♡ Capítulo I

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—¿Te doy un consejo?, enamórate de un chico o de una chica, de paisajes, de sonrisas, de momentos, de la vida. —suspiré, rendida. Sé que aunque diga algo ella no se callará—, pero lo esencial, enamórate de ti, amate como eres y disfruta del ahora.

Esas, son las palabras de aliento de mi querida prima, quien sabe perfectamente que no estoy del todo decidida por marcharme.

—Ya tengo que irme. —supliqué.
Le doy un abrazo rápido a mi tía, quien también vino a acompañarme al aeropuerto.

—Llámanos en cuanto llegues, querida. —y limpió la lágrima que rodado en su mejilla, con el torso de su mano.

—Especialmente a mí, resérvame una hora y mantenme al tanto de todo lo que suceda, ¿está claro? —me apretó, en un gran abrazo de oso.

—Prometo hacerlo.

Tome mis maletas y entre directo al pasillo que me llevaba a mi vuelo.
Estoy tan asustada de lo que podría pasar.

Después de cinco largos años volveré a reencontrarme con mamá.

Ella había estado en rehabilitación por todo este tiempo. Después del episodio de depresión, ocasionado por la huída de mi padre.

Al principio de que papá se fue mamá lloraba en las noches, o en las veces en que yo no estuviera presente, pero sabía que lo hacía.

Así fueron las primeras semanas, hasta que después de un mes llamé a papá. Sólo quería saber que habíamos hecho mal, por qué no nos quería lo suficiente para quedarse con nosotras. La culpa no era nuestra.

"El amor entre mamá y papá se acabó, princesa." Fue lo último que dijo, antes de que mi madre me quitará el teléfono para hablar con él.

No supe exactamente de lo que dijeron en toda la llamada, esa noche ella se encerró en su habitación. Supuse que estaba llorando, pues antes de terminar la llamada con papá pude escuchar sus gritos ahogados.

Y después de un año de que mamá aceptará a que no podía cuidarme y tenía que curarse a sí misma, me mudé a México con mi tía paterna, mientras ella se recuperaba con la ayuda de mis abuelos.

Durante los últimos cinco años de mi vida me cuidaron demasiado.
Alexia, mi prima, siempre estaba conmigo. Se había convertidos en mi mejor amiga, siempre me animaba a hacer cosas nuevas y sentirme especial.


No me di cuenta de que me había quedado dormida durante la mayor parte del vuelo hasta que desperté cuando sonaron los altavoces del avión.

Volé en una duración máxima de diez horas, ¿qué podía hacer sentada todo ese tiempo?

Al descender del avión sentí tantos nervios. Como si fuera a un país desconocido, con llena de gente a la que ya no reconocía.

Es que es exactamente eso, querida.

Lo único que me consuela es poder ver a mamá, poder abrazarla y decirle cuánto la había extrañado.

Fui de las últimas pasajeras en bajar, pues tenía a una aeromoza a mi cargo, todo porque aún sigo siendo menor de edad.

Extractos de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora