CAPÍTULO CINCO

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Caminando En El Viento

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Caissa

Caminaba lentamente, conocía perfectamente estos sitios que podría atravesarlos con los ojos cerrados. Pero a diferencia de otras veces las puertas estaban cerradas, solo había una, al final del pasillo, que estaba semiabierta; me acerqué a ella y la empujé, revelando aquel cuarto que se me hacía levemente familiar.

Entré despacio recorriendo con mi mirada el recinto, adentrándome cada vez más hasta que posé mi vista en aquellos sofás... Y a ella. Sonreí sin pensarlo, acercándome.

Mis pasos siendo cautelosos mientras avanzaba, llegando a su lado para sentarme a su lado; ella levantó sus ojos para verme y esbozó aquella sonrisa que muchas veces logró calmarme, justo como ahora.

La extraño sin dudas.

—¿Qué haces aquí? —Me preguntó dándole luego un sorbo a su té.

—No lo sé. —Fue lo que respondí con sinceridad, aún todo esto se me hacía raro. —Estaba con Damián... ¿Sabes quién es él? Seguramente no te has ent...

—Yo lo sé todo. —La seguridad en su voz y ojos me decía que hablaba en serio. —Por eso pregunto qué estás haciendo aquí.

Me quedé muda porque en realidad no tenía respuesta, así que solo me limité a mirarla. Su postura, la gracia con la que sujetaba su tacita de té, era tan natural que me había olvidado cuando fue la última vez que habíamos estado así juntas; pero la duda seguía resonando, ¿por qué? ¿Por qué estoy aquí? ¿Dónde está Damián?

O quizá me atraparon por fin y ando alucinando drogada.

—Vuelve de la luna, pequeña. —Volví a mirarla.

—Ya no soy una pequeña. —Rechisté en un gruñido.

—Para mí siempre lo serás y lo sabes. —Tenía esa cualidad de hacerme callar. —Te extrañé mi niña.

—Y yo a ti...

Se estiró a mí un poco para tomar mi mano.

—Lo sé. —Nuevamente me sonrió sin quitar su vista de la mía. —Pero debo comenzar a partir, lentamente.

Eso me alarmó, no quería que se vaya, la necesitaba a mi lado sino no podría sobrevivir. Ya bastante falta me hacía. ¿Ahora qué haré si se marcha?

—Sé lo que estás pensando, y tranquila mi pequeña diosa. —Solté una risita por aquel apodo que usaba debido a mi nombre. —No estarás sola.

—Lo sé, tengo a papá y a Park. —Aseguré sintiendo su mano libre ir a mi mejilla. —Y a mis bebés.

—Así es, pero no me refiero a ellos.

Ahora sí no entendía un carajo, porque no había nadie más en mi vida que ellos dos y mis gatitos, así que si no eran ellos pues no sé quiénes más pueden ser. Esto ya parecía un estúpido rompecabezas y no podía pensar en las posibilidades. Estaba agotada, podía sentirlo.

—¿Entonces quiénes? —Me atreví a preguntar después de unos minutos en silencio, pero no contestó.

Pude apreciar el movimiento de sus ojos marrones alejarse de los míos hasta situarse detrás de mí, eso me extrañó de sobremanera pero la curiosidad era mayor; me di vuelta con lentitud, sin saber que buscaba en realidad o a donde debía de ver hasta que percibí algo en las sombras.

Por inercia me levanté, intentando descifrar lo que había y eran dos personas.

Sentí mi ceño fruncirse porque en verdad no entendía ni mierda, pero a pesar de todo no me sentía temerosa ya que esos dos cuerpos me inspiraban confianza... No les tenía miedo.

—¿Quiénes son? —Les pregunté pero claramente ninguno respondió.

—Tranquila. —Ella se colocó en mi espalda. —Ellos te cuidarán, ¿verdad? —Ambos asintieron sin decir ni pío. —¿Lo ves? Jamás te dejaría con alguien que te hiciera daño, así que ve. —Me dio un leve empujoncito.

Aunque no era necesario, mis pies la obedecieron al instante, caminando hacia las sombras. Los vi extender cada uno su mano y las tome una a una junto a las mías, me jalaron hasta ellos para envolverme entre sus brazos pero antes que me llevaran con ellos me giré para mirarla.

—¿Te irás? —Pregunté realmente triste, viéndola asentir. —Entonces no te volveré a ver...

—Sí lo harás, niña tonta. —Se burló divertida. —Pero con menos frecuencia. —Dio unos pasos hacia nosotros. —Tuvimos buenos momentos, ¿no es así? Y aunque las despedidas son agridulces, este no es el final mi pequeña. —Sonrió, amaba verla sonreír. —Me encontrarás, sé que lo harás.

—¿Cómo? —Pregunté desesperada, viendo y sintiendo que ella estaba más lejos.

—En aquellos lugares que jamás hemos estado, en aquellos que son recónditos e inesperados...—Su voz era ya un susurro. —Me encontrarás, me encontrarás caminando en el viento Caissa. —Miró a mis acompañantes. —Cuídenla, cuiden a mi tesoro.

Sin más desapareció y yo me sumí a la oscuridad eterna, pero no tenía miedo, ellos, quienes sean, me protegían y confiaba en ellos. Mi intuición no fallaba, estaba segura que lo hacía.

CAISSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora