Capítulo 3.

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Nueve meses después

—Hace tanto calor —Me quité la chaqueta ligera que llevaba puesta y la tiré en el asiento trasero del auto de Claudia—. Buen viaje, por cierto. Ni siquiera sabía que tenías licencia de conducir.

—Sí, la tengo, muchísimas gracias. —Se rio—. Pero es el auto de Devon.

—Creí que habían roto...

—Lo hicimos. —Aceleró el auto y salió del aeropuerto, dirigiéndose a la ciudad.

—Eh. No sé cómo te las has arreglado para seguir siendo amiga de todos tus ex.

—No es tan difícil. —Se encogió de hombros—. Ninguno de ellos se ha sentido como el único amor de mi vida del que habla la gente. Dev estaba cerca, pero después de tres años juntos nos convertimos en compañeros de cuarto, ¿sabes?

No, no lo sabía. Había tenido un puñado de novios, y claro, había estado enamorada de al menos uno de ellos, pero de alguna manera la única persona en la que podía pensar cuando escuché la frase un verdadero amor era mi mejor amiga, que era mi falsa prometida.

—¿Has hablado con Valentina? —preguntó Claudia como si percibiera mis pensamientos.

—No. No en un mes.

—¿Un mes? —gritó—. ¿Qué demonios...? ¿Cómo es eso posible para ustedes dos?

—Bueno, se comportó como una imbécil cuando me iba, y aunque se disculpó y empezó a comportarse como una verdadera amiga de nuevo, volvió a ser la misma imbécil hace poco más de un mes. Apenas tengo tiempo para dormir y definitivamente no tengo tiempo para eso.

—Vaya. ¿Así que ni siquiera le vas a decir que vas a estar aquí por unas semanas?

—No.

—¿No la extrañas?

—Sí, pero ese no es el punto.

La verdad es que la extrañaba muchísimo. Después de que me pidió disculpas por haberse comportado como una niña por mi aceptación, me hizo una increíble fiesta de despedida. Había conducido las cuatro horas hasta Cambridge conmigo y me ayudó a desempacar mis cosas.

Después de eso, las cosas estuvieron bien por un tiempo. Llamaba todos los días, pero luego estaba ocupada. Realmente, realmente ocupada. Nuestros horarios no coincidían.

Yo trabajaba mientras ella dormía y viceversa. Hace unos dos meses, dejó de intentarlo y yo traté de no pensar en lo que eso significaba.

¿Había seguido adelante? Probablemente. Me había enterado por un rumor, también conocido como Claudia, que Isabella había roto su compromiso con el banquero con el que había estado saliendo. Eso solo me dio una razón para creer que había seguido adelante... con ella.

Me dije que no tenía tiempo para pensar en tales cosas, que ahora era doctora y que a los doctores no les importaban esas cosas, pero era una mentira. Me importaba. Me importaba mucho, pero no iba a decírselo. Sería egoísta de mi parte decirle a quién ver o no ver cuando ni siquiera estaba disponible para darle una hora de tiempo telefónico conmigo.

Era sexy, joven, exitosa y de buen corazón. Se merecía una gran mujer a su lado.

Esa gran mujer no era Isabella, pero no era yo quien debía decidirlo. A veces amar a alguien significaba dejar que se fuera.

—Ya no llevas tu anillo de compromiso —señaló Claudia.

Me mordí el labio.

—Pero lo tengo conmigo.

Falso Amor |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora