Extra 4

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Hay sucesos trascendentes en la vida que, cuando ocurren, uno no llega a procesarlos de la manera correcta. Sirius estaba en estado de shock; en lo que una vez fue el glorioso patio de Hogwarts, ahora estaba reducido a un campo de guerra, una que ya había terminado, pero no quitaba que seguía siendo algo doloroso de asimilar. Era aún peor al estar llamando a Severus y que este no respondiera; las palabras de Narcissa "No está respirando" se repetían en su cabeza como si fuera un sonido de fondo imposible de ignorar.

-Severus, cariño, por favor... no hagas esto...- Intentaba sonar calmado; pero lo cierto es que su voz temblaba y la desesperación estaba apoderándose no solo de sus cuerdas vocales, sino de su cuerpo - ¡Abre los ojos Sev!... Te lo suplico...- Las lágrimas se estaban acumulando en sus ojos, pero eso no era impedimento para que siguiera observando el rostro de su serpiente con insistencia, esperando algún tipo de milagro.

Escuchó a alguien corriendo hacia él, no sabía quién era y estuvo a punto de perder el control al sentir como una mano le apretaba el hombro con fuerza. Pensando de que se trataba de alguien que quería apartarlo del Slytherin, estuvo a punto de tomar su varita para soltar una sarta de maldiciones, pero la voz de Harry lo hizo controlarse.

- ¡Tenemos que llevarlo a San Mugno! - El joven se veía agotado, cansado y sucio; pero a pesar de que acababa de sobrevivir a un duelo mágico mortal, tuvo la suficiente rapidez mental para deducir que; aunque Madam Pomfrey era una maga sanadora competente, las posibilidades de que el profesor Snape sobreviviera, serían mayores en el hospital mágico.

El elegido rogaba a sus padres para que, se interpusieran y evitaran que su antiguo profesor cruzara el velo; pues si de algo estaba convencido, era que el jefe de la casa Slytherin, no sería como Sir Nicolas o Mirtle, este cruzaría al otro lado sin mirar atrás. Al ser consciente de esto; sintió la urgencia del momento y no solo porque podía notar como la vida de su profesor se estaba yendo, sino por la mirada enloquecida de su padrino.

Como si de una revelación se tratase; Sirius por fin reaccionó tomando su varita y sin esperar a nadie, se apareció en el hospital mágico con el característico chasquido del mismo. Apenas fue consciente de que alguien, probablemente Harry, se le había aferrado para aparecerse.

Aterrizaron y sus estómagos se revolvieron con las características náuseas y aquella sensación de que el mundo estaba girando. A pesar de notar aquellas desagradables sensaciones, ambos se apresuraron para pedir ayuda.

San Mungo, el hospital mágico de Londres, se alzaba majestuoso en el corazón de la ciudad, oculto a los ojos de los no mágicos por una fachada de aspecto desaliñado. Sin embargo, para aquellos que conocían su verdadero propósito, era un refugio de esperanza y curación en medio del caos y la magia.

Al entrar por las puertas principales, Sirius y Harry fueron recibidos por un vestíbulo imponente, decorado con murales mágicos que cobraban vida con escenas de sanación y alivio. El aire estaba impregnado con el olor reconfortante de pociones y ungüentos, mezclado con un toque sutil de magia.

En las salas de espera, los pacientes y sus familias aguardaban con nerviosismo y esperanza, mientras que el personal médico, vestido con túnicas de sanador, se movía con gracia y determinación, atendiendo a los heridos y enfermos con habilidad y compasión. El sangre pura de ojos negros no estaba seguro de cómo había tomado la comunidad mágica el hecho de que la guerra se estaba dando en un colegio, pero ahora no tenía tiempo para maldecir al magisterio por no llevar como apoyo a medigamos y aurores, quienes podrían haber sido de ayuda para salvar algunas vidas de los aliados.

- ¡Si-Sirius Black! - Se escuchó el grito de una femenina con temor.

No era para menos, en los últimos años, el nombre del ultimo heredero de la familia Black era el sinónimo de un loco asesino de muggles y un traidor; verlo solo era comparable al temor de ser la próxima víctima de aquel mago que tanto mal había causado. Sin embargo, antes de que todos los presentes huyeran, se escuchó la voz de un joven, aún más famoso que el ex prisionero de Azkaban.

LágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora