Capitulo 2 | Mensaje enviado.

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Muchas gracias por salvarme de...

No. Eso sin duda suena cómo algo demasiado ficticio. Cómo si realmente me hubiese salvado de algo gordo. Más o menos... Borré el mensaje de nuevo a regañadientes, suspiré y me bloqueé de nuevo. ¿Qué podría decirle? Es complicado. Observé un punto fijo al azar y me sobresalté al sentir presión en mi espalda.

—¡Buenos días, diamantito! —chilló Alma abrazando mis hombros. Me observó con duda—. ¿Qué es eso?

No tuve oportunidad para responder, consiguió llegar al pequeño papel envuelto y lo comenzó a desenrollar. Salté sobre ella, intentando recuperarlo, pero daba pasos hacia atrás bloqueando la oportunidad de llegar.

—Dame eso —gruñí, escuché su sonrisa sonora y suspiré fastidiada—, olvidalo.

—¿Hola? Espero tu agradecimiento, gatita —leyó en voz alta. Quise callarla, pedirle algo más de discreción. Simón podría aparecer en cualquier momento...—. ¡Hola!

—Hola, sí —murmuré. Alma intensificó su sonrisa, y quise matarla.

—Necesito explicaciones. ¡Ya! Quién es este chico, y por qué acaba de llamarte, gatita.

—Primero, ¿Por qué insinúas que se trata de un chico? Podría ser alguna chica, amiga, conocida, vecina... —comencé a callar al observar su manera de burlarse con la mirada—. Segundo, es sólo un conocido, quiero agradecerle algo sin importancia... ¡No tengo ni idea de por qué comenzó a llamarse así! Sólo sé que su nombre es...

—Gema —su voz retumbó por mis preciados oídos. ¿Simón venía a pedir disculpas? Me giré y apreté los labios en su dirección. Alma se cruzó de brazos, memorizando el discurso que estaba a punto de dar—. ¿Podemos hablar? A solas.

—Nanai, eso sí que no. ¿Qué has hecho esta vez Simón? —atacó mi mejor amiga. Me observó y lo señaló descaradamente—. ¿Puedo cortarle las pelotas y venderlas en el mercado negro?

Abrí la boca, pero la volví a cerrar, incapaz de decir una sola palabra. En primer lugar, una parte de mí quería correr a sus brazos y perdonarlo. Pero estoy segura de que no podría... no por ahora. En cambio, mi otro lado quería propinarle una bofetada y mandarlo completamente a la mierda. Debatí arrugando mi nariz.

Salvada por la campana, pensé.

—Hasta luego, Simón —me despedí tristemente, pero sentí presión en mi muñeca obligándome a girar y caer sobre su boca. Zafarme de aquél beso me resultó imposible, así que, me quedé inmóvil y esperé a que él se retirase. Observó mis ojos y acarició mi mejilla, se retiró y parpadeé al fin.

—Qué asco —murmuró Alma, puso los ojos en blanco y comenzó a caminar, tuve que correr para alcanzarla.

Y después de tres malditas horas, luchando por no bostezar, cerrar los ojos e incluso soltar algún que otro suspiro, al fin terminé. Salí con rapidez de clase y busqué a mi hermano con la mirada. Allí estaba, esperándome, creo...

—¡Hola, he vuelto! —grité cuándo me acerqué. Alec guardó su teléfono y sonrió, dejando un beso sobre mi cabeza—. Ha sido el día más aburrido del mundo.

—Eso dices cada día —bromeó. Me senté a su lado y saqué de nuevo mi móvil. Por donde me quedé... ¡Ah sí! El mensaje.

Muchas gracias por llamar a mi hermano :)

Mmmm, no. Aún no me convencía.

Muchas gracias por no dejarme sola..., ¡Ah! Y claro, también gracias por llamar a mi hermano. No sé qué bicho le picó a Simón... En conclusión, ¿podrías dejar de llamarme Gatita? No eres el mejor poniendo motes, eh. Qué digo..., gracias, de nuevo. Si necesitas algo podría devolverte el favor. :)

DAMON ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora