1- El despertar
Abrir los ojos esa mañana fue una agonía, la resaca por la fiesta de anoche me pasó una factura terrible. El sol es la cosa más molesta del universo cuando tienes resaca. Con cuidado abrí los ojos y lo primero que ví fue la molesta luz que entraba por la ventana a mi izquierda, cómo pude me levanté en la cama y me senté, error pues al hacerlo un mareo me abrumó los sentidos, note mi pecho desnudo y las sábanas que no eran las de mi cama. Al levantar un poco la sábana implorando. Note que aún llevaba mis braguitas negras de anoche.Al recorrer la habitación con la vista encontré mi vestido rojo en un sillón y mis tacones junto con mi cartera a un lado de el. La habitación era simple pero bonita, solo que no pude evitar golpearme la frente por pendeja.
— Joder, Luna que hiciste esta vez - exclamé en voz media con la mano aún en la frente-, okay chica, no te asustes. Estás sola, solo nos vestimos y, nos largamos. Ni siquiera tienes que ver con quién pasaste la noche. Solo reza para que no sea una mujer o de ser hombre, para que no sea horrendo.
— No soy mujer, pero lo de horrendo puedes juzgarlo tu misma, si quieres claro.
«Matenme yá», fue lo único que cruzo mi cabeza cuando al abrirse una puerta -que supe era la del baño- oí su voz ronca y putamente perfecta, al voltear la cara lo ví, ahí parado como un dios griego, de pie sin camisa y recostado del marco de la puerta, su piel aún tenía gotitas de agua en el área de los brazos, con solo una toalla alrededor de la cintura. Me comí su torso perfectamente trabajando, siendo la perfecta combinación entre la tinta y la piel, nunca fui fan de lo tatuajes, pero en ese instante me imaginé recorriendo el contorno de cada uno con mis dedos y tratando de identificar lo que significó cada marca de esas en su piel, casi me atragante con mi propia saliva al bajar la vista de su torso y detallar su marcada V en la pelvis.
— Mis ojos están aquí -dijo el muy idiota con una sonrisa socarrona en el rostro señalando con los dedos sus hipnóticos ojos del color del acero-, al menos ya sabes que no soy horrendo.
— ¿Y eso quien te lo dijo? Las madres a veces mienten, ¿Sabes?
— Lo deduje al ver la cara que pusiste.
Todos los colores me subieron al rostro «¿cómo es posible que una morena se sonroje?», sentí los cachetes ardiendo. Su rostro Dioses, cómo quisiera borrar esa sonrisa lobuna de ese rostro tan inmaculado, parecía y irreal. Lo admito es lindo, pero cuando baje la mirada fue cuando note porqué su sonrisa era tan amplia.
Lo más rápido que pude me cubrí los senos «ni que fueran tan grandes, ¿Para que lo cubres?», y me reprendí mentalmente por mi poca confianza. Lentamente cerré los ojos y respiré.
— Ok, ¿Weiss, no?
— Sí, buen día Luna.
Su respuesta fue como si olvidará respirar, me di una cachetada mental «niña respira, ¿dónde está la mujer poderosa de anoche? Ya se te olvidó quién eres?». No, soy Luna Cressida y soy yo quien manda.
— Ajá Weiss - empeze con confianza, pero cuando levanté la vista y ví que no se movía y que seguía viéndome directamente, me acobarde y levantándome de la cama casi que corrí al baño-, me voy a duchar.
Cerré la puerta casi que con terror y juraría que sentí una mirada predadora pegada a mi espalda. Este hombre tiene algo magnético y al mismo tiempo, es como si me sintiera como una presa, es una sensación extraña que hace querer acercarme y al mismo tiempo mis sentidos gritan "peligro" y me hacer querer alejarme. Debo salir de aquí rápido «O quedarnos eso te gustaría más». Saco ese pensamiento de mi mente problemática y me ducho.
Al abrir la puerta del baño, ya bañada y con una toalla alrededor del cuerpo y otra enrollada en el cabello, tome mi vestido que ahora estaba en el pomo de la puerta y una bolsa con ropa interior que, obviamente no era la mía. No quiero saber en qué momento compro ropa interior y que de paso fuera de mi talla. Salí del baño ya lista, pero con el cabello aún húmedo y lo ví sentado en la cama, ya vestido con unos Jeans negros algo rasgados y bien ajustados a sus piernas trabajadas, tenía unas botas tipo combate y en el torso una camiseta blanca cubierta con una espléndida chaqueta de cuero negro en el inicio de su cuello se notaba la tinta de sus tatuajes, cómo ramitas trepadoras. Tenía los codos apoyados sobre las rodillas y los puños entrelazados debajo de la barbilla. Parecía pensativo.
— Yo, no sé que ocurrió anoche. No suelo hacer está cosas, de hecho jamás lo había hecho. Me pase de copas y... Bueno en fin, lo mejor es que me valla y hacer como sí nada de esto paso. No te conozco y tú tampoco a mí. La pasé bien anoche, o bueno eso creo, realmente no lo recuerdo, y..
— Luna - me cortó él todo el rollo y el discurso que me había tardado en armar media hora en el baño-, no paso nada anoche. En la fiesta bailamos, muy bien por cierto. Y llegamos aquí entre besos. Pero estabas demasiado borrada para hacerte algo.
Lo mire agradecida. No sabía cómo decirle que eso era lo mejor que había oído esa mañana. Pero el se levantó de la cama y se acercó a mi. Con una mano acaricio mi mejilla, lentamente bajo hasta mi cuello. Hasta que su aliento me quemó en el oído a medida que susurraba:
— Pero ya no estás borrada y desde anoche estoy loco por probar el sabor de tu piel. Luna, tu olor dulce me trae salivando desde que llegué a ese puto club.
Su boca atrapó la mía en un beso fuerte y posesivo, que yo también deseaba desde que lo ví parado en ese marco, recorrió mis hombros con los labios y sus manos descendieron por mi espalda hasta mis nalgas. Ahí, yo cobre el sentido y me aparte un poco. Entrando en su juego me atreví a susurrar está vez yo en su oído:
— Muy sensual y todo, lobito, pero está presa se debe ir ya - le dije marcando un espacio entre nosotros-, Chau.
Cómo pude tome mis tacones y mi cartera que estaban él sillón frente a la cama y abrí la puerta despidiendome con la mano.
— Nos vemos luego.
Al despertar está mañana supe quien era él. No soy tan tonta para dejarme llevar. Que se busque otra presa, yo estoy fuera de su línea.
En el pasillo mientras esperaba el ascensor, ví como se abría de nuevo la puerta de esa habitación. Era la número 2811, cundo en ascensor llegó entre casi que corriendo. Cuando estaba por cerrarse la puerta de este, él metió la mano y me tendió mi teléfono.
— Ya tengo tu número y tú el mío. Hasta otra noche, Luna.
Así, sin más saco la mano del ascensor y se devolvió a la habitación, quedé helada mientras las puertas del ascensor se cerraban y miraba el teléfono en mi mano de derecha.
ESTÁS LEYENDO
Bajo mil lunas
Werewolf- Weitz, te metiste en un problema colosal amigo. Qué crees que pasará si Aleks se entera. - No tiene porqué enterarse, yo seré El alfa para la tercera luna llena. Solo son tres meses, puedo mantenerlo oculto. - ¿Qué piensas esconder?, que te metist...