Cap. 1

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El turno nocturno de la comisaria había soltado el guante sobre la inverosímil pareja de oficiales Judith Hopps y Nicholas Wilde, quienes se dispusieron en la sala de asignación de misiones únicamente para charlar. Un tema salía por aquí y otro terminaba por allá, era un vaivén de conversaciones triviales que surgían por el monótono pasar de las horas en el solitario recinto.

Tic. Tac. Nick, recargado en la silla de Bogo, movía las orejas conforme las manecillas del reloj continuaban su infinito recorrido. Por su parte, Judy se mecía adelante y atrás en las sillas frente al zorro, jugueteando con la visera de su gorra del uniforme. Ni un alma se animaba a hacer el más mínimo ruido dentro de la estación; entonces, sacándole un ligero susto a Wilde, el pequeño estomago de la coneja gruñó fuertemente.

—3312 en la avenida Hambruna, oficial Hopps —la voz burlona de Nick dio vida a la silenciosa sala.

Judy le lanzó un bolígrafo a su compañero en respuesta a su broma. Él soltó un leve quejido acompañado de una risa y se levantó para salir de la sala.

—Iré a ver que tenemos para cena-desayunar.

—Gracias —musitó ella con la cabeza hundida entre sus patas por el sueño que la estaba venciendo.

Conforme los pasos del zorro se escuchaban más y más alejados de la habitación, Judy temía caer presa del cansancio. Hacía varias noches que no dormía bien y no sabía por qué. El café no era la razón, llevaba años bebiéndolo y, para este punto, le generaba más relajación que la estimulación propia de la cafeína. La actividad constante más que cansarla la activaba aún más y, peor aún, después de despertar seguía sintiéndose agotada.

Ahora sólo estaba divagando, rezando por que la plática consigo misma sea suficiente para mantenerla despierta.

Fue entonces que, casi como si la fortuna hubiese abandonado las patas de la coneja, el teléfono sonó desesperado por ser atendido. Judy saltó de su asiento y levantó el aparato contestando con un adormilado "Oficial Hopps, policía de Zootopia".

¡Por favor vengan rápido! —la todavía más desesperada voz de una hembra del otro lado de la línea penetró las sensibles orejas de la oficial.

—Señorita, le pido que se tranquilice y me diga su ubicación —dijo Judy ahora más despierta que nunca por el susto.

En la calle Pols poco antes de la salida al distrito Inari —la voz de la joven sonaba más amortiguada, como si no quisiera ser escuchada por nadie más que la oficial.

Las alertas se dispararon en el cerebro de la coneja por el repentino cambio en la voz de la hembra, alzando sus orejas y frunciendo el ceño.

—Enseguida vamos para allá —dejando el teléfono en la mesa Judy tomó su gorra y las llaves de la camioneta.

Nick iba llegando con dos vasos de café y un par de galletas dulces, cuando sintió una ráfaga de viento pasar a su lado, casi tirándole las bebidas.

—¿Me estas jodiendo? —bramó girando para ver a la coneja dirigirse al estacionamiento.

—¡10-14! —grito ella desde la puerta de salida.

Nick corrió tan rápido como pudo cargando la cena, ni loco atendería una llamada con el estómago a punto de comerse a sí mismo.

Una vez arriba de la patrulla Nick le entregó su vaso a la coneja, quien lo aceptó y dio un largo sorbo. Él le dedicó una mirada rápida antes de hablar.

—Déjame conducir a mí —propuso, más parecido a una orden que una petición.

Ella lo miro confundida, no dijo nada, mas no fue necesario comentario alguno.

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