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ROSS

—Ross, ¿Puedes bajar un momento? —Gritó mamá desde la sala. 

Reuní fuerzas y me levanté de la cama. Estaba en una posición demasiado cómoda, fue un milagro que no me haya dormido. Bajé las escaleras y me dirigí hacia la sala donde me esperaba mamá.

—¿Qué? —Me quedé mirándola fijamente.

—Necesito que vayas a comprar un par de cosas al mercado —Me entregó un pequeño papel, donde supuse que había escrito lo que necesitaba. Lo agarré y salí de casa mientras lo leía, no sin antes asegurarme de llevar la billetera, las llaves y el celular. 

Voy a ser sincero, no reconozco tantoel vecindario. Me acostumbré tanto a vivir en Los Ángeles, recorrer cada rincón, que los planos de Littleton se habían borrado por completo de mi mente. Pero no estaba tan dañado. Sólo esperaba no perderme a medida que intentaba reconocer los lugares por donde caminaba. Fueron varios minutos de transcurso, hasta que a lo lejos pude divisar un enorme cartel que decía Charlie's Supermarket.

Era hora.

Suspiré aliviado y aceleré el paso. Apenas ingresé lo primero que hice fue recuperar un poco de aire, había caminado demasiado para mi gusto pero debía admitir que después de tanto tiempo encerrado en una habitación lo necesitaba. Me beneficiaría. Agarré un carro (en realidad lo elegí, porque siempre que agarro uno al azar me tocan los que tienen las ruedas dañadas) y saqué la lista de mi bolsillo, recorrí todos los estantes buscando lo que necesitaba. Una vez todo acumulado adentro del carro me dirigí hacia la caja para poder pagar. 

Hice la fila correspondiente y esperé que llegara mi turno, mientras tanto, envié un mensaje a Riker para que viniera por mí. No podría lidiar solo con todas las bolsas que debía llevar.

Después de unos minutos finalmente llegó mi turno. Coloqué los productos sobre la cinta al mismo tiempo que me daba cuenta de la mirada fija de la cajera sobre mí. Me sentí muy incómodo, detestaba que me miraran así.

—¿Qué miras? —Fruncí el ceño mirándola y ella se mordió el labio inferior.

Ay no lo que me faltaba. Hormonas alborotadas dónde.

—¿Te han dicho que eres muy lindo...? —Preguntó, jugando con el chicle que tenía en la boca.

Chicas como ella lo único que me pueden generar es asco.

—No y no me interesa oírlo, especialmente viniendo de ti. Deprisa que no tengo todo el día —Dije serio, mientras dejaba escapar un gruñido.

Por suerte no insistió y empezó a registrar los productos con desgano. No me interesó en lo más mínimo. Me quería ir.

Esperé a que me cobrara. Saqué el dinero de mi billetera y se lo entregué, recibí el cambio y salí disparado con las cinco bolsas en manos. Afuera pude encontrarme con Riker apoyado sobre la puerta del auto, caminé hacia él pero al parecer no iba tan atento porque a mitad del camino choqué con alguien, las bolsas escaparon de mis manos. 

Por lo visto hoy no es mi día.

—Lo lamento, no te vi —Se disculpó una joven que amablemente me ayudó a recoger las bolsas del suelo.

—No hay problema. Yo tampoco iba prestando atención —Nos levantamos al mismo tiempo.

Intercambié miradas con un par de ojos marrones durante segundos. Su cabello era marrón oscuro, ondulado y con reflejos. Su piel morena, nariz respingona, labios gruesos y secos...Era linda y lo admitía.

—Bueno. De nuevo, lo lamento —Soltó una pequeña risa—. Adiós —Dicho eso continuó con su camino, y por lo que alcancé a ver se dirigía hacia el mercado donde hace unos pocos minutos me encontraba yo. Ni siquiera pude agradecerle por haberme ayudado.

La seguí con la mirada pero al instante la alejé, no podía y no debía. Sacudí la cabeza y respiré hondo, acercándome a Riker.

—¿Quién era esa bombona? —Preguntó levantando las cejas.

Otro que me quiere arruinar el día.

—No sé, no la conozco.

—Eso mismo dijiste sobre Ashley un año atrás y mira lo que pasó —Alzó hombros y maldije en mis adentros. Si no se callaba me vería obligado a darle una paliza—. Uh...Perdón hermano... —Se dio cuenta un poco tarde pero está bien, no fue su intención.

—Mejor cállate y ayúdame con estas bolsas —Respondí. Riker enseguida me ayudó. 

Tras depositar las bolsas en los asientos traseros empezamos el recorrido de regreso a casa, mientras en absoluto silencio escuchábamos la música que transmitían en la radio.

Always | Ross Lynch [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora