Americana negra, camisa blanca y pantalón vaquero. Eso es lo que Jaime había decidido ponerse esa mañana para acudir a la entrevista. No le había costado mucho elegir la ropa, algo sencillo que contrastase con la barba de dos días que no había querido afeitarse aquella mañana.
Era ya la cuarta de este mes, la cual, seguía a otras seis del mes pasado todas con la misma fortuna. Es verdad que todos los clubes querían gente con una larga experiencia en los vestuarios, alguien con carácter que supiese manejar a un grupo de muchachos detrás de un balón y la verdad, eso de la experiencia no era el punto fuerte de Jaime.
Hacía ya unos diez años que su rotura de pierna le hizo dejar de vestirse con pantalones cortos. Entonces sí, en aquellos momentos cualquier equipo le habría cogido en sus filas: veintiséis años, piernas largas y fuertes, unos pulmones incansables y un manejo del balón que a muchos les había vuelto locos hasta el momento. Eso era Jaime, un jugador que empezaba a despuntar en un equipo que peleaba por meterse en la primera división argentina y con él a la cabeza. La sensación de una Argentina que buscaba nuevas estrellas y él era justo lo que todo el mundo pedía. Todo era maravilloso, el sueño de cualquier niño de un barrio de Buenos Aires que nada ni nadie podría romper, o eso pensaba él.
Era mitad de temporada y jugaban contra los últimos en la clasificación, un partido fácil de esos en los que se le da descanso a las estrellas pero Jaime quería jugar. Su entrenador por el contrario, prefería darle descanso pero se encontraba bien, ¿descanso? él no era un suplente, ¡era la estrella! ¿Cómo se iba a quedar en el banquillo? Al final, testarudo como él solo, acabo jugando. El partido marchaba bien, su equipo ganaba por dos goles a falta de tres minutos para el tiempo de descanso, no habían sido suyos pero estaba jugando bastante bien, en su línea. Fue entonces cuando vio como el balón volaba en dirección hacia su cabeza. Era un remate fácil, de los suyos, de delantero centro. Tomó carrerilla y se impulsó hacia arriba. Ya estaba, la pelota iba a chocar con su cabeza y su cabeza con la pelota para introducirla dentro de la portería cuando el defensa contrario que estaba detrás suya se le abalanzó encima con el fin de evitar dicho remate. Jaime no le había visto creía que estaba sólo delante del portero. El choque hizo que Jaime cayese al suelo y sintiese como se fracturaban su tibia y su peroné, este último por tres sitios.
Jaime fue sustituido y llevado rapidamente al hospital de aquella pequeña ciudad donde se había empeñado en jugar aquel partido que su entrenador le advirtió que debía haber descansado. Fue una recuperación lenta y tardó casi ocho meses en poder volver a pisar un terreno de juego aunque para entonces, el club ya no le necesitaba.
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Lo siento, no es lo que buscamos.
De TodoJaime es un hombre que pasa de los treinta y que desde que tenia dieciocho años siempre habia querido ser una estrella con el balón en los pies. Ahora, Jaime ha dejado su Argentina natal para buscar suerte en España pero como entrenador.