9. Cosas que no le digo a nadie

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—Enséñame lo que aprendiste cara de mierda —exclame en su cara.

Liam frunció el ceño. Manteniendo una postura rígida detrás de su escritorio.

—¿Cual es la necesidad de los insultos?

—Lo siento, creo que me emocioné un poco. —me excuse con una sonrisa traviesa.

Ya era final del día, y habíamos pasado mucho tiempo encerrados en la oficina de Liam, practicando para su cita con Fernanda. Sé que esto suena un poco exagerado (y con razón), pero me complace decir que encontramos una luz al final del túnel y mi odioso jefe estaba preparado por fin en tener una conversación normal.

En medio de la práctica se me ocurrió que a partir de este día podían cambiar las cosas para él. Tal vez, él y Fernanda podrían formalizarse como una pareja, luego casarse y al final tener hijos. O bueno, tan bien estaban las posibilidades de adoptar o de plano no tener hijos si eso decidían.

En cualquier caso, creo que Liam necesitaba alguien con quien compartir su vida para así aplacar su mal humor, sonreír más a menudo y puede que decida decorar su oficina con fotos o cosas mas personales, hasta ahora lo único que tiene en el escritorio es un carro de juguete en miniatura que es exactamente igual a su mercedes.

Su vida me parecía muy deprimente.

—Según me dijiste debo hacer preguntas personales para mantenerla hablando, mostrarme interesado y darle un cumplido sobre su apariencia.

Cruce una pierna sobre la otra y me acomode en mi lugar para escucharlo con mas atención.

—¿Y qué más?

El miro al cielo tratando de buscar la respuesta.

—Sentarme frente a ella en la mesa, pero no demasiado para que no se sienta atrapada. Mantener mis manos lejos para evitar tocarla y bajo ninguna circunstancia hablar sobre otras chicas para evitar malos entendidos.

Abrí en grande los ojos maravillada.

—Vaya, buen trabajo. Ahora si quieres puedes intentarlo conmigo para que te sientas seguro. — Me puse derecha en mi lugar para poder simular que estaba en un restaurante con él—. Hazme una pregunta personal.

Liam alzó una ceja.

—¿No crees que se nos hará tarde?

—Vamos, será rápido.

Miro al suelo por unos segundos, como si estuvieran tratando de buscar algo que decir. Después se enderezó en su asiento y tras un carraspeo empezó a hablar.

—El día que llegaste recuerdo que mencionaste algo sobre estudiar aquí en el Distrito* pero que antes de eso, habías vivido toda tu vida en Santiago —dijo con cuidado— ¿Por qué te mudaste de ciudad?

Me sorprendió demasiado no solo que recordara esa conversación, sino que también prestó atención.

Y yo que pensaba que ese primer día estaba disgustado con mi presencia.

—Pues decidí irme de Santiago porque estar en una Universidad rodeada de personas que son mimados por sus papis, sumamente superficiales y que hacen uso abusivo del spanglish, me estaba volviendo loca. Sentía que no encajaba allá, así que se me ocurrió que al mudarme aquí podía empezar una nueva vida.

Liam descansó su rostro sobre una mano.

—¿Qué dijeron tus padres al respecto?

El tatuaje en mi cadera empezó a picar.

—Pues... puede que no le haya dicho nada a mi madre hasta la semana antes del primer día de clase. —me mordí el labio para evitar reir—. Debiste haber visto su cara cuando le dije que me inscribí en la universidad que me pidió, pero no en la sede de nuestra ciudad.

Puede que relatara la historia como una anécdota divertida, pero lo cierto es que ese día estaba lejos de ser divertido. Hubo gritos, una acalorada discusión y palabras de las que por siempre me arrepentía de haber dicho.

Después de eso hicimos las paces o algo parecido, pero no hay día en que mi madre me recuerde que venirme a vivir sola a otra ciudad era una terrible idea porque yo no podía cuidarme a mí misma ya que era un peligro andante.

—¿No crees que te extraña?

—No lo creo —respondí sin pensarlo mucho—. Mamá dirige una gran firma de abogados. Siempre está lo suficientemente ocupada como para no tener tiempo para... extrañarme.

Creo que la conversación llegó al punto en el cual resultaba demasiado personal para mi gusto. Además de eso, hablar sobre mi madre no era mi cosa favorita en el mundo. Liam lo captó porque decidió cambiar el tema.

—¿Por qué demonios me resulta tan sencillo hablar contigo? —cuestiono con una cara de molestia que me hizo cuestionarme si debía ofenderme al respecto.

—Supongo que es porque estás obligado a soportarme a diario. Pero no te preocupes, me aseguraré de que tu cita salga bien.

Alzó una ceja.

—¿A qué te refieres?

Ensanché una gran sonrisa en mi cara.

—Me voy a infiltrar en el restaurante para darte apoyo moral a la distancia.

Liam levantó ambas cejas sorprendido y después dejó escapar una risita.

—Areli, creo que pasas demasiado tiempo viendo televisión.

—¡Oye! —le reproché con brazos cruzados—. Eso fue ofensivo. Deberías agradecerme por preocuparme por ti.

El rodó los ojos.

—Eso, y que no tenías nada mejor que hacer hoy por la noche.

—Si sigues hablando puede que decida cambiar de opinión.

—Como sea —reviso su reloj—. Ya es hora de irnos. Si estarás allá, avisame cuando termines de comer para pagar tu cuenta.

Me volví en su dirección maravillada. 

Eso no estaba en mis planes. La verdad pensaba solo tomar algo, porque el restaurante en cuestión era tan caro que un plato podría desestabilizar mi economía durante todo el mes.

Pero por lo visto eso no era un problema en el poderoso bolsillo de Liam.

—¿Hablas enserio?

Él se encogió de hombros.

—Supongo que es mi forma de agradecerte por la ayuda, payasa.

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Distrito = Distrito Nacional. Es la ciudad capital de la Republica Dominicana. Es la más importante y grande, la segunda seria Santiago de los Caballeros.


Creo que me acosté con mi jefe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora