Los Aliados

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:-Hola genio - dijo Matías mientras se sentaba en la mesa. Matías es mi mejor amigo, un chico súper confiado. A veces, desearía ser como él; no le importa lo que le digan. Si una chica lo rechaza, lo ve como una oportunidad para hablar con otra. Aunque lo rechacen o Francisco lo moleste, él sigue con su confianza. Simplemente no les hace caso, lo que dicen le resbala.

Después está Sofía, una chica super inteligente. A pesar de mis problemas de confianza, cuando estamos juntos, todo parece más fácil. Nos llamamos a nosotros mismos los antisociales, quizás porque preferimos nuestra pequeña burbuja. Al principio, no me molestaba, pero ahora lo tomamos con humor y lo usamos para encontrar el lado bueno de la vida.

Ese día, Matías tenía ese brillo travieso en los ojos que indicaba que estaba a punto de proponer algo interesante.

- Oye, Juan, ¿has considerado hablar con Loreto? - preguntó con una sonrisa juguetona.

- ¿Hablar con Loreto? ¿Estás loco? - respondí, sintiendo una mezcla de nervios y incredulidad.

- No, en serio. A veces, las cosas no son tan complicadas como las hacemos en nuestra cabeza. - Sofía intervino, con su tono sereno y reflexivo.

Ambos intentaron convencerme de que diera el paso. Me recordaron que la historia no se escribe sola y que, a veces, hay que tomar el bolígrafo y comenzar a escribir. A regañadientes, acepté su sugerencia.

Así que, con el corazón latiendo rápido y las piernas temblorosas, me acerqué a Loreto después de la clase de historia.

Me acerqué a ella con nerviosismo, pero antes de que pudiera articular palabra, Francisco y su séquito se interpusieron en mi camino.

- Mira quién quiere hablar con la princesa. ¿Crees que puedes acercarte a ella, perdedor? - dijo Francisco con desdén, empujándome hacia atrás.

Loreto, viendo la situación, se acercó con preocupación. Pero antes de que pudiera intervenir, Francisco la llamó.

- ¡Oye, Loreto, ven acá! No tienes tiempo para perder con este don nadie.

Loreto me miró con disculpas en sus ojos y se alejó, dejándome solo frente a la burla de Francisco y sus amigos. Me sentí derrotado, pero algo en mí se negaba a aceptar la derrota.

Esa noche, reflexioné sobre lo sucedido y decidí que no permitiría que las acciones de Francisco me impidieran intentarlo de nuevo. La historia no terminaría así. Estaba decidido a cambiar mi destino, incluso si eso significaba enfrentarme a la tormenta que se avecinaba.

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