Capítulo 1

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El dolor de cabeza le estaba matando. No había servido de nada pasarse todo el día en la cama, ni siquiera la oscuridad de la noche evitaba que aquellas punzadas cesasen. Esas juergas hasta las tantas de la madrugada debían acabar o terminaría mal, eso lo sabía hasta él. Se acercó hasta una pequeña cafetería que permanecía abierta para pedir un café bien caliente. Quizás algo de cafeína podría hacer que se despabilara de una vez. Buscó en los bolsillos de su chaqueta y solo encontró su billete para Glasgow y una libra, aún le faltaban veinte peniques para el café. Echó mano al bolsillo derecho de su pantalón vaquero y sacó algunas monedas más. Pagó al dependiente y fue a sentarse a uno de los bancos de la estación a esperar el autobús.


Su café se agotó pronto. Abrió la tapa y comprobó que casi se lo había tomado entero de un solo trago. Su estómago estaba agradecido de recibir el líquido amargo después del ayuno al que había estado sometido tras la desmesurada ingesta de wiski de la noche anterior. Miró su reloj y comprobó que aún faltaban casi veinte minutos para partir, pero a su alrededor no había nada en lo que entretenerse. Abrió la funda de su guitarra y sacó una Gibson SJ-200, una guitarra acústica con mástil de madera de arce, veinte trastes y aros y fondo de palisandro indio altamente figurado. La consiguió de segunda mano a muy buen precio. Fue amor a primera vista. Esa vez no le importó tragarse su orgullo y pedir prestado el dinero para hacerse con ella. Desde entonces había sido su fiel compañera y su medio para ganarse la vida los últimos meses. 

Estaba tocando algunos acordes cuando alguien arrojó unas monedas al vaso de café vacío que había depositado a sus pies. Levantó la cabeza y solo pudo observar la espalda de una joven con un gorro rojo del que se escapaba una preciosa melena de ondas de color castaño. Arrastraba una maleta azul metalizada alejándose hasta el otro extremo de la estación de autobuses.


Aiden sonrió amargamente. Pensó que si no cambiaban las cosas terminaría así mismo, tocando sus canciones en cualquier rincón del metro o de la ciudad  a cambio de unas cuantas monedas. 

Al rato llegó un autobús despertándole de sus cavilaciones. Era la hora de emprender el camino de vuelta. Había pasado una semana loca entre amigos, música, mucho alcohol y alguna que otra conquista amorosa. Estas escapadas se estaban convirtiendo en una costumbre, algo que su salud no podría soportar mucho más. Subió y se sentó al fondo. No quería que nadie le molestara, pensaba ir dormido hasta que llegaran a Glasgow. Entonces vio a la muchacha del gorro rojo. Estaba hablando con el chófer pero no llegaba a escuchar la conversación. La chica bajó de nuevo del vehículo. Aiden no pudo evitar mirar por la ventanilla, quería ver la cara de aquella joven que había puesto el precio de sesenta y cinco peniques a su música. Desde su posición no pudo ver mucho, tan solo como cargaba su maleta en el portaequipaje y volvía a subir al autobús. Se acomodó unos asientos más atrás del conductor, por lo que solo tenía de nuevo la visión del gorro rojo una vez más. 


Era tarde, no había demasiados viajeros así que salieron sin demora. Se recostó en su asiento pensando que definitivamente debía hacer algo con su vida. Se rascó la barba, que lucía rasposa fruto de la despreocupación por su imagen en toda esa semana, y luego pasó su mano por sus rizos cobrizos, que corrían la misma suerte que su vello facial y lucían despeinados. No estaba precisamente en su mejor momento y su jaqueca iba en aumento, así que cerró los ojos y apoyó la cabeza sobre el cristal de la ventanilla.  


Unas voces le despertaron bruscamente. Una escandalosa conversación un par de filas delante de él le robó el sueño súbitamente. Aiden se olió problemas. Miró fuera y suspiró aliviado al ver las luces de la cuidad a tan solo unos pocos kilómetros. Aquella noche no tenía ganas de broncas ni peleas y algo le decía que eso era precisamente lo que buscaban esos jóvenes. Miró su reloj, eran las diez y media de la noche. Unos diez minutos más y llegarían a la estación de autobuses. 

Y AMAR TODO DE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora