Capítulo 35 Final- Le petit morte

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Úrsula:

Tres días después:

París, Francia.

Su mirada encendida. Esos ojos que me enloquecen brillando y danzando en la luz del atardecer con su atención en la pintura y en mi persona.

Me encuentro con un conjunto de lencería erótica negro, resaltando en mi piel. Mi cabello está suelto, iluminando el rojizo con la luz del sol.

Matthew levanta y baja los ojos profundamente, incitando cada color y textura que pueda presentarse.

—Une beauté— susurra sonrojándose. Afloja su mano para tomar una copa de vino y despejar la mirada hacia la Torre Eiffel.

Me doy vuelta en el sillón, quedando boca abajo mientras mis ojos acompañan su preciada vista.

—Mírame, ángel— jugueteo coqueta con mi cabello. Él se acerca despacio mordiéndose los labios en tanto se ríe para brindarme su mano. Me dispongo a levantarme junto a él, quien me toma con su cuerpo en una pose de tango.

De repente nuestros cuerpos chocan. Siento su trabajado torso en contacto con mi cuerpo.

Tiro la cabeza hacia atrás riéndome, y unos pequeños besos inundan mi cuello, generando mil sensaciones.

—París respira romanticismo...— prosigue contra mi oído, junto a su mano que sube y baja en la espalda, jugueteando al mismo tiempo con las tiras que entrelazan mi cuerpo— por eso adoro esta energía en particular de París, es una forma de renacer...— continúa, besando mi lóbulo izquierdo. Empiezo a estremecerme.

Se separa de mí para observarme mientras sus manos aprecian mi rostro, y mis brazos se enrollan en su cuello, admirando su presencia.

Nos sonrojamos como si fuéramos dos niños que descubren por primera vez el amor, el contacto y un vínculo afectivo.

Respiro y exhalo, sintiendo mi corazón acelerado. Su mano desciende en mi abdomen junto a sus dedos que recorren de manera lenta pero tortuosa esa zona, provocándome.

—Matthew— advierto cuando siento la tensión correr por mis venas. Se ríe en bajo y se acerca con la boca para dejar un tierno beso cerca de la comisura de mis labios.

—Te escribí un texto— susurra— para que aprendas de la intensidad que tienes, y ese fuego interno que descubrí, pero sobre todo, que tú misma descubriste...— las palabras dejan eco de un profundo aliento cálido recorriéndome completa.

Mis ojos se intimidan en su presencia, él sonríe atrevido para dirigirse al escritorio cerca de las pinturas y tomar una carta escondida.

Se acerca con precisión hacia mi otra vez, llevándome a la ventana y sentándome en esta. La luz del atardecer nos ilumina de manera inmensa, evocando un silencio pacífico en la ciudad de París.

Trago saliva cuando abre la carta y sus dedos la estiman despacio, sintiendo esa magia del tacto con el papel, así como un libro. Me emociono un poco y una lágrima corre incontrolablemente sobre mi mejilla.

—Es hermoso escribir... ¿Sientes ese tacto especial apreciando lo que tu hiciste, verdad? Al igual que las pinturas, claro— pregunto con la voz quebrada. Él me sonríe de costado llevando la mirada otra vez hacia su escrito.

—Sí, es un tacto especial... el arte en todas sus formas es hermoso cuando te sale del alma, porque de eso se trata, de sentirlo y liberarlo por todo el cuerpo

—Sentir— susurro. Su mirada me encuentra antes de abrir la carta para empezar a leer.

—Intensidad...la definición de una persona que se atreve a todo, la definición de una persona que siente un granito de arena como un volcán de fuego. Aquella persona que amenaza conseguirlo todo, cueste lo que cueste. Esa persona que también está llena de sensibilidad, que llora eternos mares cuando lo mas mínimo la golpea, porque no lo puede evitar, porque al mismo tiempo es tan frágil como un espejo. Pero... no la subestimes, no la desafíes, esos ojos pueden liberar chispas y comerte, demostrando su fortaleza. Esa persona prefiere vivir todo apasionadamente, y cree en el amor del reflejo de su espejo, o lo aprende todos los días. El reflejo de su espejo cuando es testigo de sus caídas, sus decepciones y tormentas, también el reflejo de su espejo cuando arde, y jura comerse el mundo con una potente mirada. Si, una persona intensa. De esas que se delatan sin tener el control de su cuerpo, de esas que se dejan atravesar por toda sensación, de esas que sienten la sangre correr por sus venas como un fuego ardiente. Así que no, no la desafíes. Aunque la veas en el peor pozo llena de oscuridad y tristeza, ni te atrevas. Aunque veas su mirada perdida, ni lo intentes. Jamás entenderás su forma de sentir, jamás podrás compararte con su llama interior. Aunque veas una pequeña chispa intimidada, te quemaras cuando se incendie. No soportaras tanta intensidad, nunca lo entenderías. Ningún otro fuego potenciará su propio volcán.

Pintando tu cuerpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora