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Sin importarles mucho quiénes pudieran estar afuera de la cabaña, Ryū y Atsushi empezaron a jugar, como lo hacían desde su infancia.

Ahora todo era risas y diversión con las cosquillas. Ruidos que llamaban la atención del par de jóvenes que estaban afuera, rondando por el lugar.

— ¡Eso es trampa, Ryū! ¡Rashōmon no puede hacerme cosquillas!

Se quejó Atsushi entre risas, queriendo liberarse de las cosquillas de parte de la habilidad de Ryū.

— Bien. Mi Rashōmon no intervendrá.

Tocaron la puerta.

El par de gemelos estaban sorprendidos y asustados sobre quién podría ser, o en el peor de los casos, quiénes. Dejaron de lado su juego para ir a abrir, juntos y tomados de la mano.

Su promesa siempre fue estar unidos ante los peligros, y abrir la puerta significaba uno de esos peligros. Debían enfrentarlo.

— ¿Estás listo, Jinko?

— Sí... Abramos la puerta, Ryū.

Lentamente, el azabache se atrevió a abrir, encontrándose ambos con un par de hombres mayores que ellos, pero menores de treinta años.

— Oh, mira Chūya, una pareja como nosotros. Son tan lindos.

Dijo Dazai, al ver al par de adolescentes tomados de la mano.

— N-No es lo que parece... Nosotros no..

Atsushi estaba nervioso, iba a soltar la mano de su hermano, pero éste entrelazó sus dedos con él, apretándola un poco más para evitar que lo soltara.

— ¿Quiénes son ustedes y qué buscan en nuestra casa?

Cuestionó Ryūnosuke, mostrando valentía ante todo.

— A ustedes.

Contestó Chūya.

Ellos supieron del par de adolescentes huérfanos, y fueron en su búsqueda. Lo lograron. Ahora quedaba darles confianza para la adopción.



Habrá mucho para shipear a Ryū y Atsushi, pero no la pareja como tal.

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