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Queriendo ganarse su confianza, Chūya y Dazai ingresan lentamente a la pequeña cabaña, sin dar explicaciones.

Ryūnosuke no se apartaba de su hermano y lo mantenía seguro de los desconocidos. Ambos se mantenían muy juntos y tomados de la mano, por si esos tipos intentaran hacerles daño de alguna manera.

— ¿C-Cómo es que nos buscaban si jamás nos hemos visto?

Cuestionó el azabache con seriedad. El joven del vendaje sonrió y abrió una bolsa con comida y bebidas para los menores.

— Conocemos partes de su historia. Los mellizos huérfanos. Queremos adoptarlos. Chūya y yo empezamos a salir hace poco tiempo y, nos interesamos en ustedes.

— P-Parecen buenos, Ryū...

Murmuró Atsushi.

— Los adultos mienten, Jinko. Se ganan tu confianza para luego... Tirarte en la calle y hacerte mucho daño. ¿Quieres acabar muerto esta vez? ¡No! No me dejarás solo.

— Vamos, niños. Dazai y yo no tenemos malas intenciones. Incluso traemos documentos legales.

Sacaba una carpeta con varios escritos para mostrar.

— Mi hermano y yo no necesitamos padres. Sabemos cuidarnos solos.

— Pero, ¿No les gustaría ir a un Instituto a aprender cosas nuevas?

Esa pregunta los dejó pensando durante varios minutos. Ambos añoraban el estudio, pero su miedo aún invadía su mente.

— Ryū... ¿Qué hacemos?

— Tranquilo. Ellos se irán.

— No. Nos iremos con ustedes.

El pelirrojo sacó un par de suéteres abrigadores, y los acercó a Ryū y Atsushi, quienes desconfiaban de eso también. Los traumas de su niñez no desaparecerán fácilmente.

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