Tras la pelea

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Tony aprovechó que Steve había ido por el café a la cocina para husmear un poco en su trabajo. Sabía que Steve pintaba, pero al parecer hacía otros trabajos que no conllevaban un lienzo de por medio. En la computadora tenía unos bocetos en los que estaba trabajando y cuando Steve regresó le preguntó sobre qué o para qué eran.

—Son ilustraciones para un libro para niños —dijo Steve al sentarse a su lado frente a la computadora y dejaba el café sobre la mesa a un lado.

—Un libro para niños —repitió Tony y sonrió —¿Y de qué trata?

—Sobre dos príncipes que se enamoran, un cuento de hadas.

Tony se llevó la taza a los labios y bebió un poco de café mientras miraba fijamente la pantalla. Luego, despacio, aparto la taza un poco, lo suficiente para poder hablar.

—No me gustan los cuentos de hadas —murmuró.

—¿Por qué?

—Son una mentira.

Steve no supo que contestar, en otra ocasión, probablemente, habría dicho alguna pequeña broma al respecto, pero Tony había parecido tan serio al decirlo, que no sabía que debía decirle. No debió pensarlo mucho, porque en ese momento sonó el teléfono del castaño.

Tony dejó la taza sobre la mesa y se levantó de la silla para responder con algo de privacidad. Steve le miró de reojo, pero desvió su atención al boceto en el que estaba trabajando. Hasta que escuchó algo que no parecía bueno.

—Pero, ¿él está bien? —dijo Tony y su tono de voz, alarmó un poco a Steve, quien dejó de trabajar —... De acuerdo, voy en camino.

Tony colgó y se giró hacia Steve.

—Lo siento —dijo —, tengo que irme.

—¿Pasa algo?

Tony asintió.

—Al perecer Peter se metió en una pelea, tengo que ir al colegio.

—¿Peter?

Steve estaba sorprendido; Peter era muy tranquilo y le parecía imposible que se hubiera metido en una pelea, debía haber algún error. En ese preciso momento, fue el teléfono de su casa el que sonó; le hizo una seña a Tony para que lo esperara un segundo. Cuando contestó la directora del colegio le dijo que necesitaban verlo, porque James había peleado con otro niño y que, incluso, le había roto la nariz. Ahora podía entender un poco lo que había pasado ahí. Colgó tras asegurarle a la directora que iría enseguida y volteó a ver a Tony.

—Creo que Peter y James se metieron en una pelea —dijo.

Tony suspiró.

—Claro, cómo no lo adiviné. Esos dos no se dejan solos, pero ni de chiste —dijo —. Vamos en mi auto, ¿te parece bien?

Steve asintió.

Peter y James estaban sentados fuera de la dirección cuando ellos llegaron. Ambos tenían raspones en las rodillas y rasguños en los brazos o mejillas. No parecían lesiones muy graves. La directora los hizo pasar y con los niños ahí explicó la situación.

—En este colegio no permitimos la violencia —dijo con firmeza—, y es algo que nos sorprende porque por lo general Peter y James se portan bien.

—Ellos empezaron —replicó James con el ceño fruncido, Steve podía leer en su mirada, que todavía estaba molesto.

—Tal vez, James, pero no tenías por qué darle un puñetazo a tu compañero en la cara —le dijo la directora.

—Claro que sí, no se callaba —volvió a decir el niño —, y fue él quien me pegó primero, pero el muy menso no me dio.

Segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora