CAPÍTULO SEIS

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Manipulación

Sicilia Parte 1

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Damián

Ya estábamos recorriendo las calles sicilianas; Caissa se había dormido apenas le había dicho que estábamos fuera de peligro pero hacía casi una hora se despertó exaltada, como asustada, y desde entonces está en completo silencio. Realmente da miedo que esté callada.

No sabría decir que soñó pero en definitiva la turbó en demasía; en estos últimos días había pedido a todos los dioses existentes para que se callara tan solo cinco minutos, parecía que ella no conoce el significado de silencio, pero ahora al verla así de muda... No sé, no me gusta cómo se siente.

Mientras Caissa se perdía mirando la ventanilla, yo le echaba miradas furtivas y preocupadas.

Quería preguntarle, quizá hablando de lo que soñó se sentiría mejor. ¿El problema? Yo no sé lidiar con los sentimientos de las personas.

Soy un militar por amor a Dios, puedo desmantelar un batallón completo, asesinar a criminales sin remordimiento, vivir horas desolado sin alimentos o agua, pero cuando se trata de las emociones humanas... No puedo. No sé lidiarlo. Mi abuela siempre ha dicho que parezco un cubo de hielo y que algún día llegará alguien que me derrita.

Que ridiculez

Estábamos a treinta minutos, cuarenta como mucho, para llegar al aeropuerto improvisado que mi jefe me había indicado, hasta que ella por fin habló.

—¿Podemos pasar hoy aquí? —Preguntó sin siquiera mirarme. —Necesito no parecer una fugitiva por cinco minutos.

—No es lo más recomendable. —Comenté monótonamente. —Debemos seguir el viaje, y no podemos permitir que te reconozcan.

—Tengo una peluca.

Al oírla me giré para verla con el ceño fruncido, creo que escuché mal.

—¿Dijiste que tienes una peluca? —Pregunté atónito y ella asintió. —¿Por qué tienes una peluca en tus cosas?

Ella se encogió de hombros para luego estirar su brazo y coger su botella de agua, abriéndola y dándole un sorbo, yo aún esperando por una respuesta. Al ver que la observaba expectante, suspiró.

—Estoy escapando, ¿no? —Inquirió con un tono de obviedad. —Entonces a veces deberé pasar desapercibida. —Nuevamente se encogió de hombros. —¿En verdad eres un militar inteligente o simplemente eres estúpido a veces?

Y ahí está la princesa

—Te prefería callada sinceramente. —No pude contener ese pensamiento.

—Hey, al menos fui buena y dije a veces y no siempre. —Me miró con inocencia, batiendo sus largas pestañas.

—Claro, estoy halagado, gracias su majestad. —Dije burlón mientras rodaba mis ojos.

La oí reír y me agradó saber que estaba nuevamente en su mundo. Así que sopese la idea que tuvo.

Obviamente que no era la mejor opción pero si estaba así de dispersa por un simple sueño, no creo que pueda aguantar todo lo que nos quedaba de viaje; pensé, medité y repasé nuevamente su idea, solté un suspiro por lo descabellado de todo y más por mi veredicto.

—Entonces... ¿Una peluca?—La ojee, escuchando un sonido en afirmación. —De acuerdo, búscala, solo será este día y mañana temprano nos marchamos.

CAISSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora