Día 5 - Ezio & Leo

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La mañana era un momento muy voluble, así como podía ser el mejor del día, tenía la increíble habilidad de anunciar un día terrible o desear estar siempre en ese estado, abrazado de alguien más, disfrutando la tibieza de otro cuerpo mientras la pereza se instalaba y vivir un tórrido amor era la mejor opción.

Sin embargo esa ilusión no era posible en esos días pues Ezio ya no acostumbraba a llevar a varias mujeres a su apartamento, aunque siendo más joven su cama siempre estaba tibia y con alguna muchacha de hermosas caderas, suaves pechos, cintura delgada, con ropas encantadoras y fragancias tan dulces como sus risas, ahora "sacrificaba" esos gustos por despertar temprano sin buscar alguna ronda de sexo, conformarse con una ducha para salir a su jornada en el negocio familiar administrando el lugar y claro, disfrutar un buen café, después de todo, eso hacía famoso al local que actualmente cuidaba con recelo.

La ducha le ayudaba a dejar de añorar buscar el calor en alguna chica encantadora y el alistarse le recordaba la razón por la que valía la pena dedicarse a ese negocio antes de abandonarse a despilfarrar el dinero que sus padres habían dejado a su nombre antes de aquel trágico accidente.

Una vez listo salió con calma, Ezio era un hombre guapo y joven, sabía que su figura era bastante buena, su altura le permitía mostrar un aire galante, su cuerpo cuidadosamente trabajado en su juventud por el deporte era sin duda el justo como para tener una musculatura agradable sin caer en lo excesivo, sus facciones rebeldes daban un aire salvaje que le había ayudado a varias conquistas y los ojos ambarinos arrancaban más que un suspiro a quien fuera beneficiado por Ezio.

Si, podía presumir ser guapo, incluso un poco inteligente pues su tío le había enseñado a ser cuidadoso antes de precipitarse en cualquier mala desición y ahora podía manejar ese lugar sin ser engañado para desperdiciar lo que tenía.

En su vida no faltaban mujeres, podía elegir a varias pero su atención se había centrado en un hombre, un sólo hombre que de alguna manera le había robado varios suspiros así como los coquetos intentos por llevarlo a su cama antes de ser rechazado cortésmente recalcando que su trabajo era el arte o en una extrema necesidad pequeños trabajos relacionados con la ilustración para poder salir de un apuro.

Llegó nuevamente al local que ya trabajaba bastante bien, la encargada hacía un trabajo excelente pues aunque Rosa era una mujer extravagante y casi rebelde, tenía un amplio sentido de la responsabilidad así como un buen sentido del humor como para burlarse de él cada vez que trataba de hacer algún acercamiento a aquel rubio tan encantador como su pasión al compartir sus conocimientos.

Su rutina era simplemente, llegaba a supervisar las cosas, a lidiar con los problemas que pudieran presentarse o a cuidar de que la inversión fuera bien manejada para no acabar en quiebra, después salía en medio del fragante aroma de café y los pastelillos que abrían el apetito cada vez que el horno trabajaba, ocupaba alguna mesa como un cliente más antes de encontrar a Leonardo, quien llegaba con un par de cosas entre manos y una mochila a medio colocar, pidiendo el mismo café todos los días acompañado de un sándwich.

Ezio no tardaba mucho en acercarse a ayudarlo y aunque después de sus coquetos intentos había sido rechazado hasta parecer incómodo, con perseverancia había asegurado no buscar el cuerpo de Leonardo, sólo su compañía aunque no fuera del todo cierto.

-Muchas gracias Ezio, llevo atrasados un par de trabajos y tener que entregar todo hace complicado mi traslado- afirmó aunque siempre traía varias cosas entre manos, dando la impresión de ser algo desordenado y vago.

-No hay problema Leonardo, para eso están los amigos- afirmó pues en su aparente tregua había asegurado buscar su amistad aún cuando sus intenciones iniciales seguían en pie pero podía ser paciente e ir quitando las barreras que Leonardo hace tiempo colocó con tanta cautela.

-Ezio, amigo mío, tú generoso corazón es tan bueno como tú próspero negocio- afirmó Leonardo con esa voz que parecía ser una suave caricia, llena de entusiasmo y un tono que parecía esconder sabiduría.

-Leonardo, nada es más generoso que tú amistad- bromeó Ezio, sabía que un acercamiento más directo o tratar de persuadirlo rápidamente sólo haría que aquel guapo hombre escapase de sus manos sin remedio, haciendo que todo su esfuerzo se fuera a la basura, llegar hasta ese punto le tomó bastante trabajo y entender que la abstinencia era complicada pero apuntar a algo más que el sexo podía tener grandes recompensas.

Ahora Leonardo parecía aceptar ese sutil coqueteo y responderlo en cierta medida pues al inicio la incomodidad era algo perceptible, parecía escapar de él o simplemente acortar todo a una serie de momentos en silencio, evadiendo mayor interacción aunque Ezio se había atrevido a insinuarle algo por qué sintió la intensa mirada que parecía devorarlo.

Ezio no era tonto, sin duda alguna al inicio ese hombre era uno más en la tienda pero poco a poco se dió cuenta que la mirada aqua le seguía cuando tomaba casualmente la cintura de alguna chica o cada vez que coquetamente atendía personalmente a alguna clienta frecuenta y linda, sintió como cuando dejaba su número con alguna candidata, Leonardo suspiraba e incluso parecía estar triste.

Notó cada expresión de enojo, tristeza o desesperanza así como la alegría indiscutible en sus ojos cuando se acercaba a él y al igual que con las chicas, jugaba a ser mesero, a darle alguna sonrisa o a divertirse con el interés de ese hombre hasta llegar a sus dibujos que mostraban la profunda dedicación que lograba tener.

También había recordado la compasión de Leonardo después de regresar al negocio con la muerte de su familia, las palabras de apoyo y el saber que tenía que seguir adelante por él y por el recuerdo de su familia, quizá por eso pensó que sería más fácil llevarlo a su cama en algún momento y descubrió que no era tan fácil, no cuando no terminaba de dejar de lado sus coqueteos públicos en su negocio.

Ahora que se alejó de distribuir su amor, parecía que Leonardo se había vuelto más alegre, incluso se permitia una cercanía física entre ellos, claro, todo en un plano "amistoso" como el estar sentado a su lado y pasar casualmente su mano por sobre el hombro de Leo o tomar su mano para guiarle en la escritura de algunas cosas antiguas que poseía.

A cambio por una muestra de amistad había obtenido la confianza de un hombre calmado y erudito, que parecía encontrar algo en cada cosa que pudiera recibir pregunta, desde su amada profesión de dedicarse al arte hasta entender fundamentos matemáticos y ciencias naturales, Leonardo explicaba con paciencia y entusiasmo sus conocimientos a Ezio, mostrando alegría cada vez que sus ideas tomaban rienda libre.

Esta vez Leonardo parecía explicar entusiasta algo sobre Platón, Ezio no tenía un enorme interés en esos temas pero si prestaba la suficiente atención como para escuchar a Leonardo, entendiendo que hablaba algo del alma y del mundo de las ideas, de la concepción de que todo el conocimiento estaba dado, sólo había que ser recordado pero quizá a Ezio lo que tenía en mente era que si Leonardo ya le conocía y si quizá ya le amaba desde antes sólo tendría que hacerle recordar ese amor así que no tomaría prisa, podría ir lentamente disfrutando una buena taza de café.

Flufftober 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora