𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 1

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❝𝐌𝐚𝐦𝐚́, 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐯𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐚𝐥 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨
𝐌𝐚𝐦𝐚́, 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐯𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐚𝐥 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨
𝐄𝐬𝐜𝐫𝐢𝐛𝐨 𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐜𝐚𝐫𝐭𝐚 𝐲 𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐬𝐞𝐨 𝐥𝐨 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫
𝐌𝐚𝐦𝐚́, 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐯𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐚𝐥 𝐢𝐧𝐟𝐢𝐞𝐫𝐧𝐨
𝐎𝐡, 𝐛𝐮𝐞𝐧𝐨, 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚, 𝐦𝐚𝐦𝐚́, 𝐭𝐨𝐝𝐨𝐬 𝐯𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐚 𝐦𝐨𝐫𝐢𝐫.❞

¿Qué había echo mal? ¿No era buena hija? ¿No era buena persona? ¿Qué error cometió?
Una niña de doce años no tiene la culpa de nada más solo la de tener miedo, aquel lugar oscuro solo tenía una vela pobre que estaba punto de extinguirse, su respiración era tranquila pensando solamente en cómo había terminado en ese lugar, llevaba no más de una semana ahí sin tener contacto con alguien que no fuese más el que le fuera a dejar aquel pan lleno de olvo que al final se lo terminaban comiendo las ratas y sus crías, recordó a su madre, llorando e implorando que no se la llevarán, podría ser una madre estricta que le golpeaba las manos si no hacia bien sus deberes o que le gritara con tal de no tratar dañarla, esa imagen no la podía sacar de la cabeza, la mujer que le dio la vida llorando desconsoladamente por ver como la inquisición se la llevaba para hacer lo que debían de hacer. La vela que le habían puesto en aquella panumbra se había apagado por completo dejándola sin algo que ver, escuchaba las voces de los otros niños capturados al igual que la de los bebés, se apagaban de forma abrupta sin saber como estaba haciendo aquella atrocidad.

¿Por qué pasaba aquello?
La respuesta era sencilla.
Los estaban matando.

Usando aquellos instrumentos de tortura era la forma en la que no los catsigaban por placer propio, solamente acababan apagando esa vela de vida que se les veía en sus ojos, los demás niños encarcelados junto a ella solo se abrazaban así mismos llorando y rezando por salvación, la pequeña de cabellos rubios cuál sol sólo escuchaba las inútiles súplicas implorando clemencia sobre sus vidas, solo suspiraba y escuchaba cada vez más aquellos gritos mortales.

—dejen de rezar —es la orden que la rubia dio a lo que los demás niños solo vieron en lo poco que quedaba de la luz que se veía fuera de aquella zona —. Nadie vendrá por nosotros

—Betsabé eres muy cruel —un niña que compartía celda con ella le miró derramando lágrimas dolorosas mientras sus manos lastimadas jugaban de forma nerviosa —. Si no rezamos, perdemos esperanza de poder salir

—¿Qué te hace pensar que nos salvarán? —con frialdad en sus palabras la pequeña le miró, sus ojos amarillos parecía que brillaban con intensidad ante aquella oscuridad, lo que le dio un escalofrío a la otra pequeña —. Estamos aquí, para morir

—¡Cállate Betsabé! —le reclamo un niño que buscaba la forma de romper la cerradura

—¿Acaso estoy diciendo alguna mentira? —dejo verlos y solo observó la puerta, se veían las sonrras de aquellas personas que estarían a punto de entrar a aquel lugar —. Estamos aquí, acusados de brujería solo por una estúpida marca de nacimiento, ustedes tendrán una muerte rápida, yo no... —miraba con tristeza ese lugar por última vez, ahí pensó en su madre, en su abuela, en su difunto padre con el que tal se reuniría en la siguiente vida —. Yo además de tener un lunar en mi rostro tengo uno un poco grande en mi pierna, seré torturada hasta que “confiese”, que he cometido el acto pagano de la brujería

𝐏𝐄𝐂𝐀𝐃𝐎 ─── Beelzebub Donde viven las historias. Descúbrelo ahora