¿Por qué ahora me vuelves a buscar?
— ¿De qué hablaremos? —preguntó Kate.
Gabriel tomó aire con pesadez.
—Quiero que... —parecía que le costaba decir lo siguiente, pero lo hizo—: regreses.
Anteriormente Kate había empacado una maleta y corrió hacia la casa de Scarlett. Gabriel llegó y encontró la casa vacía y muy dentro de él parecía preocuparle tal motivo, no quería quedarse solo, no otra vez. Kate no volvió a la casa de sus padres porque dentro de ella sabía muy bien que Gabriel volvería por ella, siempre lo hacía.
— ¿Regresar?
—Sí.
—No dijiste que teníamos que terminar lo que sea que teníamos.
—Lo pensé mejor.
Ella asintió.
Él tenía los hombros tensos y ella la mirada preocupada.
—Sinceramente no sé si volver contigo, es raro, sabes. Un día me llamas diciendo que quieres acabar con esto y al siguiente me quieres devuelta, las cosas no son así Gabriel, no conmigo.
El asintió.
—Lo sé y pido una disculpa por eso, puedo darte una tarjeta como obsequio para que me perdones —él la miró directamente—. Vuelve.
Ella asintió.
—Está bien. Volveré.
Escucharla decir aquella palabra no reconforto el corazón de Gabriel, no le dio paz, o mejor dicho, no le causó ningún sentimiento de bienestar, era como si le diera igual pero su subconsciente sabía que no, que se aliviaba de no estar solo, de tener compañía.
—Gracias —agradeció sonriéndole.
Ella hizo lo mismo.
Entonces ¿por qué su corazón no se alegró por tal acción?
[...]
—Me alegra que mi hermanito se halla dado cuenta de su error —sonrió Scarlett.
Estaban todos reunidos en una cena familiar.
—Yo también —sonrió Isabella.
Los padres de ellos ni dijeron nada, sólo intercambiaron miradas.
—Iré a traer el postre, ya vuelvo —la mayor se levantó de la mesa.
—Te ayudare madre —anunció Gabriel.
Ella le sonrió. En silencio ambos llegaron a la cocina y continuaron así mientras ella sacaba el postre del refrigerador y Gabriel buscaba los platos.
— ¿Eres feliz?
— ¿Eh?
—Qué si eres feliz.
—Yo... Sí.
— ¿Por qué me mientes? Soy tu madre y te conozco bien.
—Pero soy feliz.
—Te quieres auto convencer, pero no puedes. ¿Por qué no escuchas lo que esa muchachita te tiene que decir? Aprende a escuchar y perdonar, hijo mío. Con qué la perdones no me refiero a que vuelvas con ella.
— ¿Cómo sabes?
—Contactos, hijo, contactos —sonrió.
Gabriel soltó un suspiró.
—Ella vuelve de la nada así como desapareció y ahora viene un día de presto y me dice que quiere hacer las cosas bien y recuperarme, como si no le importará lo que sufrí.
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Diosa y Arcángel
Historia Corta[Segunda parte de: Hola Mi Diosa] Cinco años han transcurrido desde aquel día. Cinco años en los que Atenea desapareció de la faz de la Tierra. Cinco años en los que Gabriel avanzo y pudo rehacer su vida. Ahora Gabriel esta satisfecho con su vida, t...