Coffee | sanzu haruchiyo x maleoc

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Al capitán y al vice capitán de la quinta división les gustaba salir a descubrir los locales cercanos de ellos, el capitán, Mucho, decía que era una buena idea para encontrar sitios para reuniones futuras de la gang que sean más casuales, sin querer admitir que simplemente disfrutaba pasar tiempo con su mano derecha, Sanzu Haruchiyo, como si fueran buenos hermanos.

Por parte de Sanzu, no había mucho que decir, él seguía a Mucho a todos los lados, él le pedía algo y él lo hacía, por lo tanto, él le pedía que le acompañase a los locales y él le acompañaba, no podía decir si le gustaba o no, simplemente lo hacía, tampoco es que tuviese otra cosa que hacer.

Por su parte, puede decir que su vida es monótona, aburrida, muchas veces se aburre del aburrimiento si eso era posible, al fin y al cabo, salir con Mucho no era tan malo para él ¿verdad?

Recientemente, descubrieron una bonita y pequeña cafetería, lo primero que piensas al entrar al local es qué es acogedora, a Mucho le agradaba, y a Sanzu, aunque no lo admitiría en voz alta, también.
Se podría decir que ya fueron 2 veces, era un buen lugar para pasar el rato, y las bebidas y postres sabían deliciosos, ¿cómo no descubrieron este sitio antes? Aunque sí que estaba solitario y silencioso.

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Por otro lado, para Shuya, recorrer los locales era algo normal, no porque lo pudiese considerar un raro pasatiempo, sino porque buscaba de un trabajo para poder seguir viviendo.
Quién diría que terminaría viviendo sólo y sus padres negándose a ayudarle con los gastos porque según ellos "necesita aprender a vivir como un adulto, para el futuro", chorradas pensaba él.

Si bien él decidió en parte mudarse para poder estudiar lo que quería en un Instituto especializado en eso, no pensaba que sería tan difícil poder sobrevivir solo, en su cabeza todo era más fácil.

Y ahí se encontraba él, saliendo del tercer establecimiento del día, siendo rechazado para un trabajo de medio tiempo por ser menor de edad. Le estaba empezando a hartar el hecho de que nadie le admitiese, ¿es que acaso no pueden ver el buen potencial que tenía? Sin duda, pensaba que todos eran unos idiotas.

Con cansancio, caminaba por las pequeñas calles de aquel barrio, iba con su mochila escolar, en realidad, no sabía qué hacer ni a dónde ir, era la primera vez en sus 16 años que empezaba a dudar de sí mismo, bueno, a quién mentimos, no era la primera vez, ni siquiera la segunda o tercera, pero sí que estaba muy agobiado de la situación.

Hasta que una pequeña cafetería se cruzó en su vista, bueno, un último intento del día no estaría mal ¿verdad?

Takahashi Shuya.

Lo logré... Finalmente lo logré, me aceptaron en un trabajo, ¿qué tendría que hacer ahora? ¿Celebrarlo? ¿Comprar un gran pastel? Definitivamente tengo que comerme un pastel para olvidar la ansiedad que estoy sintiendo en este momento.

Salí de aquella pequeña cafetería que me había dado mi primer momento lleno de felicidad desde que me había mudado a aquél barrio.
Agarrando de las tiras de la mochila, mientras me ponía mi mascarilla y mis auriculares, me di el lujo de pasar por una pastelería antes de dirigirme a casa, estaba lo suficientemente feliz como para permitirme un capricho infantil, me lo merezco.

Al llegar a casa, dejé el pastel en la encimera de la cocina y con rapidez me puse el pijama para poder comer esa rebanada de pastel mientras veía la televisión.
Seguramente la felicidad no me dure mucho, al fin y al cabo, voy a tener que trabajar cara al público, atendiendo gente, y haciendo cafés que no lo había hecho en mi miserable vida, pero bueno, hay una primera vez para todo ¿verdad? Sólo voy a rezar para que no me despidan...

— Va a ser agotador, ni siquiera debería estar feliz, voy a tener que estudiar y trabajar al mismo tiempo, que baje Dios y me mate ahora mismo... — Dijo el pelinegro mientras se metía un trozo de pastel a la boca y veía Doraemon en la televisión.

Sin duda, voy a ser un desgraciado cuando tenga exámenes...

Siendo el cuarto día consecutivo que los primeros al mando de la quinta división se dirigían a su gran descubrimiento, aquella cafetería, al entrar se percataron de una cara nueva detrás de la barra.

— ¡Bienvenidos! — ese tono de felicidad sonó más falso de lo que me gustaría. Pensó Shuya.