer del planeta, no dejar rastro, o simplemente ser otra persona, alguien que no fuera hija de "La gran abogada Elizabeth Anderson", no tener a nadie con quién la pudieran comparar, que nadie tuviera grandes expectativas de ella. Ser simplemente Rose. Rió ante lo estúpido de su deseo, ella siempre sería Rose Anderson, siempre la compararían con su madre, y ya era hora de que lo aceptara de una vez. No ganaba nada con seguir comportandose cómo una niña. Se tambaleo hasta su cama, cómo música de fondo los golpes contra la puerta. En cierto modo eran hipnotizantes, relajante. Se rumbó sin cuidado sobre su cama, oyéndola crujir bajó ella, y cerró los ojos tratando de controlar su respiración. Los golpes continuaron, parecían no tener fin, la pelirroja se lamentó por la cachetada dada a su madre, siendo consciente de que tarde o temprano tendría que enfrentar a su madre, sin la protección de su padre, que se encontraba trabajando, o de Hugo, su hermano, que estaba Dios sabe donde.

Después de un rato los golpes cesaron y una inquietante tranquilidad rodeó la casa. Rose continuaba tomando de la botella con calma, sabiendo que al salir se encontraría de nuevo con su madre, y en ese momento no le apetecían más gritos, por lo que se mantuvo encerrada ahí, con la vista nublada. No notó cuando había empezado a llorar hasta ese momento, y una vez inicado, no pudo parar, las lágrimas salían con insistencia de sus ojos y un gemido lastímero salió de sus labios. Y maldijo. Maldijo mil veces a sus padres, y a los padres de sus padres. Y a ella misma. Por no alcanzar las expectativas puestas en ella. Por no ser tan perfecta cómo su madre. Y por ser débil. Tan malditamente débil. Tuvo ganas de gritar hasta que se le desgarrara la garganta, pero en lugar de eso continuó llorando, hasta que sus ojos se secaron y le dolió la cabeza de tanto llorar. Y las palabras de todo aquél que la comparó con su madre cruzaron por su mente. Pensó, vagamente, que nunca sería suficiente, que no importa cuanto se esforzara, nunca sería cómo su madre, que ella sólo era un conjunto de errores, de la cabeza hasta los pies. Nunca sería lo que todos esperaban que fuera.

Una risa amarga escapó de sus labios al aceptar esa simple verdad. Notó lo cansada que estaba de todo eso, lo cansada que estaba de fingir, fingir ser cómo su madre, cometiendo sólo un error tras otro al tratar de igualar a su perfecta madre. Había quedado totalmente insensible ante sus sentimientos, o tal vez ya no sentía nada, siempre ocupada en tratar de complacer a los demás, tratar de complacer a su madre. Sólo quería ser un poco más cómo ella y un poco -o mucho- menos cómo su madre. Y, por segunda vez esa noche, se dió cuenta de algo- demasiado obvio para cualquiera- pero hasta ahora ignorado por la pelirroja; ella era Rose, no Elizabeth. Era Rose, con su cabello rojizo y enrulado, con su espíritu aventurero y travieso, con sus notas promedio y sus ganas de divertirse. No era su madre, nunca lo sería, y realmente no le importaba. Era Rose y con eso era feliz.

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