Extra 1

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La sonrisa de Sirius parecía estar tatuada en su rostro; había olvidado lo que era sentirse feliz, calmado y sobretodo enamorado. Nunca creyó que llegaría el día en que sentiría tan completo con tan solo estar abrazando a una persona; no cualquier persona, con abrazar a Severus Snape.

Luego de la confesión de Severus y de que ambos decidieran seguir adelante con lo que tenían; Sirius prácticamente se negó a dejarlo ir ¿Cómo hacerlo? Fueron enemigos durante los años que estuvieron en Hogwarts y había estado 12 años encerrado en Azkaban, no quería perder más tiempo ahora que estaba tan seguro de lo que sentía por aquel Slytherin que siempre creyó malvado... que idiota había sido.

Si pudiera volver el tiempo atrás; iría con su versión más joven para darle una buena paliza por ser un bravucón con un chico que no se lo merecía. Aún no entendía como el profesor de pociones podía aceptarlo a pesar de todo lo que le había hecho sufrir; sabía que este no olvidaría sus bromas pesadas, no había forma de hacerlo y más con lo rencoroso que era, pero saber que estaba dispuesto a darle una oportunidad era motivo de felicidad más que suficiente.

En algún momento de descuido; el Gryffindor había aprovechado para transformar el gran sofá en una cómoda cama como la que hizo la primera vez que tuvo que ayudar a Severus con los efectos de la maldición cruciatus.

Severus se notaba muy nervioso por compartir cama con un hombre al que acababa de aceptar románticamente; el Gryffindor de ojos grises sonrió enternecido por la actitud tan tímida de un hombre de más de 30 años que tenía la fama de ser un tirano de acero, pero Sirius le dio ligeras acaricias en las manos hasta que ambos estuvieron tumbados con el crepitar de la leña en la chimenea de fondo.

El Gryffindor se acomodó y acercó el cuerpo del contrario para darle un dulce abrazo, no quería ir más allá... por ahora. En realidad, si  quería dar el siguiente paso pero sabía que era muy pronto teniendo en cuenta que hace solo una hora se había declarado; si hubiera sido en su época de rompecorazones, hubiera omitido tal detalle para entregarse a la acción, pero Severus era diferente, por primera vez quería hacer las cosas bien.

No es que fuera un mujeriego sin corazón; si, disfrutaba de coquetear con quiénes les gustaban sean hombre o mujeres, también había tenido un par de relaciones serias aunque siempre había sentido que faltaba ese algo especial, aquel sentimiento y entrega que había tenido James con Lily; su amigo había dado todo para conquistar a la bruja pelirroja y al conseguirlo, declaró que lo que más quería era tener un futuro al lado de su amada.

Al contrario de su amigo, podría decirse que el era un poco anti-compromiso. Hasta ahora, sabía que era una locura y que la gran mayoría pensaría que su cambio de actitud se trataba del calor del momento o de la primer etapa de enamoramiento; pero no era así, hace meses que venía sintiendo las mariposas asesinas en el estómago, revoloteando dentro de él cada vez que veía al pocionista.

No se trataba de un flechazo, no cuando había convivido tantos meses con Severus, conociéndolo, tratando y descubriendo cada una de sus capas internas; tal vez el odio que le tuvo en su época adolescente si fue exagerado como bien decían sus amigos,  incluso su novia de esa época le había hecho una broma con que sentía una especie de tensión sexual con Snape... a lo mejor no había estado tan equivocada, todo lo que necesitaba era un ambiente libre de odio y prejuicios dónde poder conocer bien al hombre que ahora estaba entre sus brazos.

La mirada gris del Gryffindor estaba fija en la punta de las orejas del Slytherin, estas estaban teñidas de un adorable color rojo junto con sus mejillas. Severus no estaba seguro de qué hacer, el calor de Sirius era abrumador y su corazón aún latía demasiado fuerte, un zumbido en su cabeza le estaba dificultando el pensar bien, por lo que estaba en una especie de estado automático.

LágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora