PRIMERA SEMANA

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Una pregunta por semana.

¿Jugaste conmigo?

¿Qué carajos hacía el ahí? El mismo dijo que no iría y ahora se encontraba justamente parado afuera de aquel lujoso restaurante.

Tal vez tenia curiosidad sobre lo que ella diría, quería respuestas para las preguntas que tenía el pero se suponía que Gabriel ya había superado a Atenea, pero sus manos seguían sudando, no tanto como antes pero lo seguía haciendo.

Su celular sonó, miro la pantalla de este, un número desconocido, atendió la llamada con confusión.

—Hola —hablo en tono serio.

— ¿Te quedaras de pie ahí todo el día o entraras? —la voz firme y segura de Atenea inundo sus oídos.

¿Cómo ella sabía su posición?

Gabriel miro todo su alrededor en busca de algo sospechoso pero no encontró nada fuera de lo normal. Ella colgó la llamada y el hombre entro al lujoso restaurante, busco con la mirada a la mujer.

— ¿Tiene reservación? —pregunto la recepcionista con el ceño fruncido al ver como el hombre buscaba con la mirada a alguien.

—Atenea Miller James —dijo en tono firme.

La mujer abrió los ojos.

— ¿Su nombre? —pidió ella para verificar.

—Gabriel Wesley —pronuncio él.

—Adelante, sígame —pidió la chica.

Camino por aquel gran salón rodeado de lujosas cosas, llego hasta una mesa para dos, de espaldas de él estaba una esbelta mujer con el cabello negro lacio, reluciente. Gabriel conocía aquella figura perfectamente. La mujer señalo la mesa y se retiró.

—Siéntate —ordeno ella.

Gabriel rodeo la mesa y se sentó justo enfrente de ella, no le había dedicado una mirada aun, motivo por el cual se sorprendió al ver a la mujer delante de él. Vestía un hermoso vestido rojo corto, ceñido al cuerpo que resaltaba su hermosa figura y le brindaba un hermoso contraste con su blanca piel, sus ojos azules resaltaban demasiado y su hermoso cabello largo seguía igual de reluciente como Gabriel la recordaba, las costosas joyas que rodeaban su muñeca y dedos, sus pendientes de color rojo que hacían juego con su collar.

— ¿Qué quieres? —pregunto el, en tono brusco.

—Relájate, cariño —le canturreo ella en tono meloso.

Antes de que el respondiera llego un mesero que después de tomar su pedido se marchó.

— ¿Dime que mierdas quieres? —pregunto él.

— ¿No te quedo claro? —pregunto ella mientras revolvía lentamente el vino en su copa—. Dije que te recuperaría Gabriel, la diosa y el arcángel deben estar juntos, es la ley de la naturaleza, lo lógico.

— ¿Recuperarme? —se rio con sarcasmo—. Tú fuiste la que me utilizaste, no sé a qué mierdas vienes ahora, tengo una linda novia que si me quiere igual que yo a ella y me cuida, no te necesito, nunca lo volví hacer.

—Si la quisieras tanto no estarías aquí, cariño —sorbió lentamente un poco de vino—. ¿O me equivoco? No estarías aquí si no tuvieras curiosidad por saber lo que te diría, por las explicaciones que te puedo llegar acá, pudiste simplemente haberme rechazado cuando estaba en tu oficina pero no lo hiciste, ni siquiera pensaste en llamar a seguridad para que me sacaran de ahí, por algo estarás aquí Gabriel, quieres respuestas y yo te las daré pero no todas de un solo, todo va poco a poco, cariño —volvió a canturrear con tono de voz meloso.

Diosa y ArcángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora