Capítulo 2.

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Me encontré a Valentina en un pequeño restaurante italiano que le gustaba a su abuela. Era el mismo lugar donde habíamos estado cenando todos los domingos por la noche desde que nos habíamos mudado de regreso. Nana estaba sentada frente a nosotras, mojando su pan de ajo en el plato de aceite de oliva, yo estaba mirando el menú como si no supiera ya lo que quería, y Valentina estaba a mi lado, con su mano izquierda encima de mi derecha, sobre mi muslo.

—¿Qué hay de nuevo, Juliana? —preguntó Nana—. ¿Algún plan de boda ya?

—Todavía no. —Sonreí, levantando la vista del menú—. Pero tengo grandes noticias.

La mano de Valentina agarró ligeramente la mía. Me senté más derecha, con los hombros hacia atrás, y saqué mi mano de debajo de la suya.

Lo de sostener la mano era todo por espectáculo, porque su abuela, a la que adoraba como si fuera mía, pensaba erróneamente que estábamos realmente comprometidas. El compromiso era un espectáculo que habíamos hecho para poner celosa a la ex novia de Valentina.

No estaba segura de sí había funcionado o no, porque Isabella (la ex) todavía estaba saliendo con el chico con el que había estado saliendo antes de la farsa y Valentina me había dado muy poca información sobre todo eso.

—Bueno, ¿cuál es la gran noticia? —preguntó Nana.

—Sí, ¿cuál es? —dijo Valentina. No tenía que mirarla para escuchar la irritación de la cuchilla de la preocupación en su voz.

—Harvard me aceptó en su programa de residencia. —Me sentí sonrojar. Odiaba que me prestaran atención, y estas eran grandes noticias.

—¡Eso es maravilloso! —jadeó Nana, cubriendo su boca mientras masticaba el pan de ajo y sonreía. Miró a Valentina—. ¿No es maravilloso?

—Sí, es maravilloso —respondió Valentina en un tono que sonó todo menos maravilloso. Eso fue lo que me molestó.

Finalmente la miré, solo para encontrar sus ojos azules buscando los míos—. ¿Cuándo ibas a decírmelo?

—Hoy. —Bajé mi menú—. Recibí la carta hoy.

—¿En casa?

—Sí.

—Entonces, ¿fuiste a casa, recibiste la carta y te fuiste? —Sus ojos se entrecerraron un poco. Otro día, en otras circunstancias, su mirada puntiaguda me habría hecho marchitar, pero hoy no.

Mantuve la cabeza bien alta.

—Fui a casa de Claudia.

Asintió lentamente, algo que parecía traición llenando sus ojos.

—Así que se lo dijiste a ella antes que a mí.

—No estamos en la escuela primaria, Valentina. Tengo permitido contar primero las noticias a quien sea. Eso no quita nada de nuestra amistad.

—Correcto. —Tiró el menú y pidió sus habituales ñoquis de espinacas. Nana y yo pedimos nuestra lasaña clásica de siempre.

—¿Se lo dijiste a tu madre? —preguntó Nana.

Asentí, sonriendo.

—La llamé de camino hacia aquí.

—Debe estar muy orgullosa. —La sonrisa de Nana me hizo sonreír ampliamente—. Nosotras también estamos orgullosas.

—Gracias.

—Nuestra pequeña Juliana —dijo sonriendo—. Será mejor que hagas algo especial por ella, Valentina.

No me molesté en mirarla de nuevo, pero su silencio siguió alimentando mi ira.

* * *

—¿Por qué no me dijiste? —preguntó al momento en que entramos en nuestro apartamento esa noche.

—¿Volvemos a eso? —Inhalé profundamente y dejé salir el aire. Necesitaba no perder los estribos ahora mismo—. Te lo dije en la cena.

—Quiero decir, antes. Cuando habías acordado encontrarme aquí para almorzar, ¿o te olvidaste de eso? —preguntó—. Salí del trabajo y vine aquí. Te estuve esperando.

Pensé en la llamada que había escuchado por casualidad y me esforcé por mantener la calma. Esta era exactamente la razón por la que deberíamos haber seguido siendo amigas, solo amigas, y nunca habernos enrollado el otro día.

Ahora estaba saliendo temprano del trabajo y volviendo a casa con la excusa de que estaba yendo a verme, probablemente pensando que me metería de nuevo en la cama.

Si estuviera siendo honesta, la idea me había pasado por la cabeza hasta que escuché la llamada.

—No lo olvidé. Estabas al teléfono y parecía que estabas teniendo una conversación importante, así que me fui de casa de Claudia. —Me encogí de hombros, alejándome, hacia mi habitación, la que no había usado desde que nos enrollamos.

Había estado durmiendo en su cama. Otra línea que no deberíamos haber cruzado.

—Podrías haber enviado un mensaje de texto, llamarme, cualquier cosa. —Sus pasos estaban justo detrás de mí.

—¿Cuál es tu problema? —Me di la vuelta. Dejó de caminar—. ¿Estás enfadada realmente porque se lo dije a otras personas antes de decírtelo a ti? Eso es mezquino, incluso para ti.

—Estoy enfadada porque teníamos planes y tú me plantaste, cosa que nunca haces. Ni siquiera contestaste mis llamadas ni mensajes de texto. ¿Es tan difícil levantar tu teléfono y decirle a alguien que no vas a venir a almorzar?

—Así que esto es sobre el almuerzo.

—Entre otras cosas, sí.

—¿Podemos hablar de esto mañana? —Llevé las manos a mi cabeza y masajeé mi sien. Todo esto me estaba dando un gran dolor de cabeza—. Estoy exhausta y honestamente, no voy a permanecer aquí y dejar que me hagas sentir mal por algo que significa tanto para mí.

Antes de que pudiera decir una palabra más, su teléfono empezó a vibrar. Vi como lo sacaba del bolsillo de sus jeans, miraba la pantalla... con lo que casi con seguridad decía: Isabella.

Me miró por última vez antes de contestar y se alejó. No sabía qué era lo que más me molestaba, el hecho de que respondiera a la llamada y se fuera como si la discusión que estábamos teniendo fuera insignificante o el hecho de que fuera su ex la que estaba llamando.

De cualquier manera, yo había terminado. Me duché, me cambié y empecé a hacer las maletas antes de dormirme. Necesitaba irme en dos días y no tenía tiempo para dramas insignificantes.

Falso Amor |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora