| E X T R A |

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Se acercó con pasos vacilantes ante el cuerpo del menor, abrazándose instantáneamente al mismo, agradeciendo internamente qué la bata fuese gruesa y de polar, antes de qué el mismo posara ambas manos en sus mejillas, apretandolas levemente, repartiendo besos en todo su rostro, creando qué soltara una qué otra risa, sin quitar sus ojos de los contrarios, cuáles le miraban con ese brillo qué tanto amaba, del cuál sé había enamorado sin darse cuenta, esos ojos qué le hicieron y hacian sentir tan amado.

El pelinegro besó su nariz, antes de tomar sus labios y moverlos de forma lenta, disfrutando sin prisas la textura de estos, mezclando una qué otra vez sus lenguas tal cómo sí fuese una batalla, qué tristemente ninguno iba a ganar. No quería admitirlo, pero se sentía cómo un puberto experimentando su primer amor pero pese a eso y siendo sincero, esperaba seguir sintiendose así, independiente sí qué los años pasaban y ambos se iban haciendo más viejos.

— Te amo.— Murmuró sobre sus labios al separarse, subiendo las manos a la línea de su mandíbula, bajandolas luego a su cuello, cuál acarició con lentitud.

— Te amo más mí precioso Blueberry.— Le correspondió, dedicándole una pequeña sonrisa. Esa sonrisa qué cada día adoraba más, no podía creer lo enamorado qué estaba y eso, ciertamente le asustaba. Porqué sabía perfectamente qué todo tenía un final, pero pese eso el hecho de imaginar un futuro sin el menor, le creaba un miedo inexplicable.

No quería creer qué se estaba volviendo dependiente de San, pero a estas alturas, ya no tenía cómo negarlo. Estaba perdidamente enamorado y se sentía bien, aún si de eso trataba salir lastimado sí algún día pasaba lo inevitable. Quería disfrutar, quería disfrutarlo, quería disfrutar su compañía mientras el tiempo se lo permitiera. Lo quería a él.

— ¿Qué sucede Hongie?.— Preguntó, con una ceja alzada. El nombrado soltó una risita nasal.

¿Qué sucedía? Sucedía qué ya no encontraba excusa. Quién algún día había llegado todo indefenso a la empresa, quién no hablaba por miedo a qué lo tomaran cómo un parlanchín, quién lloraba en el baño luego de horas de estar practicando por el simple hecho de qué los bailes no le salían como quería. Ese chico de apenas dieciocho años, de apariencia débil, quién no dormía bien para no ser eliminado, ese chico, ese chico qué se había esforzado para ser quién era, era lo qué sucedía.

— My heart hurts...— Murmuró, ladeando levemente su cabeza. El menor pareció no entender.

— ¿Porqué? ¿Haz estado con malestares estos días? ¿Debería llevarte al doctor?.— Cuestionó, agradando levemente los ojos. El peliazul negó, abrazándolo de la cintura.— ¿Entonces?.—

— Sí existiera alguien qué te concediera un deseo, ¿Cuál sería?.— Preguntó de la nada, desconcertandolo un poco.

— Uhm...— Pareció pensarlo.— Darme más años de vida, para así seguir a tú lado.—

— Eres menor qué yo, es claro qué vivirás más.— Rió.

— Aún así.— Dijo con un puchero de por medio.— No habría sentido estar vivo sí no estás a mí lado.— Se quejó.

— Te tengo bien mal acostumbrado, ah...— Enarcó una ceja, depositando un beso en comisura.— En fin, ¿Qué trajiste? ¿Sólo pizza?.— Quiso saber, manteniendo el agarre, guiandolos a la sala en dónde había dejado las bolsas de plástico.

〔#𝟮〕« 𝐎𝐔𝐑 𝐒𝐄𝐂𝐑𝐄𝐓 ║ 𝐇𝐎𝐍𝐆𝐒𝐀𝐍 홍산 »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora